martes, 22 de noviembre de 2016

El siempre Inefable e irrespetuoso Rafael de Paula / por J.A. del Moral



El siempre Inefable e irrespetuoso Rafaél de Paula

Siempre inefable, siempre a su alocado aunque original aire. Siempre iconoclasta con los que no le gustaron ni le gustan ni le gustarán. En esta entrevista que publicamos vuelve a su zaga, elogiando a los que no pudo ver y a los que alternaron con él, despreciando a casi todos. Su odio a Antonio Ordóñez, es uno de sus clásicos. Y es que lo nunca pudo soportar fue que casi todos sus odiados fueron millones de veces mejores que él aunque nadie discute ni discutirá su muy especial arte. Pero una cosa es torear con arte las veces que se puede, y otra es ser un gran torero. Muy limitado por sus febles piernas, también por su caprichoso carácter, la verdad es que no pudo aunque quiso. Y ¿quien no? … Lean la entrevista.

«El torero de más mérito en la historia he sido yo»

PUBLICADO POR JOSÉ ANTONIO AYUSTE EN POR EL PITÓN DERECHO

– Siempre ha dicho que no ha sido un torero artista, sino un torero de arte. Mi primera pregunta por tanto es obligada: ¿Qué es para usted el arte?

– En el toreo no hay artistas. El artista está en otras cosas. El personal de los circos, por ejemplo, son verdaderos artistas. En el mundo de la magia te quedas embobado viendo lo que hacen con las palomas. El arte es un misterio, es una cosa única. Está en la pintura, en la música… Es un misterio que tienen personas nacidas con ese misterio y ejercen en diversas profesiones, como he dicho antes. En la escritura y en la poesía también hay arte. El arte es único. Es un maravilloso misterio. El arte en sí no tiene nada que ver con lo artístico.

– Empezó tarde en el mundo del toro, con 16 años. ¿Qué fue lo que le hizo decidir ser torero? ¿Qué recuerdos tiene de sus comienzos en la profesión?

– Yo no vi toros hasta los 15 años. Hasta esa edad no sabía qué era un toro ni una vaca de casta. Tampoco sabía lo que era un torero ni lo que era una corrida de toros. Con 16 años fui al primer tentadero, toreé la primera vaca y es entonces cuando me decido a ser torero.

– Juan Belmonte fue una persona muy importante para usted y siempre ha dicho que ha sido un referente suyo. Hábleme de él…

– Todos los que dicen que Belmonte cambió el toreo están equivocados. Belmonte no cambió el toreo. Al final del siglo XX salió una cosa muy injusta, y es que la prensa dijo que el torero más importante del siglo XX fue Juan Belmonte. Yo me enfadé mucho, y estoy seguro de que don Juan, allá donde estuviera también se hubiera enfadado mucho. Aquello fue muy injusto. La Edad de Oro del Toreo, que ha sido la era más importante de todos los tiempos, la componen dos toreros: uno llamado José Gómez Ortega Joselito El Gallo y otro Juan Belmonte García. La componen los dos, y hay tanta ignorancia y tanta injusticia en la vida como en el toreo que otorgan como el mejor torero de la historia a uno sólo. Es algo totalmente injusto y además ofende a la inteligencia humana. Joselito se coronó rey y sigue siendo el rey por los siglos de los siglos amén. Nadie le quitará la corona nunca.

– Tomó la alternativa en Ronda el 9 de septiembre de 1960 y sufrió un bache hasta 1964, concretamente hasta su encerrona en Jerez con toros de don Salvador Guardiola el 28 de junio de 1964, en la que obtuvo un éxito rotundo. ¿Qué ocurrió? ¿A qué se debió ese bajón?

