domingo, 2 de octubre de 2016

3ª de Otoño en Madrid. Desigual entre la épica y la lírica el dramático aunque incruento mano entre Curro Díaz y José Garrido / por J.A. del Moral



"...el de Linares se esmeró más en buscar la belleza de su toreo que en someter y en dominar a sus enemigos, perdiendo triunfar lastimosamente y por todo lo alto con los dos mejores toros de la tarde; mientras que el extremeño tuvo que pechar con los más complicados aunque el último resultó el más fácil de los suyos, pero demasiado tardo y soso..."


Desigual entre la épica y la lírica el dramático aunque incruento mano entre Curro Díaz y José Garrido

J.A. del Moral · 02/10/2016
Madrid. Plaza de Las Ventas. Sábado, 1 de octubre de 2016. Tercera corrida. Tres cuartos largos de entrada. Toros de Puerto de San Lorenzo, sobradamente presentados y muy armados. Dieron juego desigual y hubo de todo, nobles, mansos, inciertos, parados y peligrosos.
CURRO DÍAZ, de grana y oro. Estocada con derrame (palmas). En el tercero, cuatro pinchazos y descabello (saludos). En el quinto, pinchazo, estocada y dos descabellos (saludos).
JOSÉ GARRIDO, de nazareno y oro. Estocada (silencio). En el cuarto, dos pinchazos. Cogido, pasa a la enfermería y descabella a la tercera Curro Díaz (silencio). Garrido sale a matar el sexto: cuatro pinchazos y descabello. Dos avisos (gran ovación de despedida, al igual que a Curro Díaz).

PARTES: Garrido sufrió una cornada de diez centímetros en el glúteo y erosiones múltiples; Díaz fue atendido de varias contusiones, pendientes de estudio radiológico.
Aunque finalmente los dos contendientes se libraron milagrosamente de las aparatosas cogidas que sufrieron con mayores aunque no graves consecuencias la última de Garrido que tuvo que visitar la enfermería aunque salió tras larga espera para matar al último toro de la tarde, la suerte cayó de lleno sobre el artista de Linares, como también un preconcebido favoritismo del público porque ayer se le jalearon hasta las giñás. Fue increíble comprobar que a Curro le valieran lo mismo los instantes de acierto como los de desacierto. Fenómeno por otra parte característico del publico de Las Ventas cada vez que actúa uno de sus toreros predilectos.

Respecto a lo conseguido realmente por ambos espadas a lo largo de la tarde, debo considerar que el de Linares se esmeró más en buscar la belleza de su toreo que en someter y en dominar a sus enemigos, perdiendo triunfar lastimosamente y por todo lo alto con los dos mejores toros de la tarde; mientras que el extremeño tuvo que pechar con los más complicados aunque el último resultó el más fácil de los suyos, pero demasiado tardo y soso.

Tampoco Curro Díaz se libró de uno de los garbanzos negros del envío salmantino que fue el toro que abrió plaza y las pasó moradas, en gran parte por su culpa y conforme a lo que venimos llamando y entendiendo como “resolver”. Y es que el linarense se empeñó más en torear bonito que en someter al animal. La fama de gran artista que tiene Curro quedó desdibujada al muletear excesivamente acelerado y destemplado, chirriando sus frustrados intentos con el benevolente y hasta entusiasmado e inexplicable eco de gran parte del público.

Por esta misma razón, vinieron las tres consecutivas y aparatosas cogidas que padeció Curro en su faena al estupendo tercer toro al tiempo de lograr los muletazos más sabrosos y más estéticos de su actuación. Situaciones ciertamente dramáticas aunque incompresibles para los que no saben de qué va el toreo como práctica efectiva en vez de método para lograr creaciones artísticas.

En su faena al quinto, que fue otro de los mejores de la corrida y además con clase en su embestir aunque con el defecto de salir suelto, fue cuando Curro anduvo más acoplado a las características del animal. Pero se le escapó el triunfo con la ayer muy imprecisa espada.

En el polo opuesto por más acorde a lo que el toreo debiera ser siempre, quien mejor anduvo ayer en mi opinión fue José Garrido, solo que con bastante peores enemigos que los que le cupieron en suerte a Curro Díaz. Con el segundo toro que no paso de manejable con no pocos problemas, la mayor virtud que presidio la faena de Garrido fue la del temple. No dejó nunca que el toro le enganchara la muleta y tras matar de estocada efectiva aunque defectuosa, solamente fue premiado con una ovación.

Con el bastante más difícil y progresivamente complicado cuarto, Garrido echó el resto hasta pasarse excesivamente de metraje, sin duda en busca de triunfar a costa de lo que fuera. Tanto empeño, le costó dos cogidas terribles que superó épicamente porque en la segunda resultó visiblemente herido en el glúteo. No quiso abandonar el ruedo hasta conseguir matar a su pésimo oponente. Y sorprendió al cónclave cuando tras larga espera, Salió de la enfermería recompuesto para lidiar y matar al sexto y último toro de la tarde, ya en plena anochecida. 

La determinación y el empeño de Garrido chocaron con un animal que llegó a la muleta sin apenas brío ni franca acometividad por lo que su labor muletera tuvo un trayecto decreciente. La mala suerte se había cebado en Garrido sin que perdiera la moral en ningún momento. La entrega, el sentido de la responsabilidad y el profesionalismo de Garrido supusieron un hito más en su incipiente aunque brillante carrera.

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