lunes, 17 de septiembre de 2018

Salamanca. El sol que vino de Perú / por Paco Cañamero


Roca Rey mostró esa personalidad tan arrebatadora en La Glorieta. Foto: Miguel Hernández


Y la tarde fue de Roca Rey. Del sol que ha venido de Perú para alumbrar las oscuridades del toreo y se mostró rotundo de principio a final

El sol que vino de Perú

PACO CAÑAMERO
Roca Rey, que tiene cara de ser el más listo de la clase, ha puesto firmes a las llamadas figuras con su rebelión. Tras José Tomás no había nadie tan capaz de movilizar a las masas, de tener en vilo a la afición y de volver a llenar las plazas. De despertar a las gentes ante un torero de otra galaxia, que se arrima y logra emocionar, pero que además tiene una interpretación cada día más pura, con mucha verdad, mano baja y citando con la panza de la muleta. Casi en las antípodas de las figuras de ayer, que llegaron con el mando a distancia, el torito a modo y los pitones sospechosos, el ventajismo por norma, con el ‘julipie’ y encima sin dejar que desde el tendido increpasen sus abusos, sobre todo Ponce. Dos figuras que ven perdido su trono de comodidad porque desde Lima, el imperio de los incas, ha llegado un nuevo sol para alumbrar la oscuridad que se cernía sobre la Tauromaquia, la falta de luz con gente tan caduca que a nadie sorprende ya –y ojo que han sido grandiosos toreros- y desde hace tiempo su carta de presentación es más de los mismo. Por eso, es de agradecer que este limeño haya llegado con la escoba para renovar el toreo, aunque también hay que exigirle, porque ya es la máxima figura exigir toros con más trapío y las defensas limpias, él que puede, que ahora está gozalón y con la hierba en la boca.

Por eso le ha quitado los aplausos a Ponce y el Juli, también el dinero es para él, que es quien llena y además emociona. No hay más que ver cómo devolvió a la plaza el brillo de añejas tardes que ya parecían olvidadas cuando por estos días, todo el mundo del toro miraba a Salamanca.

Y la diferencia fue abismal. Entre el pasado y el futuro que rivalizaron sobre las arenas de La Glorieta dando paso a la claridad del mañana. Ponce que encabezó el cartel no ha debido llevarse un buen recuerdo de este día, porque ha sido el del cambio de una época, el de un terremoto taurino con epicentro a la vera del Tormes que ha comenzado a escribir otro capítulo de la Tauromaquia. Por eso, ante el panorama que se vislumbraba él tampoco parecía muy eufórico a tenor de sus reproches contra el público que le censuraba alguna laguna en su hacer, en actitud negativa de quien ha sido un modelo para el toreo y olvida que quien paga –además de los prohibitivos precios de La Glorieta- es soberano y está en toda la razón de abroncar o aplaudir. Su primero, de insultante cara, embistió de manera cansina a su capote antes de mandar que lo castigasen duramente en el caballo y después cortó en banderillas. Muy apagado llegó a la muleta y Ponce lo sobó tratando de engolosinarlo a las telas, dejándolo ir y venir, sin agobiarlo, lo que acabó por aburrir a la gente. Puso fin con unos doblones cargados de torería que le supusieron una oreja, aunque la oreja de carácter totalmente pueblerina concedida porque parte del público era festivo. Tampoco hubo nada reseñable en su segundo, que se arrancó con codicia a su capote. Brindó al público antes de comenzar doblándose con él en el tercio e inmediatamente coger la pañosa sobre la diestra para rematar una serie ante un toro que, enseguida, se apagó para buscar el chiquero y escarbar. Ahí intentó redondear un éxito por poncinas, pero la gente ya solo quería que lo matase, algo que acabó convertido en un quinario. 

El Juli, el otro fracaso de la tarde, se mostró sin frescura y demasiado mecánico, aún así firmó un bello inicio de faena a su primero, un toro muy parado, al que provocó las embestidas logrando los momentos más intensos en dos redondos ligados. Muy afanoso también en torear para fuera. El quinto, que lo brindó al público, también estuvo entregado en un trasteo rubricado en los medios, sometiendo al toro en series largas y de mano baja, aunque sin romper. En profesional que se dice en la jerga y algo que está siempre tan reñido con el arte, porque es abusar de la técnica y ya se sabe que en el toreo la técnica, es la madre del aburrimiento y asesina de la inspiración.

 Luego a la hora de matar volvió a insultar a la pureza con ese horroroso ‘julipie’ que debería ser sancionado por deshonrar la pureza del toreo. Por si fuera poco se le fue la mano y todo quedó en un infame estoconazo que hizo guardia, antes de una casi entera.

Y la tarde fue de Roca Rey. Del sol que ha venido de Perú para alumbrar las oscuridades del toreo y se mostró rotundo de principio a final. Su primero se enceló con el caballo del que salió con el pitón derecho partido  y al que realizó un gran quite que fue el primer toque de atención de todo lo que vendría después. Porque ya todo fue delicioso desde el mismo momento que inició el trasteo por ceñidos estatuarios en el preámbulo de un faenón ante un toro de bondades y nobleza. Inmejorables sus series sobre la diestra que con largura, empaque, mano baja y profundidad. No acabó de estar a la misma altura al natural, donde al toro le costaba mucho más, por lo que limeño, con su torrente de frescura y ambición, tras unos pases cambiados que devolvieron el fervor recuperó la muleta en la diestra para poner a todos de acuerdo. ¡Y gustándose! No faltó el afarolado, junto a la rúbricas de unas ajustadísimas bernadinas. ¡Colosal! Igual premio logró en el sexto –que brindó al gran Toni Sánchez -un profesional de la comunicación charro que estuvo a sus órdenes-, aunque la faena no tuvo tanta enjundia, pero la tarde ya iba embalada y la gente loca por él, sobre todo en los parones. Y en esa personalidad tan arrebatadora, junto al valor que lo han aupado hasta el trono del toreo, a quien llegó desde el reino de los incas para iluminar una Fiesta que se apagaba.

FICHA DE LA CORRIDA

Domingo, 16. Ganadería. Se lidiaron toros cinco de Garcigrande y uno de Domingo Hernández (el cuarto), desiguales de presentación y de juego. Destacó el lidiado el tercer lugar, herrado con el número 1 e inscrito con el nombre Capitán, que fue premiado con la vuelta al ruedo.

Enrique Ponce: Oreja y ovación con dos avisos.

Julián López ‘El Juli’: Ovación con saludos tras aviso y silencio tras aviso.

Andrés Roca Rey: Dos orejas tras aviso y dos orejas.

Ambiente: Lleno en tarde bochornosa.




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