lunes, 20 de enero de 2020

Carta desde el cielo (homenaje a Julio Robles)



No se si hago bien, o es abusar de lo feliz que soy, pero no me queda más remedio que transmitir mi mensaje de paz y felicidad. Todo como señal de gratitud por el cariño que recibí de vosotros durante mi existencia terrenal, durante los años que disfruté de mi profesión torera y más tarde al quedar postrado para siempre en una silla de ruedas.

Carta desde el cielo (homenaje a Julio Robles)

Paco Cañamero
Glorieta Digital.com Salamanca 19.01.2020
En la ofrenda floral-homenaje que, anualmente, organiza la Federación de Peñas ‘Helmántica’ coincidiendo con el aniversario de la muerte del maestro Julio Robles, se leyó un artículo ficticio que escribí poco después de su muerte en el desaparecido diario Tribuna de Salamanca, Aquel escrito, que era una carta imaginaria enviada por Robles a sus amigos, ganó un premio literario y también la publiqué en el libro que escribí sobre el malogrado diestro, en 2003. Hoy, tras ser leída por Gonzalo Sánchez García, presidente de Juventud Taurina de Salamanca, numerosos aficionados me la han pedido y por esa razón la publico en esta web.


LA CARTA ES LA SIGUIENTE:

No se si hago bien, o es abusar de lo feliz que soy, pero no me queda más remedio que transmitir mi mensaje de paz y felicidad. Todo como señal de gratitud por el cariño que recibí de vosotros durante mi existencia terrenal, durante los años que disfruté de mi profesión torera y más tarde al quedar postrado para siempre en una silla de ruedas.

Como no podía ser menos, soy muy dichoso al encontrarme con infinidad de amigos. Muchas veces, cuando voy de paseo por los senderos celestiales y saludo a viejos conocidos y aficionados que me llaman torero, no puedo menos que sentir un suspiro de alegría. Así os podréis imaginar que los días transcurren hablando de toros, rodeado por mis compañeros como con ganaderos y aficionados, además de otra gente que he conocido.


Fue especialmente maravilloso el momento de mi entrada. Aquel 14 de enero, a las cinco de la tarde, con todos los toreros dándome una ovación mientras hacía el paseíllo sobre una nube. Por momentos creí soñar cuando observé a Manolete, con su gallardía y seriedad; a Juan Belmonte, a Joselito ‘El Gallo’, también a mi entrañable padrino de la confirmación de alternativa, Antonio Bienvenida, que con su eterna sonrisa explicaba al Papa Negro y a sus hermanos Manolo y Pepote quien era yo. Allí estaban todos en medio de un estado dominado por la paz y serenidad, así hasta que al final del paseíllo, antes del encuentro con San Pedro tuvo su culminación cuando me encontré con mi querida madre a la que abracé con todo cariño y ternura, junto a ella estaba mi sobrino Juan Pablo, el que lloré tanto cuando siendo muy niño emprendió el camino del más allá y ahora era un ángel.

Fueron instantes de apoteosis, luego enseguida se corrió la voz de que había llegado y los días siguientes se sucedieron las sorpresas a medida que llegaban mis amigos. Enseguida vino a visitarme Peñita, mi fiel mozo de espadas, que desde entonces no se ha separado de mí; después Paquirri y El Yiyo, con los que toreé y disfruté por los mundos terrenales. ¡La de cosas que teníamos que decirnos! Con ellos me encontraba en cierta ocasión cuando sonó la puerta y al levantarme para abrir me encuentro al corpachón de Manolo Montoliu, con su capotillo al hombro y su elegante porte. Con Paco, José y Manolo pase la tarde rememorando nuestros años, pues tenía muchísimas cosas que contarle; como sucedió también con José Falcón, otro gran amigo al que traté mucho cuando él vivía en Salamanca y del que admiré su fuerza de voluntad y la simpatía que siempre le caracterizó.

Entrañable fue también el encuentro con don Florentino Díaz Flores, el señor Flores, al que llamo apoderado, porque me ha hecho tal propaganda que ha convencido hasta al mismo San Pedro, que no se casa con nadie, para que se haga seguidor mío que hasta me llama ¡maestro! en vez de Julio. Bueno, pues el señor Flores ahora se ha empeñado en que tenemos que ir al paraíso a torear el toro de San Marcos, no deja de insistir sobre ello en cuanto se tercia la ocasión y, al final, voy a tenerle que hacer caso como siempre, porque se las sabe todas.

