viernes, 18 de agosto de 2017

Málaga. En el memorable estreno de “Crisol”, Enrique Ponce se superó a sí mismo en una de las tardes más felices de su vida / por J.A. del Moral



Sumó cuatro orejas que bien podrían haber sido cinco y un rabo si la presidencia hubiera disfrutado tanto como cuantos tuvimos la inmensa suerte de presenciar el original y fastuoso espectáculo. Pero lo de los trofeos fue lo de menos. Cuando pasen los años, no solo los malagueños y cuantos asistimos de afuera recordaremos este gran acontecimiento. También los miles de aficionados de todo el mundo que pudieron verlo a través de la televisión. Item más: todos podremos verlo en la pequeña pantalla cuando queramos y seguro que lo haremos centenares de veces sin perder detalle de lo que ocurrió porque ya se sabe que no es lo mismo ver una corrida de toros in situ que hacerlo mediante el vídeo que guardaremos para siempre como una de la joyas taurinas más deslumbrantes que se hayan podido crear en la historia.


 En el memorable estreno de “Crisol”, Enrique Ponce se superó a sí mismo en una de las tardes más felices de su vida.

Enrique Ponce se superó a sí mismo frente a dos toros de Juan Pedro Domecq y a uno de Daniel Ruíz Yagüe. Muy especialmente con el que hizo quinto llamado “Jaraiz” de Juan Pedro al que consiguió indultar e inmortalizar gracias al inenarrable faenón que enloqueció a los espectadores. Hubiera ocurrido esto mismo en cualquier corrida digamos normal. Pero en este estreno de “Crisol”, se fundieron más metales que el del toreo porque la música sinfónica que interpretó la coral y banda de Gibraljaire, las canciones de Estrella Morente, de Pitingo, de la soprano Alba Chantar y de un grupo flamenco durante la lidia del sexto toro, amenizaron este colosal espectáculo, logrado por los que lo imaginaron y diría que lo soñaron hasta hacerlo realidad: el propio Enrique Ponce, el abogado francés y responsable político de la plaza de Mont de Marsan, Guillaume Francois, el histórico director de la banda de esta plaza gala, Michel Cloup, el gran pintor francés acogido en Málaga, Loren, que adornó los burladeros y las tablas de la barrera con maravillosas creaciones picassianas, mas cuantos les ayudaron desde puestos discretos aunque no menos efectivos. Todos ellos perfectamente conjuntados en una simbiosis cuasi milagrosa. Muy cercano a todos ellos, puedo y debo afirmar que, a lo largo de mi vida, nunca había asistido ni gozado de algo parecido por lo que, a Dios gracias, puedo afirmar que de las más de once mil corridas que llevo vistas, vividas y reseñadas, la de ayer fue la más bonita. Sentimiento que compartimos con los responsables del portento y con muchos de los más viejos que asistimos.


De los toros lidiados en variedad de tipos y comportamientos, sobresalieron los corridos en quinto y sexto lugares. Ambos de Juan Pedro Domecq. Éste último aún mejor que el indultado por Ponce en su mano a mano con el diestro malagueño, Javier Conde, singularísimo artista que ayer resucitó en varios pasajes fiel a sus geniales maneras de torear aunque, lógicamente, no en la plena forma de sus años juveniles, sobresaliendo su tercera faena, lamentablemente fallida con la espada lo que le privó de cortar la oreja que hubiera merecido.

Todo lo que escribí y publiqué ayer mismo sobre la actuación de Enrique Ponce en la plaza francesa de Bayona, referente al toreo y a la música sinfónica en sus fantásticas creaciones antes logradas en Nimes, Mont de Marsan, Istres y Santander, podría repetirlo punto por punto en esta crónica. Pero no quiero hacerlo. Lo escrito, escrito está… Lo que sí quiero decir es que el estreno de Crisol ayer en la Plaza de La Malagueta va a suponer una efectiva inyección de vitaminas a La Fiesta, últimamente tan necesitada de ayuda. Y también que este estreno de “Crisol” tendrá repercusión universal y será la partida y el origen de infinidad de ocasiones parecidas en otras muchas plazas de todo el mundo e incluso en países por el momento no taurinos. “Crisol” y Enrique Ponce no solo hicieron historia ayer porque, a partir de este estreno, estoy seguro que esta historia será interminable. !Mi enhorabuena a todos¡


Málaga. Plaza de La Malagueta. Jueves 17 de agosto. Tradicional Corrida Picassiana entroncada en la feria malagueña. Tarde calurosa con tres cuartos de entrada.
Cuatro toros de Juan Pedro Domecq y dos de Daniel Ruiz Yagüe corridos en segundo y tercer lugares. De varia presencia y juego en distintos grados de fuerza, de bravura y de noble manejabilidad. Bueno por ambos lados el que abrió plaza. Maravilloso por el pitón izquierdo el en principio geniudo en varas segundo. Noble aunque débil el tercero. Revoltosillo el cuarto. Muy noble el quinto que fue indultado. Y extraordinario el sexto que fue el mejor de la tarde.


