martes, 9 de junio de 2015

Malos tiempos para los toros / Por Paco Delgado


-Fotografía: La Loma-

"...¿Cómo se puede negar algo tan evidente como el que, durante treinta días consecutivos se llene un recinto de 25.000 asientos para presenciar un espectáculo que es televisado? ¿Cómo se puede obviar que la corrida televisada el día 31 de mayo tuvo una extraordinaria audiencia?..."



Malos tiempos para los toros
  • Y ese bandazo a la izquierda nos depara una coalición presumiblemente gobernante -no se esperan milagros, jugadas maestras ni desencuentros tales que lo hagan imposible- radical, dogmática, demagógica, inexperta, revanchista y talibán que, y hablo ahora sólo del tema toros, no augura nada bueno para el sector.

El panorama político pinta mal, muy mal, para el futuro de la fiesta taurina.

Hace unos años, como treinta, nada menos, Germán Coppini y Teo Cardalda, adaptando y versioneando una obra del poeta y dramaturgo alemán Bertold Brecht, pusieron de moda una canción, Malos tiempos para la lírica, que no sólo hizo furor entonces sino que hoy sigue sonando y siendo escuchada con agrado. Un tema que además de un éxito fue profético aunque se quedó corto: si entonces la lírica no atravesaba su mejor momento, ahora la cosa está muy chunga también para la política, la economía... y los toros.

A la ya habitual y contumaz dejadez de los responsables del negocio taurino, que practican de manera ejemplar si no fuese suicida el carpe diem, el vivir el momento sin pensar en el mañana, el arramblar con todo lo que puedan hoy sin invertir un céntimo en el futuro, sin fortalecer ni reforzar los cimientos de un edificio que por muy sólido que parezca tiene una edad y precisa mantenimiento, arreglos aquí y allá y etcétera, hay que añadir una situación sociopolítica muy pero que muy preocupante.

La prepotencia, arrogancia, dejadez en muchas cosas y mano larga en otras muchas de nuestros hasta ahora gobernantes ha conseguido que sean no pocos millones de votos los que cambien de signo el panorama en esta España nuestra, un país que parece atontolinado y que todavía no acababa de dejar atrás la crisis -la más grave de cuantas por aquí se han sufrido desde la guerra civil- que dejó como herencia un presidente -y su cuadrilla- iluminado, visionario, atolondrado y en las nubes; el peor, sin duda y con diferencia, de los habidos desde la transición. Y ese bandazo a la izquierda nos depara una coalición presumiblemente gobernante -no se esperan milagros, jugadas maestras ni desencuentros tales que lo hagan imposible- radical, dogmática, demagógica, inexperta, revanchista y talibán que, y hablo ahora sólo del tema toros, no augura nada bueno para el sector. A lo mejor tampoco para otras muchas cosas, pero esa es otra historia.

Ya lo han avisado y proclamado en sus programas e idearios: las corridas de toros no tienen sitio en su ideal que pretende purgar todo aquello que, según ellos, huela, precisamente, a España. A la España que no les gusta ni quieren. Hay que eliminar todo lo que, para estos nuevos rectores de la moral y la rectitud, no entre en sus esquemas, dando una admirable demostración de democracia, pluralidad y tolerancia como hacía tiempo que no se veía por estos lares tan dejados de la mano de cualquier Dios misericordioso.

Poco importa que los toros sea un hecho cultural incuestionable y archidemostrado, ancestral y arraigado firme y sólidamente en nuestras tradiciones y costumbres; que sigan siendo el segundo espectáculo en número de espectadores; que sirve para que siga existiendo una especia única y un ecosistema que desaparecería a la par que el animal al que dicen defender y proteger; que genere millones de euros que sirven para mantener miles de puestos de trabajos y proporcionan pingües beneficios a las arcas estatales. Y menos aún que sea la afición de millones de españoles.

¿Cómo se puede negar algo tan evidente como el que, durante treinta días consecutivos se llene un recinto de 25.000 asientos para presenciar un espectáculo que es televisado? ¿Cómo se puede obviar que la corrida televisada el día 31 de mayo tuvo una extraordinaria audiencia? ¿Cómo se puede no ver que, pese a la manida crisis, haya aumentado el número de espectadores en lo que va de temporada? ¿Cómo se puede ignorar que, por ejemplo, en la Comunidad Valenciana hay festejos populares siete de cada diez días? Y así podía estar hasta quedarme sin folio.

Pero da igual, su idea es acabar con esto y como alguien con poder, responsabilidad e interés no tome cartas en el asunto, acaban. No quiero ser agorero, tremendista ni apocalíptico, pero tiempo al tiempo.

***

1 comentario:

  1. Admonitivo y muy acertado el artículo del Sr. Delgado acerca de los peligros que corre la Fiesta. Yo pienso que el articulista tiene toda la razón. La Fiesta está en peligro, no solo por quienes la atacan porque no la entienden, sino por quienes la administran y, sobre todo por los malos políticos que pululan hoy en día por el mundo, y ciertamente en algunos de los ocho países taurinos de Europa y América. Lo de los políticos es el peligro mayor, sobre todo cuando tienen el poder en sus manos. Para ellos no vale que la Fiesta sea una realidad cultural y artística contratada desde tiempos inmemoriales, no vale que sea un bastión de la defensa del medio ambiente y de los ecosistemas, no vale que sea una fuente importante de trabajo e ingresos directos e indirectos para miles de personas, no vale en suma que las corridas de toros sean un espectáculo que convoca a centenares de miles de espectadores cada año. No, no vale. Para algunos políticos, lo que único que cuenta son susn cálculos electorales y no dudarían un segundo en acabar con la Fiesta, si es que en esos cálculos aparece conveniente hacerlo. No olvidemos que políticos irreponsables como el Presidente Correa del Ecuador, como Gustavo Petro en Colombia, como los miembros del Parlamento Catalán, o la municipalidad de Guipuzcoa, han logrado ya eliminar las corridas de toros en Quito, Bogotá, toda Cataluña y San Sebastián. Las motivaciones políticas, son, por supuesto, diferentes en cada caso, pero el fin es el mismo: acabar con la Fiesta de los Toros a como dé lugar. Deseo fervientemente que la voz admonitiva del Sr. Delgado sea escuchada por todos quienes amamos al maravilloso Mundo del Toro y refuerce nuestra convicción de defender de manera activa y con militancia permanente, un patromonio cultural que no debe desaparecer jamás.

    Patricio Maldonado
    Aficionado Ecuatoriano

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