Ahora, aunque siempre habló de la profesión, hay veces que me entra la morriña, sobre todo en mayo, por San Isidro, en San Pedro Regalado o en septiembre, cuando llega la feria de Salamanca. Entonces, cuando eso sucede y para matar el gusanillo, mi madre que tanto me conoce me confeccionó un capotillo de seda para lancear a las estrellas y así paso unos ratos fenomenales disfrutando del toreo. El otro día, mientras toreaba de salón escuché que me gritaban ¡olé!, levanté el mentón y vi a mi querido Manolito Escudero que estaba con Agustín Parra ‘Parrita’ ¡casi nadie han sido los dos¡ Escudero seguía con sus bromas de siempre, pero sin perder su categoría, aunque como siempre está empeñado en corregir algún defecto, porque como sabéis Manolo Escudero ha sido de los que mejor ha toreado con el capote. Por cierto que antes, cuando estábamos juntos o venía por casa como me hablaba mucho de Gitanillo de Triana, me lo presentó y quedé entusiasmado. Gitanillo está siempre con Rafael Albaicín y con Cagancho, del que tanto oí hablar a los ganaderos de Salamanca y en especial a Pilarin Coquilla, qué pedazos de toreros en la plaza, que apostura en calle, los tres siempre impresionan. Y es que éste Manolo Escudero sigue siendo igual de fenómeno.

No hará falta deciros que yo por la caza me sentía fascinado. Durante el invierno aprovechaba el descanso taurino para ir de montería y disfrutar del campo; ahora también me gusta pensar en aquel pasado y hablar de tantos momentos en unas esperas que a veces se hacían eternas. Por eso, aquí en el cielo, me he encontrado con muchos compañeros de monterías, pero existe uno muy especial al que admiré en la plaza por su personalidad y valentía. Me refiero a Luis Miguel Dominguín, con quien además tuve el honor de compartir la última tarde que se vistió de luces. Fue en Barcelona y yo no se porqué tuve la intuición de brindarle un toro. Ahora hemos vuelto a sentir esos momentos, aunque con Luis Miguel de lo que más hablamos es de caza, de las amanecidas que compartimos en la sierra de Cazorla o en Alcaraz. Como recuerdo, de vez en cuando imaginariamente apuntamos al lucero del alba, aunque Luis Miguel siempre se empeña en decir que es el número uno, yo no me enfado, lo dejo que sea feliz, él siempre tuvo mucho orgullo, aunque a mí durante un tiempo me pasó igual, pero ya redimí las penas. Como podréis imaginar, aquí no existe la maldad, esas cosas por las que nos pegábamos en la tierra, en esta otra orilla todo es armonía.


Luis Miguel está siempre con su cuñado Antonio Ordóñez, también con Henmingway y con Orson Welles, aunque otras veces se junta con Pablo Picasso, pero como ya digo con quien más disfruta es con su cuñado Ordóñez, al que adora.

Decía antes, que mientras hacía el paseíllo celestial presencié la imagen de Manolete, en la bienvenida de mi llegada, pero desde entonces no lo volví a ver, lo que ciertamente me mosqueaba. Por eso, en una ocasión que me fui de tertulia con Juan Mari Pérez-Tabernero, aproveché para recordarle que, como mi ídolo era Manolete, tenía especial interés en conocerlo. Entonces, Juan Mari que está casi siempre con su padrino de alternativa, Marcial Lalanda, también con Domingo Ortega, El Estudiante y Antonio Márquez me lo ‘arregló’ y, a la mañana siguiente, mando que me dijeran para acudir en tal momento a tal sitio.


Donde me dijo, allí estaba, inquieto y nervioso, con mucha antelación. Justo antes de llamar, me abren la puerta y lo primero que descubro es otra feliz sorpresa al encontrarme nada menos que con don Atanasio Fernández (cómo será de importante éste hombre que lo seguimos llamando ‘don’), que se encontraba junto a su hijo Bernabé y los hermanos Paco y Salustiano Galache, ganaderos que me conocieron en mis principios. Con ellos departía cuando irrumpió Manolete. ¡Qué impresión! a pesar de haber visto infinidad de fotografías suyas, de vídeos y de lo mucho que me hablaron de él los ganaderos de Salamanca, nada tenía que ver con la elegancia, porte y señorío del que hacía gala.