Enrique Ponce (celeste y oro con detalles picassianos): Estoconazo, oreja y fuerte petición de la segunda con bronca al palco por no ser concedida. Estocada caída, oreja. Simuló la suerte de matar en el ya indultado quinto, dos orejas. Salió de la plaza a hombros en medio de un masivo clamor siendo llevado en multitudinaria compañía hasta el Hotel Miramar, tras clamorosa vuelta al ruedo junto a todos los protagonistas del festejo a petición del gran maestro. Brindó al público la primera y la tercera faena, y a través de la televisión a su peón Emilio Fernández, forzosamente retirado tras sufrir un infarto, felizmente recuperado para la vida civil aunque no para ejercer la profesión.

Javier Conde (marino y azabache): Estocada atravesada y descabello, petición insuficiente y vuelta al ruedo. Tres pinchazos y un cuarto hondo efectivo, ligera división de opiniones. Pinchazo, otro hondo y descabello, gran ovación con saludos.

Destacaron a caballo Manuel Quinta, José Palomares y Quinta Junior. En la brega y en palos destacaron Mariano de la Viña, Jocho y Jaime Padilla . Y con más sobresalientes intervenciones en la brega Cándido Ruiz y Abraham Neiro.
Finalizado el paseíllo, se guardó un minuto de silencio por el atentado terrorista en Barcelona. 


Enrique Ponce fue ayer el mejor Ponce que conocemos y disfrutamos. Sacó brillante partido de todo en un más allá de sus inmensas posibilidades. Tanto con el capote a la verónica en pie o rodilla en tierra, en los recibos de sus tres toros y en varios quites, también a la verónica, por delantales, por intercaladas chicuelinas, medias, largas, recortes y revoleras. Entregado toda la tarde, sus empeños fueron tan brillantes como creativos. 

Sus dos primeras faenas fueron un derroche de mando, de temple, de armonía y de elegancia. Todas proverbiales y entusiastas. El público correspondió con olés continuos, gritos de !torero-torero¡, ovaciones interminables y más que alegres además de efusivas felicitaciones. Y todo esto multiplicado por mil en la lidia y en la colosal faena con el toro quinto que indultó a clamorosa petición de toda la plaza, varias veces puestos en pie los enardecidos espectadores que estallaron en rendido entusiasmo e infinita admiración cuando Enrique cambió la muleta por el capote en los últimos tramos de su grandiosa faena del indulto para hacer el estreno mundial de sus poncinas con el capote, creación ya ensayada en tentaderos que ayer, por fin, tomó cartas de naturaleza para feliz asombro de los presentes. Su sensacional toreo en redondo y sus maravillosos naturales, los de pecho, las trincheras, los ayudados por alto y por bajo, los cambios de mano, las poncinas y la más elegante colección de adornos aterciopelados y saboreados hasta la extenuación de los presentes. Ponce actuó transido en no pocas ocasiones y hasta lloró de emoción en su vuelta al ruedo tras el indulto.



Los espectadores se felicitaron unos a otros y hasta se pellizcaron en busca de comprobar que tantos sueños fueron convirtiéndose en la más feliz de las realidades, creyéndonos ganadores de caras loterías. No había visto nunca tantos plácemes compartidos ni tan desbordante alegría general. De todo ello también pudo gozar Javier Conde aunque discontinuamente por mor de sus desigualmente felices aciertos. Fundamentales en la lidia de sus toros fueron las brillantísimas intervenciones con el capote en abundantes intervenciones de su magnifico peón de confianza, Cándido Ruíz, singularmente destacado y magistral al punto de parecer mucho más que un hombre de plata. 


Pero la música también fue un derroche que, lejos de rechinar, sirvió de celestial argamasa que se unió al toreo y la emoción a sentidos trances colectivos. En esta conjuntada unión cabe referirnos a lo que escuchamos hasta hacernos llorar.


El paseíllo se hizo al son del “O Fortuna»” del “Carmina Burana”, el oratorio de Carl Orff sobre textos medievales. En el primer toro de Ponce cantó Estrella Morente “En tus sueños” hasta enlazar con la orquestada «La Misión», de Moricone, En la vuelta el ruedo, Alba cantó «She», de Aznavour. En la faena del tercer toro sonó “Panis angelicus” de Cesar Franck, enlazada con “La conquista del paraíso” de Vangelis, “1492”. Y en la vuelta al ruedo, la preciosa “El águila negra” de Barbra. En el quinto, de Ponce, Estrella Morente cantó a San Juan de la Cruz, con música de Nyman. Tras el indulto del quinto toro, sonó “El sueño imposible” del “El hombre de la Mancha”. Todo un concierto que por sí mismo y aún sin la compañía añadida del toreo, fue de los que jamás se olvidan.


Abandonamos la plaza inmersos en un éxtasis colectivo como nunca habíamos vivido. Un estado de gracia que, por compartido entre los protagonistas y los espectadores nos supo a algo celestial, algo divino y sobre humano…

No hay comentarios:

Publicar un comentario