miércoles, 1 de febrero de 2017

La ley del gargajo / Por Jorge Arturo Díaz Reyes




Democracia, derecho a la protesta, libertad de manifestación, fueron los pretextos cómplices. Ahora, los piadosos gargajeantes, contenidos por la policía, vuelven de nuevo a la Corte y la convocan para que se desdiga. Que confiese sus equivocaciones, que les complazca y los deje prohibir, abolir, exterminar al toro y su culto en todo el país. 


La ley del gargajo

Jorge Arturo Díaz Reyes
Cali, 31 de enero 2017
En Colombia la Corte Constitucional ha dicho en repetidos fallos que la fiesta de los toros es legal, protegida por la Constitución. Jurisprudencia que terminó liberando la plaza de Santamaría, secuestrada durante un lustro por los antitaurinos alcaldes Petro y Peñalosa.

La respuesta anunciada, fue el bárbaro ataque con visos de linchamiento a los pasivos asistentes a la corrida reapertura el domingo 22 de enero. En ella, el gargajo fue la suerte reina, la consigna, el argumento principal. Disparado al rostro de las indefensas víctimas, sin distingos de género, edad o condición, precedía las otras agresiones físicas y verbales.

Democracia, derecho a la protesta, libertad de manifestación, fueron los pretextos cómplices. Ahora, los piadosos gargajeantes, contenidos por la policía, vuelven de nuevo a la Corte y la convocan para que se desdiga. Que confiese sus equivocaciones, que les complazca y los deje prohibir, abolir, exterminar al toro y su culto en todo el país. 

Claro, dado el revuelo mediático, la expectativa está que arde por este enésimo debate, (como si no hubiese asuntos más graves que atender). Desbordan los análisis, cábalas, apuestas.

Que la magistrada tal es inhábil por prejuiciada, como demuestra el haber participado en aquelarres antitaurinos. Que entonces el magistrado fulano también porque ha leído el Romancero gitano de García Lorca. Que zutanito está enfermo. Que menganito de vacaciones. Que la votación favorable se hace desfavorable, pasando de cinco a cuatro, a cuatro a tres...

Todos hacen predicciones partiendo de que los ínclitos jueces votarán de acuerdo a sus preferencias personales, a sus militancias políticas, a sus previos juicios y no a la ciega justicia. Qué injusticia.

Pocos reparan en paralelos importantes con lo ya fallado, como que el Tribunal Constitucional español, tras seis años de meditaciónes, sentenció que la prohibición a los toros en Cataluña violaba el derecho y la constitución. Que el Tribunal Constitucional alemán la semana pasada sentenció que el degollamiento ritual de corderos por los musulmanes era una práctica cultural lícita en el territorio nacional. Que la Fiscalía General de la nación colombiana señaló que criminalizar las corridas sería “populismo punitivo”. Que la cultura y los derechos humanos priman sobre los animalismos y las animaladas.

Yo por mi parte confío en que no se dará la razón a quienes pretenden imponer la ley del gargajo. Esa sí es anticonstitucional.

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