jueves, 14 de septiembre de 2017

Oliva Soto, un grito salido del alma / por Manuel Viera



Ahora todo lo hace con elocuente sencillez, sin efectismos ni concesiones, con un sitio apabullante y una sensibilidad emocional que contagia. Su toreo fue de oro puro y acariciante terciopelo. Simple artesanía. Una tauromaquia para mostrar por los circuitos de las grandes ferias de temporada. Lo contrario no tiene perdón de Dios.

"Me lo contó de inmediato Álvaro Rodríguez del Moral mientras caminaba presto a teclear lo sucedido esa misma tarde en la plaza de toros de Utrera. Después lo leí"
Oliva Soto, un grito salido del alma

Manuel Viera - 13/09/2017
Tal vez no sería demasiado descabellado considerar que lo hecho en Camas por Oliva Soto en la tarde que honró a su tío, el recordado Ramón Soto Vargas, corneado mortalmente en la Maestraza hace veinticinco años, ha sido, además, una protesta muda y silenciosa. Un grito salido del alma. Un golpe de atención de un torero con fundamento que no encuentra acomodo en este mundo confuso y desordenado, de complejas estructuras que impiden, y no permiten, el entendimiento real de la necesidad de torear. Sobre todo, cuando quien lo hizo durante la lidia de cuatro toros en su localidad natal ofreció, con el toro bueno y con el toro malo, una sui generis retrospectiva de su arte, penetrando en la naturalidad sin obviar el poderío y la pureza que suscita la emoción. Y el resultado, realmente, fue concluyente.Me lo contó de inmediato Álvaro Rodríguez del Moral mientras caminaba presto a teclear lo sucedido esa misma tarde en la plaza de toros de Utrera. Después lo leí. Y me deleité también con la película de la elegancia, la inspiración, la fina sensibilidad y la delicadeza de su toreo ilustrando unas formas diferentes a las habituales. Y me resultó cuanto menos peculiar comprobar el abismo que se vislumbra entre lo natural y lo artificial. Porque lo primero fascina y lo segundo adormece. No dudo que ningún alma sensible permaneciera allí ajena a tanta expresividad. A la revalorada variante de una tauromaquia tan de quejío como desacostumbrada. Un toreo con el que dibujó los inapreciables límites del deseo mediante trazos construidos sobre la luminosidad de un fondo de sentimientos. 

Está claro que el buen torero sevillano sorprendió en su gesto de Camas por el enriquecimiento de su lidia basado en un concepto sin resquicios a la modernidad. Por el planteamiento de unas faenas tan distintas a aquellas con problemas que determinaban su límite. Ahora todo lo hace con elocuente sencillez, sin efectismos ni concesiones, con un sitio apabullante y una sensibilidad emocional que contagia. Su toreo fue de oro puro y acariciante terciopelo. Simple artesanía. Una tauromaquia para mostrar por los circuitos de las grandes ferias de temporada. Lo contrario no tiene perdón de Dios.

El torero Alfonso Oliva Soto, a la derecha de la imagen, el día de la presentación del cartel del festejo con el que va a rendir homenaje a su tío Ramón Soto Vargas: Click

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