lunes, 23 de septiembre de 2019

Madrid. Gran tarde de toros, y van tres, esta vez con Saltillo y Arauz, más la pura hombría de Sergio Serrano


«Ἀγεωμέτρητος μηδείς εἰσίτω»*

José Ramón Márquez
Hoy tocaba el segundo de los llamados “desafíos ganaderos”, que son como dos medias corridas de toros a la moderna. Antiguamente se llamaba media corrida de toros a la que se celebraba solamente por la tarde, o sea a lo que hoy en día llamamos la corrida de toros, que para nuestros antecesores los aficionados de finales del XIX la corrida no era completa si no tenía lugar por la mañana y por la tarde. Hoy, como aquél que dice, con tres toros de dos ganaderías, con dos medias corridas, una de Saltillo -eterno recuerdo del inmortal Cazarrata- y otra de Araúz de Robles, formaron la corrida de este domingo. Yo sigo preguntándome si es que Araúz no va a tener seis toros para Madrid, que Saltillo ya sabemos que sí que los tiene; pero bueno, eso son cuentas que debe hacer el empresario don Domb, con la vista puesta en el taquillaje y se conoce que establecer esas infundadas competencias se ve que le reportará sus resultados, los que sean. Un día tenían que hacer un desafío de estos con tres de Juan Pedro y tres de Parladé, pongo por caso, que ese día sí que nos íbamos a reír un rato largo. Podrían titularlo: “Desafío en la granja”, para que nadie se llamase a engaño, un duelo de toros artistas, como quien dice ARCO contra la Bienal de Venecia.

El Gerente Rociero (de Rocío Díaz Ayuso) en el callejón

Al descorrer la diestra mano del barquillero que se ocupa de los toriles el cerrojo de la puerta de la izquierda, irrumpió en la blancuzca arena de Las Ventas la sólida estampa de Pajarero, número 45, con el hierro de Saltillo. Un tío. Su lidia y muerte correspondía al ya veterano Francisco Javier Sánchez Vara, el diestro alcarreño que se las vio con Cazarrata, que es una de esas cosas que imprimen carácter a una vida. Sánchez Vara bregó con poder y cuajo las primeras embestidas de Pajarero, saliéndose con él hacia el tercio a base de soltura y buen trazo. Éste es uno de los mejores momentos de Sánchez Vara en la tarde de hoy. El otro es lo bien que estuvo con las banderillas en este primero de la tarde, con dos cuarteos de poder a poder y un tercer par de adentro hacia afuera en el 9, hecho a base de verdad. Antes de las banderillas ahí estuvo Francisco Javier Navarrete en la cosa hípica, pegando con dureza al de Saltillo, que tuvo un comportamiento a más, saliendo de naja en la primera vara, recibiendo mucho quebranto en la segunda y empujando con ganas en la tercera.

Saltillo arena y cal

Luego, en la cosa de la muleta, el sempiterno Sánchez Vara, la absoluta fidelidad a su estilo que se luce más con el toro que pega bocados y no deja estar que con el de tirar líneas. Las buenas gentes de Madrid, esos ogros de los que algunas almas sensibles abominan, se portaron con Sánchez Vara con una mezcla de padrinazgo y generosidad cantándole como óptimo su trasteo de siempre y si llega a matar certeramente lo mismo hasta le habían recompensado con algo… pero la deficiente estocada, pinchazo al fin, echándose hacia afuera y soltando la muleta, y la otra, hecha de la misma manera, tendida, habilidosa y ventajista, no fueron argumentos de peso que sirvieran para poner en valor el conjunto de su labor.

Arauz arena y cal

Por el mismo portón que el anterior salió el primero de Arauz, Latoso, número 63, negro y listón, remitido a la atención de don Javier Castaño Pérez. Latoso acarreaba noventa quilos menos que el anterior, sin que eso fuese impedimento para presentar netamente sus señas de identidad: seriedad y trapío. Acudió presto el toro al cite, empujando con clase, recibiendo un puyazo algo trasero de Pedro Iturralde, buen jinete y buen picador. A la segunda convocatoria el toro se arranca de bien largo con alegría e Iturralde le vuelve a detener poniendo la puya en el mismo sitio y… nada más, porque cuando todos esperábamos ver al toro en la tercera convocatoria, al bueno de don Trinidad López-Pastor, Presidente del festejo, le dio por cambiar el tercio, que lo mismo ya la tarde se le estaba haciendo pesada. Luego vino lo de las banderillas, que es una baza que Javier Castaño juega con inteligencia, y ahí estuvieron Marco Galán en la cosa de la brega y con los palitroques Joao Ferreira y Fernando Sánchez.

Un torero en la Andanada

El primero de ellos se esforzó en el tercer par, ejecutado muy apuradamente, y el segundo se dedicó a la toma del olivo, que es su manera habitual de rematar sus aclamados pares. En la cosa de la muleta la cosa cambia, porque el toro es como para liarla, sin que eso quiera decir que el animal no fuera exigente, pero Castaño no está en esa disposición y se dedica a maltratar al toro a base de trapazos que no conducen a nada y, después, a las absurdas cercanías y ahogos de la embestida. Pena de toro, que tras recibir un pinchazo en el que su matador se queda en la cara y una puñalada, rinde su vida para ser arrastrado por el tiro de mulas mientras se le rinde el reconocimiento de una fuerte ovación.

