El hueco de Morante de la Puebla lo rellena en San Sebastián
de los Reyes el jubilado y retirado Ortega Cano.
Esta sustitución es el resultado de todos los males que acechan a la tauromaquia, convertida en un cortijo de monopolios empresariales, a espaldas del público y aislados en la ciénaga del conformismo y la autodestrucción. Esta generación de empresarios tendrá la medalla de ser la última. La metástasis de Matilla.
Ortega Cano y el secuestro del toreo
El hueco de Morante de la Puebla lo rellena en San Sebastián de los Reyes el jubilado y retirado Ortega Cano, felizmente convertido en apoderado. El Ortega Cano de este siglo. Los portales taurinos lanzaron la noticia con el cintillo de última hora y parecía que alguien pedía a través de ellos el rescate de la tauromaquia. "Tenemos a Ortega Cano y podemos utilizarlo en cualquier momento", es la amenaza. Ortega Cano representa el festín que se están dando los empresarios a costa de la afición en los últimos años, de norte a sur, de Chopera a Canorea, dirigido todo por Matilla, el meñique en todo este territorio de fortunas familiares dilapidadas.
La coartada, según Mundotoro, es que a Ortega Cano le apetece retirarse otra vez. "Donde empecé". Siempre hay una excusa para blanquear esas tendencias animalistas de los organizadores pero convertir en evento cualquier ocurrencia no sorprende ya. La vergüenza la completan las figuras del toreo capaces de tragar con todo: si un jubilado es capaz de hacer lo mismo, de pasar el miedo, de enfrentarse a un toro, ¿qué sentido tiene seguir jugándose la vida? Deberían ser ellos mismos los que pusieran coto, un cerco alrededor de la hazaña de matar a un toro, más que nada para dar valor, que haya épica, algo, no sé, todo menos un capricho espontáneo, sin planificación, malgastando una sustitución.
Tampoco Ortega Cano parece guardar algo de amor propio por todo lo que consiguió. ¿Qué cree que va a ocurrir? ¿Qué tipo de interés cree que genera ya, más allá del morbo? No sé trata de dar nombres. Cualquiera podría aprovechar mejor esa oportunidad. No hay que irse muy lejos: ayer un veintañero abrió la Puerta Grande de Madrid. Creo que ya está escrito, el mensaje es muy claro: no sirve de nada triunfar, ni intentarlo. Está claro que San Sebastián de los Reyes no es Bilbao pero a los nuevos los tendrán que conocer en provincias. Así es imposible llenar el resto de plazas.
Esta sustitución es el resultado de todos los males que acechan a la tauromaquia, convertida en un cortijo de monopolios empresariales, a espaldas del público y aislados en la ciénaga del conformismo y la autodestrucción. Esta generación de empresarios tendrá la medalla de ser la última. La metástasis de Matilla.
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