jueves, 12 de diciembre de 2019

Jesús Enrique Colombo, más allá del valor / por Pla Ventura


Colombo, jugándose la vida en Madrid.

Verdad, la tiene a raudales; grandeza le sobra; disposición y desprecio a la muerte, son una constante. ¿Qué más podemos pedirle a un torero a sabiendas de que existen muchos amanerados toreando los toros comerciales y sin peligro alguno? 

Jesús Enrique Colombo, más allá del valor

PLA VENTURA 
Toro de lidia, 11 diciembre, 2019|
Al final, los éxitos, aunque tarden, tienen su debida compensación. Es el caso de Jesús Enrique Colombo que, como sabemos, actuará tres tardes en Mérida, Venezuela, su tierra natal. No se hará millonario en dichas actuaciones puesto que, como sabemos, en Venezuela la fiesta de los toros la mataron unos criminales que atienden por políticos y, apenas queda resquicio alguno de lo que era y suponía la tauromaquia en el país andino, justamente lo que pasará en España en menos de cinco minutos puesto que, políticamente dicho, seguimos el camino de aquellos tipos nefastos que, repito, mataron la fiesta de los toros y, lo que es peor, lograron que la gran mayoría de los venezolanos se mueran de hambre y, el que ha querido saciar su hambre ha tenido que emigrar. Colombo, en calidad de artista del toreo, es uno más de la diáspora que se lleva a cabo en Venezuela desde hace varios años.

Dicho lo cual, tras rememorar lo que fue la actuación de Colombo en Las Ventas en la última corrida de la temporada, aquello tenía premio; que apenas lo ha palpado el chico pero, su actuación, por rotunda, convincente, desgarrada, épica y todos los epítetos que le queramos añadir, merecen un gran premio, el que confiamos que le de la empresa de Madrid de cara al año próximo.

Aquella tarde pudimos gozar de muchas cosas, entre ellas, de que existe un Dios que todo lo puede porque era milagroso que Colombo saliera ileso de aquellas cogidas tan dramáticas; pero el gozo mayor, sin duda alguna, era comprobar cómo un hombre era capaz de jugarse la vida sin trampa ni cartón; así, a pecho descubierto para lograr, sin duda alguna, una de las actuaciones más épicas de toda la temporada en Madrid. En dicha tarde todo iba muy en serio, tanto que, por culpa de los toros, el que no se escapó fue Gonzalo Caballero que se llevó una de las peores cornadas de la temporada.

Lógicamente, ¿qué premio podía tener si se clausuraba la temporada con aquel festejo? Si digo que, pese a todo y a todos, si su actuación hubiera sido en la feria, por cojones, hubiera sumado treinta corridas de toros. No sé si recuerdo una actuación tan apocalíptica despreciando la muerte o la vida, siendo más justos. Si Jesús Enrique Colombo quería demostrarnos de lo que es capaz, en dicha tarde lo logró por completo.

Pensar que no dejó nada en el tintero es algo subyugante, como para destocarnos ante dicho torero que, para mayor “gozo”, se estaban enfrentando al toro de verdad, al auténtico, al que pide el carnet de torero en cada uno de los lances o muletazos. En dicha tarde nadie se puso exquisito ante Colombo porque su verdad podía con todos los cánones establecidos cuando hablamos de arte o valor; lo suyo quedó por encima de tales reminiscencias.

Justamente, una corrida de toros es eso, comprobar que un hombre se está jugando la vida sin trampa ni cartón y, eufemismos al margen, de haber acertado con el acero, Colombo, en la citada tarde hubiera salido por la puerta grande de Madrid. Nadie puso el más mínimo reparo; y cuando digo nadie, es NADIE. Sencillamente porque el sentimiento que produce la verdad es tan grande que, nadie puede eclipsarlo.

El chaval, en tan apasionada y épica tarde, cortó una oreja a su primer enemigo y, cuando en su segundo, la plaza era un clamor pidiendo trofeos, el señor presidente no tuvo la sensibilidad a flor de piel para comprender que, lo que estaba sucediendo en el ruedo no era broma alguna; con Gonzalo Caballero ya se había demostrado la sangre que por dicho albero corrió. Y la que pudo haber corrido con Jesús Enrique Colombo que, como pudimos ver, se salvó de puro milagro y, pese a su suerte en ese sentido, su desdicha no fue otra que podía haber salido por la puerta grande que, en honor a la verdad, gloria hubiera tenido la misma en las fechas que corrían, pero la satisfacción de verse en hombros por la calle de Alcalá, ese premio nadie debió de quitárselo.

Si tras lo que hizo Colombo el día del Pilar en Madrid, si eso no tiene premio, que venga Dios y lo vea. El chaval, en el año en curso, ha sumado apenas veinte actuaciones que, tres de ellas han sido en pueblos de España, la de Las Ventas y, el resto en Perú, Colombia y Venezuela, pero siempre en los circuitos llamados del hambre. Si aquella tarjeta de visita que mostró en la primera plaza del mundo no tiene eco entre las empresas, sin lugar a dudas, Colombo debe de dedicarse a otra cosa antes que seguir siendo humillado. Verdad, la tiene a raudales; grandeza le sobra; disposición y desprecio a la muerte, son una constante. ¿Qué más podemos pedirle a un torero a sabiendas de que existen muchos amanerados toreando los toros comerciales y sin peligro alguno? Ahí están las pruebas, heridos los ha habido por doquier, pero ninguno de los que se han enfrentado al burro fofo. La cuestión, como tal, tiene mucha lectura.

1 comentario:

  1. No hay duda alguna que Colombo es una de las más destacadas figuras de la actualidad. Fenómeno que derrocha valor a la par de destreza y arte. "Pero"... no me gusta ese estilo de banderillear (acostumbrado igualmente por otros diestros) de saltar como gimnasta al momento del embroque. Sabemos que también domina las otras técnicas para colocar banderillas. Lástima que prefiera éste. // Atte., Torotino

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