Chirón de Arauz

Con el magro bagaje de un solo festejo en el año pasado se presenta ante la despiadada cátedra el albaceteño Sergio Serrano, a tratar de subir el Tourmalet que le esperaba en los chiqueros. Tercera salida por el de la derecha, segundo de Saltillo, Palmito, número 23, un serio cárdeno claro al que Serrano se fue a recibir de rodillas. El animal enviaba un claro mensaje de miedo, al que Francisco Plazas fue perfectamente sensible, por mucho que anduviera montado en su Leopard 2A6 guarnecido de faldillas. El paso del toro por lo del jaco no fue como para tranquilizarse, pues su condición mansa y violenta quedó muy de manifiesto, a base de tardear e irse suelto de la suerte por dos veces. Luego, como quien no quiere la cosa, le arreó una cornada a Caco Ramos mientras bregaba y en el desconcierto que se formó recibió otra vara de cualquier manera. En banderillas la cosa se puso fea: una en la primera pasada, otra pasada en falso, otra en la tercera, un capote roto y, por fin, un par de palos: nadie estaba a gusto ahí.

Palmito de Saltillo

Y ahí está Sergio Serrano, que se va con mucha seguridad con el toro a los medios a dictar su clase basada en la colocación, la firmeza, el valor, esas cosas que mantienen en pie la fiesta de los toros desde la época de Cúchares y de Montes. Imposible apartar los ojos de la lucha entre Serrano y Palmito. Ambos ponen sobre el tapete su inteligencia contra el otro y Serrano le roba literalmente al toro dos derechazos que son dos obeliscos de torería, ganada la posición, arriesgando. Y luego, para que no se diga, lo intenta por el izquierdo y recibe las agrias tarascadas del toro, que ni pasa, y vuelve a la derecha a la porfía denodada, a plantear una de las más sinceras y hermosas faenas que se han visto este año en Madrid, pura hombría. Un pinchazo y una estocada baja ponen fin a la vida de Palmito y una merecida vuelta al ruedo, dada con lentitud gozosa, es el galardón para Sergio Serrano.

Latoso de Arauz

A Chirón, número 74, de Araúz, le correspondió salir por el portón de la izquierda y dio su toque de atención cuando le tocó entrar en el negociado de Adrián Navarrete, que aguantó con decisión, defendiendo con vigor a su cabalgadura, la fuerte acometida del toro. En la segunda se va el toro, pero vuelve en seguida y ahí está Navarrete para sujetarle, aunque el bicho se acaba yendo y coceando. En la tercera se arrancó de largo y la puya cayó trasera. En la cosa de las banderillas la cosa fue de sainete, o sea que correremos el telón para llegar al trasteo de Sánchez Vara que por momentos, sobre todo al principio, fue jaleado por ciertos espectadores, como si no hubiesen tenido enfrente unos minutos antes la verdad de Serrano como para aceptar la ventajista y tramposilla propuesta de Sánchez Vara. Puedes engañar a todos un rato, pero no a todos todo el tiempo y así las gentes se fueron cayendo del guindo y la labor del alcarreño fue siendo valorada a la baja a medida que pasaba el rato. Con una estocada baja echándose fuera fue suficiente como para que Chirón se fuese en dirección a chiqueros, donde dobló.

Charquerito de Saltillo

Segundo episodio de Castaño, con Charquerito, número 44, de Saltillo, al que desde el principio se notó que él no era de los bajar la cabeza. Bueno, antes de eso había hecho una salida espectacular recorriendo el ruedo a toda carrera desde la puerta de chiqueros hasta el burladero del 6, que era una gloria verle. En varas recibió una trasera en la que no se empleó, otra en la que se repucha y le pegan poco y, al fin, otra en la que se abalanza sobre el penco que estaba de espaldas y ahí le coge Javier Martín como puede. Vuelve a bregar Marco Galán y le pegan una ovación a Sánchez, vaya usted a saber por qué, que no es ni la sombra del que era. No merece mucho la pena detenerse en Castaño que, a todas luces, es el que en esta tarde no ha dejado nada para el recuerdo. Con la espada, mal: un pinchazo, otro tirando la muleta, otro bajo y media tendida y trasera es el parte de guerra.

Pajarero de Saltillo

Con expectación se aguardaba la segunda venida de Sergio Serrano, que por segunda vez se va a echarse de rodillas ante la puerta de los toriles por donde va a salir Chirivito, número 79, al que tras el susto inicial, una vez erguido, le lía un popurrí de lances que hacen más mal que bien a las condiciones del toro, pero que le sirven al torero para cosechar media fanega de aplausos. Desde ese momento, viendo el toro todo lo que había visto, su concepción del mundo cambió y puede decirse que ya el resto del tiempo estuvo muy avisado. Acudió con viveza al caballo de Agustín Moreno que practicó el arte del marronazo en su primer encuentro y tardeó en su segunda entrada de la que salió suelto y coceando. El vis a vis con Sergio Serrano fue desabrido en grado sumo. El toro estaba muy orientado, pero el torero no se amilanó. Lo intentó por los dos pitones y, cuando se vio que no había forma, lo macheteó y se dispuso a matarlo, aunque el animal se tomaba sus precauciones obstaculizando lo que podía las intenciones del albaceteño que se tiró para cobrar un pinchazo en los blandos en su primera tentativa, media habilidosa que el toro escupe, y que es la que lo ha de matar, y otro pinchazo antes de que el toro doble.

Chirivito de Arauz

Gran tarde de toros, y llevamos tres seguidas. Aquí ni arte ni zarandajas: el toro poniendo problemas y los toreros a resolver. Hoy ninguno de los tres toreros puede decir eso de que ha estado “muy a gustito”. A Sergio Serrano hay que volver a ponerle, es de justicia.

Perplejidad saltillesca de Palmito
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*Aquí no entra nadie que no sepa geometría

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