– Durante esos cuatro años pasaba todo. Yo fui eliminado esos cuatro años por un veto que me hizo el maestro Antonio Ordóñez, que no me dejaba torear y me quitaba de todos los sitios. Esa es la auténtica verdad. Ordóñez como torero era extraordinario, pero como persona era complicado. Era muy vetoso y muy cambiante. En el año 1960 me llevó a la feria de Lima. Íbamos a hacer temporada allí Curro Romero, Paco Camino, Antonio Puerta, Ordóñez y yo. Toreé también en Quito. Vine a España a pasar las navidades con la familia y después volví a América a torear en Manizales y en Medellín, donde la última corrida toreamos todos un toro cada uno. A mí me tocó un toro de Garcigrande en el sorteo. “El Coli”, que venía conmigo de banderillero, me dijo que Ordóñez quería ese toro que me había tocado y que si me parecía bien fuera a decirle que se lo cambiaba, a lo cual yo me negué porque lo hecho, hecho estaba. Esa tarde por culpa del tráfico llegué tarde a la plaza y cuando llegué ya habían hecho el paseo. Justo cuando iba a salir mi toro, que era el último de la tarde, Ordóñez se me acercó y me dijo con guasa que a ver cuánto iba a tardar en salir a la plaza a recibir al toro. Yo le dije que en cuanto saliera por los chiqueros. Le corte las dos orejas y el rabo. A partir de ahí Ordoñez no me dejó torear.

– Hasta 14 años después de tomar la alternativa no confirma en Madrid. ¿A qué se debió esa espera? ¿Qué ocurrió durante esos años?

– A mí me llamaba todos los años la empresa de Madrid para torear en Las Ventas. Eso sí, en agosto. Las corridas de los leones, como yo les decía. Y yo año tras año decía: a los leones que vaya tu padre. Cuando haya una corrida con garantías ya iré.

– Maestro, de todas sus actuaciones hay dos muy especiales: Vistalegre, 5 de octubre de 1974 con el toro Barbudo de Bohórquez; y Jerez, 17 de mayo de 1979 con el toro Sedoso del Marqués de Domecq. La primera originó el famoso libro de José Bergamín La música callada del Toreo, y la segunda provocó que le pusieran una placa de bronce en la plaza recordando esa efeméride. Hábleme de esas faenas. ¿Han sido las mejores de su carrera?

– La de Vistalegre fue una faena muy especial. Recuerdo que toreé muy bien al toro con el capote. Cuando cogí la muleta y di los primeros muletazos la banda de música empezó a tocar. Y de repente toda la gente hizo que la música parara. No hacía falta. De ahí surgió lo de La música callada del Toreo de mi amigo Bergamín, que luego se ha convertido también en una frase muy famosa en el mundo del toro. La de Jerez fue una buena faena también. Yo cuajé al toro del Marqués. Nos entendimos los dos. Yo no estaría seguro de que esas hayan sido las mejores faenas de mi vida. Yo toreé un toro de Ana Romero en Vitoria muy bien. Toreé un toro que me llevé los premios de la feria de Málaga. Un toro de Píriz, otro de Urquijo. Aquí en Jerez toreé muy bien también un toro de Santa Coloma…

– ¿Ha llegado a hacer la faena perfecta?

– He sido profesional muchos años y te puedo decir que eso no se consigue nunca. No existe la faena perfecta. La perfección no existe en el Toreo y además es horrorosa. El Toreo no puede ser perfecto, no debe ser perfecto. La perfección es odiosa. Puede existir, claro que puede existir la perfección, pero si existe es odiosa. Los toreros que creen en la faena perfecta son tontos. Y los que hablan de faenas perfectas también lo son. Cuando uno se baja del coche de cuadrillas después de torear debe pensar que le ha quedado por hacer lo mejor. Eso sí que se puede pensar.

– ¿Admira o ha admirado a algún torero en especial?

-El torero que más me ha emocionado a mí y que cada vez que veo imágenes suyas se me eriza la piel es Manolete. Lo admiro por todo. No ha habido un torero con más personalidad, con más solemnidad. Andando, toreando… Era un hombre superior. Un ser superior.

– ¿Cómo ve la Fiesta actualmente? ¿La ve muy distinta a cuando usted estaba en activo?

– La Fiesta actualmente la veo muy distinta a cuando yo estaba en activo. Desde 2007 que apoderé a Morante no he vuelto a pisar una plaza de toros hasta hace dos años que el propio Morante vino a verme a mi casa para invitarme a ver varias corridas de toros con él. Ahora ya no me apetece ir a los toros.

