jueves, 13 de septiembre de 2018

La temporada del fraude / por Joan Colomer



Urge neutralizar los efectos desmoralizadores de los escandalosos aunque presuntos casos de manipulación de astas. La desfachatez de los toreros durante esta temporada no tiene precedente alguno, pero la autoridad está totalmente inhibida y el público traga con todo. Recordemos aquella memorable tarde del 12 de octubre de 1952...

La temporada del fraude

Joan Colomer
Pureza y emoción, Jueves 13 de septiembre de 2018
El 12 de octubre de 1952 se celebró una corrida inolvidable en la plaza de toros de Madrid. El carácter memorable del festejo lo fue por un doble motivo: lo que sucedió en el albero de la Monumental madrileña y las consecuencias que tuvo para el devenir inmediato de la Fiesta de los toros. Aquella tarde venteña de hace ya sesenta y seis años se acarteló a los diestros Antonio Bienvenida, Juan Silveti y Manuel Carmona junto con una bravísima e imponente corrida del Conde de la Corte. El festejo, a beneficio del Montepío, fue un éxito rotundo y los espadas cortaron orejas a todos los astifinos y boyantes astados a los que dieron cuenta. Si la corrida fue inolvidable para el aficionado, sus antecedentes y consecuencias tienen aún muchísima más trascendencia. 

Antonio Bienvenida era el presidente del Montepío y buscó con esfuerzo la colaboración de las primeras figuras del toreo para su participación en este festejo benéfico.Todas ellas se negaron rotudamente a formar parte del cartel ya que, según declaró el mismo Bienvenida, los toros del Conde de la Corte no estaban afeitados. 

Bienvenida no se mordió la lengua cuando el crítico Curro Meloja le preguntó por ello en una entrevista radiofónica. Afirmó que, desde el final de la Guerra, la mayoría de los toros lidiados por las figuras sufrían importantes mermas en sus defensas. La valentísima denuncia provocó un alboroto tremendo en el mundo taurino que, al igual que en la actualidad, trató de desvirtuar la realidad. No obstante, la afición y la autoridad reaccionaron unánime y rotundamente. Pocas semanas después de las declaraciones de Antonio Bienvenida, se publica en el Boletín Oficial unas órdenes del Ministerio de la Gobernación disponiendo que las astas de los toros lidiados sean recogidas, guardadas en cajas selladas por el delegado gubernativo y remitidas a Madrid para su examen en la Escuela Nacional de Veterinaria. Caso de descubrirse la menor manipulación, los ganaderos, empresarios e incluso los propios diestros serán severamente sancionados, pudiendo llegar a la prohibición de vender reses los primeros, celebrar espectáculos los segundos o actuar en público durante temporadas enteras los últimos. Las consecuencias de la denuncia del maestro Bienvenida fueron muy positivas para el desarrollo de la Fiesta en las temporadas posteriores.

Recordando lo sucedido hace sesenta y seis años, no estaría de más que alguna de las primeras figuras actuales velase por la integridad del espectáculo y denunciara el fraude manifiesto que ha impuesto la picaresca actual en los festejos taurinos. 

Pero es muy dudable que suceda eso. Las primeras figuras y toreros prestigiosos son, precisamente, los que parecen no hacer ascos a las supuestas manipulaciones. Todos sabemos quienes son esos toreros, apoderados, empresarios y ganaderos que juegan, cada vez más descarada e impunemente, en la ruleta de la estafa o en la partida sucia y vergonzosa, destruyendo la grandeza y autenticidad de un espectáculo que se va deteriorando por momentos. Urge neutralizar los efectos desmoralizadores de los escandalosos aunque presuntos casos de manipulación de astas que hemos visto este año en muchas plazas de toros, para que no se generalicen aún más la próxima campaña. La desfachatez de los toreros durante esta temporada no tiene precedente alguno. Lo que más preocupa, sin embargo, es el misterioso silencio de asociaciones taurinas, que no se han pronunciado, y de la mayoría de los portales taurinos, que sólo cantan las excelencias del rey desnudo a cambio de su oro. El tema es muy grave y delicado. La autoridad está totalmente inhibida. El público traga con todo. Muchos toreros han perdido su dignidad y el respeto hacia la profesión.


Si seguimos así podemos darles vacaciones indefinidas a los animalistas, porque la Fiesta morirá por culpa de los propios taurinos.




Astas de los toros de El Vellosino que se lidiaron este año en Huesca en el mano a mano Ponce - El Juli. La autoridad decidía tras el festejo mandarlas a analizar. Fotos: Alfonso Ibarra 

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