sábado, 22 de septiembre de 2018

Un Cisneros de hoy. «El profesor Alfonso Ortega Carmona fue una verdadera eminencia en el ámbito de la oratoria y la retórica»



Entre sus inquietudes intelectuales durante las tres décadas de estancia en las aulas salmantinas, sobresale otra no menos relevante: su amor por la fiesta de los toros, cuya dimensión cultural estudió en la Cátedra de Taurología fundada por él.

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Un Cisneros de hoy. 
«El profesor Alfonso Ortega Carmona fue una verdadera eminencia en el ámbito de la oratoria y la retórica»

Ignacio Miranda
Apenas ha ocupado algún breve en los obituarios la muerte de Alfonso Ortega Carmona, catedrático de Griego en la Universidad Pontificia de Salamanca, decano de su Facultad de Filología Bíblica Trilingüe e impulsor del Instituto de Estudios Europeos. El profesor fue una verdadera eminencia en el ámbito de la oratoria y la retórica. Políticos y juristas recibieron sus enseñanzas para la articulación de un buen discurso, para la expresión fluida y ordenada de ideas, para la argumentación razonada. Era una época en la que ya descendía el nivel de forma alarmante, pero no hasta el extremo de que un presidente de gobierno tuviera que repetir en tono farruco, diecisiete veces, esta condición en una entrevista televisiva preparada ad hoc.

La biografía de este sacerdote franciscano que irradiaba la paz del santo de Asís es digna de admiración. Paisano de Paco Rabal, nació en Águilas en 1929, hizo el bachiller en Cehegín y los estudios eclesiásticos el seminario de la orden en Hellín. Pero su pasión era la literatura clásica. Tuvo el privilegio de estudiarla en Munich y Friburgo, además de empaparse de las enseñanzas de filósofos como Martin Heidegger, a quien consideraba su maestro. Doctor en Filología Clásica, fue un traductor incansable de Platón, Sócrates, Homero, Cicerón, Quintiliano y Píndaro, entre otros.

Entre sus inquietudes intelectuales durante las tres décadas de estancia en las aulas salmantinas, sobresale otra no menos relevante: su amor por la fiesta de los toros, cuya dimensión cultural estudió en la Cátedra de Taurología fundada por él. Una iniciativa para defender sin complejos el espectáculo, que aglutinó en su día a nombres conocidos de las letras y las ciencias, con una actividad plasmada en conferencias, mesas redondas, artículos y exposiciones. Algo que deberían saber los activistas del PACMA y similares. En definitiva, decimos adiós a un cura ilustrado, a un humanista de vocación, a un Cisneros contemporáneo.

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