jueves, 26 de diciembre de 2019

El primer festejo taurino celebrado en Barcelona / por El Diestro y ¡Olé!



La relación que va seguidamente corresponde a una fiesta de toros acaecida en Barcelona el año 1601. Era la primera de este género que tenía por escenario el magnífico decorado urbano de la Ciudad Condal de principios del siglo XVII.

El primer festejo taurino celebrado en Barcelona

25 diciembre, 2019
Reproducimos un artículo publicado en el semanario El Ruedo, en el número 438, de noviembre de 1952, que habla del primer festejo taurino celebrado en Barcelona y firmado por Cayetano. Dice así:

«Es muy lógico que el aficionado a nuestra Fiesta sienta curiosidad por conocer cómo hace la friolera de trescientos cincuenta y un años tenía esta su realización en los cosos. Cómo los caballeros, sobre corceles briosos y luciendo sus arreos de lujo, daban el arte de lidiar a caballo su impresión más suntuosa y de mayor riesgo.

La relación que va seguidamente corresponde a una fiesta de toros acaecida en Barcelona el año 1601. Era la primera de este género que tenía por escenario el magnífico decorado urbano de la Ciudad Condal de principios del siglo XVII.

La fiesta de toros se celebró el 3 de diciembre del año mencionado, y está relatada con todo detalle en dialecto catalán en el “Dietari” número 22, que se conserva en el Archivo Municipal de Barcelona.
El erudito escritor catalán señor Gispert dedicó un interesante estudio a todas aquellas fiestas, y de sus observaciones se deduce que el día anterior al de la fiesta de toros se celebraron torneos, y que esta fiesta fue la primera de su género que tuvo lugar en la Ciudad Condal, a pesar de que ya eran conocidas en otras ciudades de España.

La fiesta de toros se realizó delante del palacio de los virreyes de Cataluña, en el mismo lugar en que se efectuaban los torneos. El duque de Feria se colocó en el mismo balcón en que presidió aquellos, y los diputados y “concellers” tomaron aposento en las tribunas que para los mismos se habían levantado.

El primer toro que salió a la plaza debió ser manso de solemnidad, a juzgar por los datos que facilita el documento citado. Más que embestir, su tendencia era a la huída, y en vista del aburrimiento que motivaba su presencia en el ruedo, el virrey mandó que lo desjarretasen.

El segundo toro fue primeramente lanceado y al quedar con vida se dio orden de que fuera muerto con dagas y espadas. Los encargados estos menesteres se dieron tan prisa y garbo en realizar su cometido, que aquello fue ni visto ni escuchado, no dando lugar a que intervinieran los capeadores y pudieran lucir y entretener a la bravura del toro.

A los espectadores no agradó aquella celeridad, que tampoco dejó satisfecho al duque de Feria, que en funciones de director de la fiesta mandó los oficiales que le acompañaban recado a los “toreadores” para que en otra ocasión análoga se comportaran de manera diferente.

Se retiraron estos, y entonces apareció  en la plaza el caballero don Pedro Vila de Clascar, muy conocedor del toreo a caballo. Monteba el caballero magnífico corcel e iba armado de lanza corta. Le acompañaban cuatro pajes con dos lanzas cada uno.

Antes de ir al toro, don Pedro Vila, con mucha gentileza, saludó al duque de Feria, a los “concellers” y a otras personas de autoridad y viso que había en la plaza. Después, entre el silencio y la curiosidad atenta del concurso, que esperaba del gallardo jinete alguna hazaña de brillo, marchó en busca del enemigo.

Lo citó valientemente desde buen terreno, y aguardando con gran serenidad, lo dejó llegar, para darle, en el momento de la reunión, tan certero y magistral bote de lanza en el testuz, que lo vió rodar a los pies de su caballo como herido por el reyo. Después de saludar de nuevo, el caballero abandonó la plaza seguido de las aclamaciones del pueblo. (…)

He aquí, muy a la ligera, lo que eran las fiestas de los toros en los comienzos del siglo XVII. Motivo, en primer lugar, para que los caballeros mostraran su destreza en el arte de alancear toros. Diversión o deporte que costó la vida a alguno de ellos, y que, puesto en práctica en el día de hoy, pronto dejaría de agradar a los espectadores, pasada la curiosidad que motivaran las primeras exhibiciones.

Nosotros lo presenciríamos con el respeto, la atención y el afán de enterarno con que se va a un museo. Pero, con franqueza, la mayor parte del espectáculo lo cambiaríamos por media docena de manoletinas, aunque es moneda un poco despreciada, y otra media de naturales zurdos, bien ceñidos y dibujados, que es la moneda que manda en el marcado».

Esta es parte de la crónica del primer festejo taurino celebrado en Barcelona primer festejo taurino celebrado en Barcelona.

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