Nada más saludar a Manolete cumplí otra ilusión, porque nunca pude ocultar que de los que están en esta orilla fue al que más admiré. Como recordaréis quienes estuvisteis en mi casa, en el palco de la plaza había tres grandes fotos en blanco y negro de mi terna ideal: Manolete, El Viti y Julio Robles. Luego, me sorprendí porque le han contado cómo fue mi vida en los ruedos, además me dio las gracias por aquella tarde que fui a la plaza de Linares, poco después del cincuentenario de su muerte a depositar un ramo de claveles blancos justo en el lugar donde ‘Islero’ lo corneó de muerte. Ahora, como nos hemos hecho amigos vamos a quedar más veces para hablar y una tarde también torearemos de salón, para estar preparados por si algún día les da por organizar una corrida, algo de lo que cada vez tengo más esperanza, sobre todo cuando nuestro patrón San Pedro Regalado sale al encuentro y nos jalea: ¡Ole ahí los toreros buenos! Ya sabéis que a los artistas nos gustan los piropos y cuando te dicen eso te creces.


Además, en el próximo cónclave celestial, San Pedro Regalado va a tratar la propuesta de una feria para que toreemos de salón; como es algo especial, el pregón lo va a disertar nada menos que don Juan Belmonte, que como hacía en la tierra está todo el día rodeado de los intelectuales, como Valle Inclán, Pérez de Ayala, Sebastián Miranda, Díaz Cañabate, Cossío, aunque de vez en cuando llama a Joselito o a su hermano Rafael. No creáis que Belmonte tiene tanto énfasis al toro, lo justo, aunque es un filósofo genial.

En otra ocasión me llamó Juan Luis Fraile, con quien disfruto para que lo acompañara y presentarme a Graciliano Pérez Tabernero, que aunque apenas le interesan los toros, sí al menos se preocupa por saber qué fue de su ganadería. Pasamos con él la tarde y relatamos infinidad de anécdotas. Nos acompañó Felipe Hernández Zaballos y Chema ‘Rodeo’, de Ciudad Rodrigo, que es un gran teórico del toreo, a pesar de que, en ocasiones, sigue empeñado en hacerme rabiar. Con Graciliano disfrutamos de unas horas estupendas, mientras descubrí que se trata de un ganadero con un magnífico concepto de lo que debe ser el toro bravo.

Antes os hablé de Paquirri y de Yiyo. Ahora, dado el mucho trato que tuvimos, nos gusta reunirnos con frecuencia. Así, una tarde hicimos ‘novillos’ y marchamos hasta el paraíso, que está lleno de animales y es precioso, además hay pastores, vaqueros y muchos caballos. Aquel día, cuando llevábamos varias horas caminado sentí un vuelco en mi corazón desde el momento en el que a nuestra vera aparece un toro ‘burraco’, entonces me acordé del capote que me hizo mi madre y sentí rabia no tenerlo allí. Como pensé que sus intenciones eran las de cogerme busqué resguardo, entonces noté una reacción pacífica mientras se acercaba lentamente. Yo me quedé asombrado cuando presenciaba sus ojos humedecidos. ¡Díos mío, si eres ‘Timador’!, dije a viva voz. Y él asintió con su cabeza, mientras se acercaba aún más hasta arrodillarse frente a mí, con su cara empapada por las lágrimas que caían de sus ojos.


Intuí lo que quería y le dije: «No tengo nada que perdonarte, te criaron para ser bravo y vender cara tu vida, cumpliste con tu obligación y desde entonces nuestros nombres van unidos»; a la vez que le decía eso arranqué de una encina un ramón y se lo ofrecí con la mano izquierda, mientras lo comía lentamente empecé a trazar un natural con garbo y naturalidad. Entonces me sentí tan realizado y me di cuenta que todo lo tenía hecho. Después besé a ‘Timador’, él me lamió las manos y lentamente marchó hasta desaparecer de nuestra presencia no sin antes lanzar un largo turreo que me recordó las tardes de tentadero en Campo Cerrado; mientras, alcé la mano y le dije: «Adiós, hasta siempre ‘Timador’, amigo».

Después regresamos al cielo, aunque yo en el camino no dije ni palabra, pues iba nervioso y muy feliz, como flotando en una nube. Al llegar, Paquirri que se había adelantado para dar la noticia, me alzó en hombros y así me paseó durante varias horas. Mientras, la gente salía a la calle y me gritaban: ‘Torero-torero’.

FIN

Gonzalo García, presidente de Juventud Taurina en el momento de leer la carta.

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