– Y a la afición actual, ¿cómo la ve?

– Actualmente no vale sólo con que te gusten los toros. Hay que entender. Hay mucha ignorancia, muchos tópicos equivocados. El aficionado actual entiende poco de toros.

– ¿Qué recuerda de la época de su apoderamiento con Morante de la Puebla?

– Yo no quería ser apoderado. No lo había sido nunca. Me llamó varias veces insistiéndome en que yo le apoderara y al final nos vimos un día en Sevilla. Allí terminó de convencerme. Le apoderé unos seis meses nada más. Le hice la feria de Sevilla, que hacía varios años que no iba, y la Beneficencia de Madrid, de lo que me siento muy orgulloso.

– Maestro, dicen que Morante de la Puebla, a raíz de que usted le apoderara, empezó a torear realmente bien con el capote…

– Morante antes de estar conmigo no ha toreado bien en su vida. Ahora sí. Fue estar conmigo esos meses y empezar a torear bien.

– ¿Con qué torero de su época sintió más competencia? ¿Con cuál se motivaba más?

– A mí me motivaba mucho torear con Curro Romero. Cuando toreaba con él salía siempre con ganas de ganarle la pelea. Curro ha sido un gran torero. Un torero con arte y con sentimiento. No se puede ser buen torero si no se es buen aficionado. Tampoco se puede ser un buen ganadero si no se es un buen aficionado.

– De los toreros actuales, ¿hay alguno al que sigue especialmente?

– A mí me gusta Morante. Morante marca una línea con todos los demás. No me hables de otros toreros porque no me interesan. Morante es el único que me gusta. Los demás no me llevan a la plaza. Ni los veo por televisión.

– Más de una vez le he oído hablar bien de José Tomás, Maestro…

– José Tomás en su estilo es bueno. Es un torero para entenderlo. Siempre noté que es un torero de valor pero que le falta alma. Hay que torear con alma. Todos los grandes toreros de la historia han toreado con alma.

– ¿Se siente orgulloso de su paso por el Toreo? ¿Siente que se dejó algo en el tintero?

– Yo podré haber sido mejor o peor torero, pero de lo que estoy seguro es de que el torero de más mérito en la historia del Toreo he sido yo. He sufrido mucho con mis rodillas. Operaciones, problemas…, y por culpa de mis maltrechas rodillas siempre he estado a merced de los toros. Muchas veces me he dicho delante del toro que sea lo que Dios quiera. Estoy convencido de que yo podría haber sido un torero de historia. Con mis condiciones de torero estoy convencido de que podría haber entrado en la historia del Toreo. Un torero inválido como he sido yo he matado siete corridas de seis toros. Respecto a si me he dejado algo en el tintero, he de decirte que por supuesto que sí. Los toreros se retiran sin haber hecho su faena soñada. Sin haberse realizado completamente. Los toreros se mueren sin entender completamente el misterio del toreo. Ni siquiera aquellos que han pasado a la historia por haber sido los más listos e inteligentes. El toreo es un misterio que nadie ha logrado entender jamás.

– Usted tuvo mucha amistad con José Bergamín…

– Bergamín era un ser superior. Todos sus libros son buenos y especialmente hay uno que hay que leer que es La música callada del Toreo (risas).

– Termina la entrevista y el Maestro me cuenta que ahora está mucho mejor. Que pasó por una muy mala época hace unos años pero que ahora está más «asentao». Vive en su casita de un barrio residencial de Jerez y sale poco, tan sólo a darse sus paseítos por un bello parque próximo. No le pide nada especial a la vida. Tan sólo una poquita salud para seguir disfrutando cada día de este maravilloso arte que es el vivir. Me despido de él con un fuerte apretón de manos y siento esa mirada gitana y profunda que me recuerda con una incandescencia brutal que he estado ante un ser especial. Porque todo Rafael de Paula es especial. Un ser superior. Como lo fue su toreo.

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