Paseo
"...don Justo Polo, Presidente del festejo, tuvo la dignidad de no conceder el galardón que se pedía de manera minoritaria aunque escandalosa..."
Choteo de la cantera del IBEX del toreo en una indecorosa parralejada
Primera novillada de la Feria, lunes de novilladas, y hoy de mucho postín, con tres jóvenes valores de la tauromaquia, al decir de los que saben. Tres jóvenes que están ya muy cerca de la alternativa, amable alternativa en Nimes, que les será otorgada por los del Olimpo taurómaco en los que, sin duda, se miran estos aprendices de matador de toros. Dentro de muy poco Álvaro Lorenzo, Ginés Marín y Varea recibirán el doctorado en tauromaquia y como queda mal eso de llegar a tomar la alternativa sin haber puesto el pie en Las Ventas, sus mentores han encontrado la ocasión de meterlos a los tres en lote en una amable corrida de Feria con la idea de pasar el trago los tres de una vez y pelillos a la mar. Decimos “sus mentores” como si estuviésemos hablando del Pipo o de don Manuel Pineda, pero aquí no hay lo que se dice un apoderado sino el IBEX de la tauromaquia contemporánea, que al primero de ellos lo apodera la “Casa Lozano”, al segundo la “FIT”, la Federación Internacional Taurina del mejicano Bailleres, y al tercero la “Gestión Universal de Espectáculos”, o sea que en el caso de estos tres no hay tras ellos un tío con un pañuelo al cuello, un sombrero cordobés, una guayabera y un Partagás, sino una hoja excell, un murmullo oficinesco, una cuenta de resultados y un consejero delegado. Alguno podría decir acaso, visto lo visto esta tarde, que esas compañías o corporaciones podrían ser etiquetadas como de capital/riesgo, pero imaginamos que habrán hecho sus business plans perfectamente para conjurar la eventualidad de una mala inversión y, que al final del año, les salga el EBITDA que ellos esperan.
Acaso para abonar las posibilidades de sus respectivas inversiones, las razones sociales que dirigen sus carreras se pondrían de acuerdo hace meses en que para tratar de aminorar los riesgos del trámite de pasar por Madrid lo mejor era comprar una corrida de El Parralejo, ganadería que, pese a lo feo de su nombre, proporcionaría a los novilleros VIP el elemento toro que necesitaban. Claro, que luego ocurre que las Sociedades Anónimas proponen y Dios dispone, y lo que se dispuso esta tarde es que el elemento bovino fuese del tipo deleznable, del tipo que el aficionado común suele detectar como una mera tomadura de pelo o una desvergüenza, por su tamaño, su inexistente presencia, sus platanitos, su ausencia de fuerzas y su carencia del más mínimo trapío exigible en una Plaza en la que cada domingo desde que se acaba la Feria se da un rosario de novilladas para chicos con una o ninguna corrida y con animales de, al menos, presencia, romana y tipo.
La indecorosa corridita de lo que ellos llaman “toros bonitos” era una patente burla, un choteo que se han pegado los veterinarios que han echado la corrida de Margé por causas no explicadas y, sin embargo, no tienen pudor en aprobar una Pasarela Las Ventas de novillos asardinados, chicos, asustadizos, con unas caritas de no haber roto un plato en su vida que recordaban más a Bambi en la época en que tenía madre y jugaba con Tambor que a un toro de lidia, un novillo de lidia, acorde a la categoría de la Plaza. Mal va la cosa si a las puertas de ser “toricantanos” (tenía que ponerlo, es que no podía quedarme sin ponerlo) tienen que andarles remirando los becerretes, porque cuando las cosas les empiecen a rodar mal, que será más o menos pronto, estarán inermes.
Para ir a juego con el ambiente corporativo de la tarde diremos que los parralejos pertenecen a la Corporación Andaluza de Desarrollo e Inversiones, con lo que ya tenemos cerradas las cuatro esquinas: una Casa, una Federación, una Gestión Universal y una Corporación se aunaron en esta desapacible tarde para dar un espectáculo deplorable basado en la inexistencia de lo que a todo da sentido en la Fiesta, que es el toro. Para más INRI hubo que sacar el pañuelico verde para echar al averno al miserable de Manijero, número 48, que durante su vida pública estuvo más tiempo arrastrándose por el barrillo, como una babosa, que en pie. A ese bicharraco lo sustituyó otra babosa de Vázquez que salió al ruedo con el único fin de volver a mancillar el hierro de Aleas, el histórico 9 de Aleas, que llevaba indignamente marcado a fuego en su anca.
Se podía esperar de estos tres jóvenes maestros, vestidos ya con trajes caros de bordados bien cuajados, que pese a la inanidad de la parte bóvida, hubiesen puesto en su presentación ante la Cátedra algo más que una sensación de adocenamiento, alguna idea, algún planteamiento novedoso, algún soplo de desenfado. No se les pide que toreen como un matador de dos lustros de alternativa, pero sí algún desparpajo, algún clavo ardiendo con el que poder ir haciéndonos a la idea de que lo mismo éste, o si no aquél otro...
El hecho es que salvo las verónicas con las que Varea se llevó al tercio al desgraciado de Manijero, al que luego echaron, no hay nada en todo el festejo de hoy que haga alentar a cualquiera que viese a estos tres chicos por primera vez la más mínima esperanza sobre su previsible futuro. Ahora lloverán las excusas de esas modernas que tanta gracia nos hacen, que si los novillos no soltaban la cara o la soltaban con demasiado descaro, que si se agarraron al piso o se agarrotaron, que si reponían o dejaban de reponer o que si la raza... toda esa colección de manidas pamplinas con las que ocultar la ausencia de una definida personalidad, de unas maneras propias, de un carácter personal, que es lo que hace a unos toreros distintos de los demás y ¡ay! del que no es capaz de crear su propio estilo.
Cuando el cuarto atropelló a Álvaro Lorenzo en medio de un trasteo insulso y ventajista pensamos que las buenas gentes demandarían, como suelen, una oreja de recompensa por el talegazo y el susto, pero como el hombre se demoró con los aceros el entusiasmo se enfrió y don Justo Polo, Presidente del festejo, tuvo la dignidad de no conceder el galardón que se pedía de manera minoritaria aunque escandalosa. Esta vez los mulilleros de Calderón no hicieron el numerito del paso de la tortuga, imaginamos que alguna autoridad acaso les haya reprendido su censurable triquiñuela.
Muchos matadores de toros deciden, por las causas que sean, hacerse banderilleros. No hay ningún desdoro en tomar esa difícil decisión porque lo que hace que uno sea torero no es el hilo de plata o de oro que lleva cada cual en su vestido. Iván García hoy puso dos buenos pares de banderillas gustándose, cuarteando con guapeza y saliendo con torería que provocaron la más sincera ovación de la tarde.
Desfile
Lorenzo
Marín
Varea
Riesgos laborales
Final
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