Este artista plástico es catalogado actualmente como uno de los mejores pintores taurinos del mundo. Su historia es la de un jovencito que emigró a Europa, se abrió camino y triunfó en un mundo ajeno y distante.
Diego Ramos, uno de los mejores pintores taurinos visita México
El hombre desciende por una de las angostas escalerillas de la Plaza México y llega hasta la zona de barreras. Es un día soleado y la brisa mueve su melena entrecana. A quienes lo reconocen les brinda una sonrisa franca, pero en cuanto puede desparrama la mirada indagadora y alegre que se bebe la tarde. Está a punto de iniciar la corrida del LXXII aniversario del coso. Se trata del pintor colombiano Diego Ramos.
Este artista plástico es catalogado actualmente como uno de los mejores pintores taurinos del mundo. Su historia es la de un jovencito que emigró a Europa, se abrió camino y triunfó en un mundo ajeno y distante.
Tal como sucedió con su paisano el matador César Rincón que en los 90´s se encumbró en los ruedos españoles; Diego Ramos, y valga la comparación, ascendió en los lienzos. Con el toro, los toreros, el caballo y el flamenco como principales referencias, crea obras de arte que están altamente cotizadas.
Durante su reciente viaje relámpago a México, concedió una entrevista exclusiva para el
-¿Cómo fue el proceso para llegar al nivel en el que te encuentras ahora?
-A fuego lento, porque pasé por años muy duros desde que llegué a España porque mi obra era endeble ya que contaba con muchos referentes de los grandes maestros españoles como Ruano Llopis, Roberto Domíngo, García Campos y López Canito, pero en base a pintar sin descanso y a las críticas positivas fue saliendo mi personalidad.
-¿Cuándo encontraste tu estilo?
-La pintura se aprende cada día, no le ves el fondo; hay que seguir aprendiendo siempre. Es como ir al psiquiatra: tienes la tela delante y ésta te hace preguntas y tú le contestas. Yo pinté sin descanso por mucho tiempo y me inscribí a concursos de carteles taurinos, por lo que tenía que presentar trabajos originales y para llegar a eso tuve que destruir muchas obras… lija, espátula y a raspar hasta que encontraba lo que quería.
Además, pienso que el resultado actual es porque en nuestra obra los pintores empezamos a ser más interesantes cuando nos hacemos mayores porque la pintura toma poso, oficio y personalidad, ya que pintas lo que te sale del alma.
VOCACIÓN
A este personaje de 42 años de edad el toreo le llegó en línea directa por influencia familiar, ya que su padre elaboraba monteras en Colombia. Desde niño convivió con toreros, banderilleros y gente del toro, por lo que acudía a ganaderías y en sus cuadernos escolares plasmaba lo que ahí veía, hasta que llegó el día en que le ganó la afición y se bajó a torear. Se tomó el tema en serio y acudió en primera instancia a la escuela taurina de Bogotá y más tarde a la de Madrid, aunque relató que era corto de valor, en verdad lo que ocurrió es que le ganó su vocación de artista plástico y se dio a conocer a través de exposiciones en las ferias taurinas.
-¿En qué momento sientes que se dan los cambios más marcados en tu forma de pintar?
-Cuando legué a los 35 años de edad, habría expuesto hasta en 80 ocasiones. Luego me volví más selectivo. Mis exposiciones de verdad importantes son las que tuve en Madrid, París, Ciudad de México, Bogotá y Medellín.
Algo que Diego Ramos deja bien claro es que no le gusta de pintar por encargo.
“Le huyo al encargo porque me suele aburrir una barbaridad. Pinto para mi placer porque no me gusta pintar para convencer a otro, sino para complacerme a mí”.
-Mantener esa tónica es honesto pero muy complicado…
-En mis inicios traía los bolsillos secos, pero conforme avancé fui subiendo mis precios. Es mi forma de pensar y no me gusta traicionarme.
-¿Cómo habrían hecho, por ejemplo, artistas como Goya para pintar a la realeza europea, en cuadros por encargo, o a La Maja Desnuda?
-Bueno si fuera la Maja Desnuda yo me apuntaba… es más ¡qué me encarguen muchas, ja,ja, ja!
– O Las Meninas de Velázquez…
-Lo cierto es que Los Caprichos de Goya son más fuertes y personales que las obras que pintaba para los Reyes y en Las Meninas de Diego Velázquez, así como en otras obras de la realeza, la técnica de los grandes maestros de la pintura, sobrepasó casi lo humano.
-¿Cuál es tu obra y pintor favorito?
-En la cabeza me caben muchos toreros y muchos pintores, pero los del siglo XIX, en Europa, son muy potentes. Tengo fascinación por los croquis de danza y anatomía de Edgar Degas, él veía tutús y yo veo toreros. Me gusta Monet, Fortuni, Joaquín Sorolla.
El maestro por antonomasia: Miguel Angel. En fin, los maestros de los cánones clásicos donde nos miramos todos los pintores, como Velázquez para los que amamos los grises y la atmósfera en la pintura.
-¿Qué buscas encontrar en una plaza de toros?
-La estética. Soy defensor de que entre lo cruento del toro existe una estética inconmensurable. Soy sensible al cromatismo, es decir a los colores. Mi estado de ánimo va según el Sol. Cada mañana, cuando abro la ventana, hago un estudio a mi corazón y digo, por ejemplo, hoy, azul es… pero, bueno, en las plazas observó las fibras porque aprendí a mirar; el ojo debe ser educado. Estoy contento en los primeros tres o cuatro toros, pero cuando se tapa el sol ya disfruto menos. Lo mismo me pasa en las plazas cubiertas o en las corridas nocturnas, porque no hay suficiente luz y contrastes.
-¿Y lo que observas te lo llevas en la cabeza o recurres alguna vez a la fotografía?
-Sí, también, Pablo Picasso la utilizaba, ahora es una herramienta muy útil.
-¿Cuándo veremos otra vez, tu obra en México?
-Me lo estoy planteando, pero como antes “fui tremendista” de las exposiciones, ahora intento exponer poco y disfrutar mucho. Este año voy a exponer en la Feria de San Isidro en Madrid, donde llevaba nueve años sin colgar obra; es decir, toreo menos pero escojo mejor, por eso estoy tratando de hacer una exposición cada dos años.
-¿Hoy por hoy qué buscas plasmar en tu obra?
-No sé si lo llegaré a conseguir, pero quiero defender, potenciar y mostrar la parte rítmica y bella del toreo. El temple me fascina. Existe temple en el toreo, en el cante, en la danza y hasta en el sexo. Para todo hay que tener temple en la vida, hasta para salir espantado. Siempre he tratado de atraparlo en la pintura.
-¿Qué impresión te llevas de la Plaza México, en esa tarde de aniversario?
-Estoy inquieto por la falta de raza de los toros. Es preocupante el número de público que es irrespetuoso y que lanza almohadillas a los toreros por la falta de raza del toro que está lidiando. Me quedo con esa otra parte del público que explota con olés cuando ve un detalle hermoso en el ruedo. En América tenemos una fiesta brava muy hermosa y a ratos la estamos descuidando cuando en realidad hay que potenciarla.
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