jueves, 12 de diciembre de 2019

El Real Madrid no debe acudir a Barcelona a disputar el ‘Clásico de la vergüenza’ (y que se expulse ya al club catalán de la Liga española)

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El Real Madrid es el próximo objetivo de Tsunami Democràtic, la plataforma que hace dos meses bloqueó el aeropuerto del Prat, cortó vías férreas, carreteras y diferentes accesos a Barcelona como medida de protesta ante la sentencia del juicio al «procés».


El Real Madrid no debe acudir a Barcelona a disputar el ‘Clásico de la vergüenza’. (y que se expulse ya al club catalán de la Liga española)

AD.- A muchos les parecerá una irreverencia que hablemos de un partido de fútbol con la que está cayendo, pero es que este partido de fútbol no es ajeno a los chuzos de punta nacionalistas que han caida sobre la democracia española hasta convertirla en un barrizal. Y no sería porque algunos informes meteorológicos no nos lo advirtieran ya a mediados de los 70.

El Real Madrid es el próximo objetivo de Tsunami Democràtic, la plataforma que hace dos meses bloqueó el aeropuerto del Prat, cortó vías férreas, carreteras y diferentes accesos a Barcelona como medida de protesta ante la sentencia del juicio al «procés». Una ristra de disturbios que provocó el aplazamiento del clásico, que debía disputarse el 26 de octubre, ante las confirmadas sospechas del riesgo que corría el partido. Nadie pudo garantizar entonces la seguridad ni el normal desarrollo del evento.

Un mes y medio después todo sigue igual o peor. No solo no ha bajado el soufflé sino que los grupos soberanistas se pronuncian abiertamente y no esconden que reventar el clásico es el objetivo prioritario.

Amparados en una apuesta de desobediencia civil supuestamente no violenta, Tsunami Democràtic quiere poner cerco al Camp Nou el próximo miércoles para bloquear todos los accesos al estadio. En un comunicado han detallado su operativo, que cuenta ya con 18.000 adeptos que han confirmado su participación. Han sido citados a las 16 horas, cuatro horas antes del inicio del choque, en cuatro puntos estratégicos (en función de la procedencia geográfica de los manifestantes) de los aledaños del Camp Nou, lo que generará un caos de movilidad.

De todos los especímenes peligrosos que conforman la fauna futbolística española, ninguno como los charnegos acomplejados del Barça o los proetarras del Bilbao. Se trata de dos de los grupos de aficionados radicales más abyectos del fútbol europeo. Para sendas aficiones, el Real Madrid es mucho más que un club de fútbol. Representa sobre todo la más genuina expresión de la españolidad como marca unida a sus éxitos deportivos internacionales. 

El odio de la gentuza separatista al Real Madrid es paralelo a su odio a España. Por consiguiente, los disturbios que se anuncian para el día del Clásico tiene también como destinatario lo que representa el Madrid dentro y fuera de nuestra patria.

Lamentamos por ello que no exista aún una reacción oficial del Real Madrid más allá de la de pedir que se garantice la seguridad de los jugadores. Parece que los primeros síntomas del ‘síndrome de Estocolmo’ empiezan a hallar acomodo en el alma de algunos dirigentes deportivos como Florentino Pérez y los responsables de La Liga. Si no tuviesen tan perdido el norte, lo que de verdad debería haberles preocupado es el bochorno de que un partido de fútbol de la Liga española sirva de coartada a los separatistas para promover uno de sus aquelarres. El Real Madrid debe negase a disputar el Clásico o exigir que se dispute fuera de Cataluña. Bajo ninguna circunstancia el Madrid debe ceder su imagen para que se exhiban símbolos y pancartas que nos denigran a todos.

Las emociones que provoca esta cuestión no lo son únicamente por los incidentes que se anuncian. Lo peor es que esos incidentes habrán sido promovidos y alentados por esos mismos cínicos que compartirán palco con Florentino Pérez en el Nou Camp. Resulta un disparate que LaLiga sancione a clubes modestos por el lanzamiento al terreno de juego de algún objeto inofensivo. O qu amenace con clausurar estadios porque un aficionado llama «negro» a un jugador de etnia negra. Y que en cambio no sea capaz de impedir que miles de canallas escenifiquen su odio a España apovechándose de la dimensión planetaria de la Liga española. Lo que muchos madridistas quieren es que Florentino coja el rábano por las hojas y diga alto y claro que el Madrid no puede prestase a semejante contubernio contra la imagen de nuestra nación. Que aunque en España quedan ya pocas cosas que sean respetables, el club blanco sí que es una de ellas. Y si los corrompidos políticos españoles han fracasado en el objetivo de que haya convivencia en Cataluña, que el madridismo no sea quien tenga que pagar los platos rotos.

Entre tanto, el Barcelona mantiene su tibieza amparado en la libertad de expresión que promulga y con la que permite la entrada de pancartas reivindicativas. «Esperemos que todo el mundo tenga un espacio para expresarse libremente. Como se ha hecho siempre, el Camp Nou es un espacio de libre expresión. Estoy convencido de que se jugará el clásico», apuntó desde Milán el vicepresidente Jordi Cardoner.

Carles Puigdemont, desde su refugio, jaleó a los activistas. «Continúa la movilización por la libertad y la democracia. Que se escuche en todo el mundo lo que la España represora intenta intimidar, silenciar y liquidar».

Y Tsunami Democràtic, para cerrar el círculo, pone condiciones para que se celebre el duelo: «Es muy fácil. Hay que garantizar la presencia del #SpainSitAndTalk en las gradas y en el terreno de juego. Esta es la propuesta que le hemos hecho al Barcelona».

Cuando hay inseguridad en las razones, se suele caer en la tentación de minimizar los hechos, argüir que los incidentes serán sólo obra de un puñadito de exaltados que no representan a la afición del Barça. El mismo cuento de siempre. Mentira sobre mentira de una clase política putrefacta y ya sin fe para nada grande, pero que sigue defendiendo su estatus.

Por todo lo anterior, es imperativo que la masa social madridista, propietaria además del club, exija que el nombre de su equipo no sea utilizado para otro de los momentos más sonrojantes en la historia del fútbol español.

Como tantas veces ha sucedido en la historia de los pueblos, los sistemas políticos pueden o no consolidarse, o si lo están, pueden o no degradarse, oscilantes, entre crisis y desesperanzas hasta poner en quiebra el Estado. Lo que se pidió a los madridistas es la inhibición, el conformismo, la aceptación de la pandemia nacionalista. 

Si este Estado carece de autoridad para que la norma escrita resulte en su aplicación, entonces que se expulse al Barcelona de la Liga española.

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