miércoles, 25 de diciembre de 2019

Navidad versus globalismo: una fiesta cargada de futuro



Por ahí vienen los impresentables herodianos y las progrefemens, diciendo que «María hoy también abortaría». Sin embargo, año tras año, su fracaso es total, y la Virgen da a luz a un hermoso infante.

Navidad versus globalismo: una fiesta cargada de futuro

Navidad. En un mundo donde se producen cada año 50 millones de abortos, nace un niño llamado Jesús, que viene sin arrobas LGTBI, por lo cual no se le puede calificar como niñ@.

Por ahí vienen los impresentables herodianos y las progrefemens, diciendo que «María hoy también abortaría». Sin embargo, año tras año, su fracaso es total, y la Virgen da a luz a un hermoso infante.
Niño Jesús contracultural, que, además, nace en un humilde pesebre de una cueva ignorada, aureolado de pobreza y sencillez, denunciando que para «celebrar» su onomástica se organicen pantagruélicos banquetes en el que participan incluso ateos, agnósticos, milicianos coletudos, y demás ralea.

Navidad. Navidad contracultural, amenaza para el pensamiento globalista que corroe los cimientos de Occidente como una feroz carcoma, como un agresivo virus, pues pone en escena a una familia como las que casi siempre hemos tenido desde los tiempos del australopitecus, formada por padre, madre e hijos, maravillosamente revolucionaria hoy, donde se habla de diversidad familiar, a la vez que de amplia diversidad sexual.

Navidad, que resiste ahora y siempre al invasor, a los luciferinos que el pasado año en Estados Unidos pusieron un belén con dos San Josés vestidos de rosa, y al alcalde podemita de La Coruña que puso en un belén municipal a la primera pareja homosexual que se casó en España, en 1901, formada por Marcela y Elisa, boda que se celebró por la Iglesia porque Elisa se vistió de varón y así engañaron al sacerdote. Como vemos, esta chusma pretende adoctrinar utilizando cualquier medio, aunque sea la blasfemia.


La otra joya de la corona ―con perdón por la alusión monárquica― es el multiculturalismo con el que los milicianos bolivarianos y el progrerío rojo en general quieren también adoctrinarnos, convirtiendo la Navidad en «fiesta de las culturas», en un aquelarre humanístico donde igual desfilan dragones orientales de Chinatown que indígenas del altiplano te organizan una tamborrada como si fuera un villancico multikultural.

Navidad contracorriente, a la que quieren esconder bajo las ridículas risotadas de un señor gordo creado precisamente para ocultar el nacimiento de Jesús bajo una catarata consumista y solsticios invernales. Aquí viene la estampida de renos, en un país semitropical donde el animal más típico sería el caballo jerezano, o un camello del Rif. Aunque todavía más exóticos son los osos polares entre los que paseo estupefacto.
Así que, ya ven, además del multiculturalismo, también nos han impuesto el multianimalismo: el PACMA estará botando de alegría.

También estarán chiripitifláuticos los animalistas esos al ver que en la cueva hay una digna representación faunística, con la mula y el buey, aunque, claro está, que no se le ocurra a nadie ponerlos en un belén viviente, porque eso sería salvaje explotación de los pobres acémilas.

El caso es que los milicianos de ahora ―clones de los matacuras y quemaconventos de antaño― vuelven a las andadas, dejando vía libre a su ancestro luciferino, llegando hasta el punto de que en un pueblo de la Comunidad de Madrid quemaron el belén, alcanzando las llamas la fachada del Ayuntamiento, mientras que en otro pueblo de esta Comunidad pusieron a las figuras del belén en posturas procaces.
Herodes redivivo, ejecutando sus macabras «performances», una amplia panoplia de ataques y blasfemias, incluyendo, por supuesto, la horrible matanza de 50 millones de inocentes cada año, abortados sin piedad. Y es que los tiempos avanzan que es una barbaridad.

También son contraculturales los Reyes Magos, pues por algo esta jauría es antimonárquica, y ve con malos ojos tanta corona y tanto armiño. Será por eso que en Valencia, ciudad podemita, se han inventado el paseíllo de las «Reinas Magas», donde tres señoras con aspecto de sacerdotisas ―bajo los sospechosísimos nombres masónicos de Libertad, Igualdad, Fraternidad― se pasean sonrientemente por las calles.

También en Madrid tuvimos Reinas Magas, no se crean, por aquello de la paridad, y de que hay que fastidiar a los católicos sea como sea.

Otra figura contracultural es, por supuesto, María, por aquello de su virginidad, algo que hoy no se lleva en absoluto, pues por algo estamos en un país de cannabis y botellón, donde incluso en algunas CC.AA regalan preservativos y cremas anales y vaginales a los estudiantes.

El alcalde de Valencia (Compromís) recibe en el Ayuntamiento
 a tres ‘reinas magas’ de una cabalgata republicana

Sin embargo, donde el cambiazo y el engaño alcanzan sus más altas cotas es en la maligna sustitución de la estrella de Belén por una estrella de cinco puntas invertida, la cual constituye el símbolo más diáfano del Señor de las Moscas, asociado a la cabeza de macho cabrío que forma el pentagrama invertido, representación del mítico dios Pan de la mitología griega, el cual a su vez simboliza los deseos carnales masculinos, porque es un dios de la promiscuidad. O sea, que esa maligna estrella no lleva precisamente a Belén, sino a un inframundo de esos.

Es realmente inenarrable ver por todas partes una enorme profusión de este símbolo satánico, formando parte ominosamente de todas las decoraciones navideñas, sin que nadie repare en su maléfica influencia. Bafomet satánico, que ha convertido la estrella de Belén en la Estrella de la Muerte, desde la que un siniestro Darth-Vader maneja los hilos del cotarro.

En Madrid, tras los aquelarres de la Karmena-de-Vil, ya tenemos belenes como Dios manda, pero aún quedan ciudades en poder de las hordas rojas que aprovechan la Navidad para blasfemar y adoctrinar, cuya apoteosis es el basurero belenístico de la Kolau. Ante esto, los sufridos habitantes de esas localidades podrían seguir el ejemplo de la resistencia madrileña a las karmenadas: poner ellos mismos los belenes, con la música de fondo de una «panderetada» colosal.

Porque la pandereta es un arma cargada de futuro, y puede ser utilizada como arma revolucionaria, al igual que otros utilizaron sans-culottes, gorros frigios, capas anti-esquilache, clavelitos portugueses, cacerolas argentinas, paraguas chinos, o madrileños vivacs «acampadasol».

Quién me iba a decir a mí, cuando tocaba la pandereta en mi infancia y primera juventud, que un día este sencillo instrumento de jolgorio navideño podía ser un arma cargada de futuro, un ariete para demoler los muros del infierno, protagonista de una revolución cañí, charanganera, capaz de exorcizar a los monstruos luciferinos que pretenden cargarse la Navidad española, la mejor del mundo.

Pandereta, martillo de herejes, a cuyo son algún día se levantarán ejércitos de tamborileros que organizarán incontenibles tamborradas bajo los balcones de la progresía inframundi, machacada ya por arrolladoras panderetadas. Y así les correríamos, a panderetazo limpio, por avenidas y plazas, hasta tenerlos cautivos y desarmados.

NO PASARÁN.


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