La primera Ley Fundamental asevera que “Siempre e inevitablemente, cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo.”
Bocanegra
Madrid, 31 Marzo 2020
Madrid, 31 Marzo 2020
En 1976 el escritor italiano Carlo M. Cipolla escribió, sin pretensión alguna, un ensayo sobre la estupidez humana. En principio lo distribuyó solamente entre sus allegados, pero fue tal la repercusión que tuvo el boca a boca que doce años después lo publicó una editorial italiana. Al español se tradujo por vez primera en 1991. Y treinta años después, debido al confinamiento por el Coronavirus lo he desempolvado y vuelto a leer.
Como me parecen tan interesantes y de actualidad las reflexiones de este escritor italiano le he dedicado un tiempito a resumirlas motivado a ello por la cantidad de comentarios y opiniones que el personal recluido, está lanzando a las redes sociales responsabilizando al gobierno, no del problema del Coronavirus sino de su indolencia a la hora de actuar con determinación en la toma de drásticas medidas de contención en tiempo y forma.
Hay mucha gente, enfadada por la dramática situación que nos acongoja, y en sus indignados mensajes dirige al Presidente del Gobierno, a sus Ministros y voceros, palabras gruesas y escogidos epítetos. Después de leer este ensayo habrá, entre ese colectivo quejumbroso, --con razones sobradas--, quienes concluyan que algunos de estos dirigentes no son ni listos, ni necios, ni perversos, sino estúpidos redomados.
La estupidez humana
(Resumen de las Leyes que la rigen)
En la introducción a su ensayo Cipolla, afirma que los seres humanos, igual que las demás especies animales, a lo largo de la vida tenemos que soportar adversidades, penas, temores y frustraciones, “pero nosotros, los humanos, gozamos el privilegio de tener que cargar con un peso añadido, una dosis extra de tribulaciones debidas a un grupo de individuos pertenecientes a nuestro género humano.”
Este grupo, según Cipolla es más poderoso que la Mafia o que la Internacional Comunista. Está organizado, no se rige por ley alguna, no tiene jefe, ni estatuto, pero actúa en perfecta sintonía, como dirigido por una mano invisible.
La naturaleza, el carácter y el comportamiento de los miembros de este grupo es lo que Cipolla desarrolla en su ensayo para investigar, conocer, y en la medida de lo posible neutralizar, una de las más poderosas y oscuras fuerzas que imposibilitan el crecimiento del bienestar y de la felicidad humana.
Para ello, establece cinco Leyes Fundamentales, y vamos a reflejar en esta publicación inicial la tres primeras:
1.- La primera Ley Fundamental asevera que “Siempre e inevitablemente, cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo.”
Ya en el Antiguo Testamento quedó registrado que el número de tontos es infinito (Stultorum infinitus est numerus). Sin embargo, Cipolla considera exagerada la aseveración puesto que el número de personas vivas es finito. Lo que sí tenemos constatado, en el día a día, es que hay personas pelmas y cargantes que entorpecen y obstaculizan nuestra actividad. Individuos obstinadamente estúpidos, que aparecen de improviso e inesperadamente en los lugares y en los momentos menos oportunos.
2.- La Segunda Ley Fundamental (Ley de Hierro) enuncia lo siguiente: “la probabilidad de que una determinada persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona”.
La afirmación de que todos los hombres, por naturaleza, somos iguales, hay que atribuírsela a la educación y al ambiente social, y no a la Madre Naturaleza. Cipolla no la comparte. Opina lo contrario: los hombres no somos iguales, porque entre la población humana hay una considerable porción de estúpidos.
“El hecho de que algunos sean estúpidos y otros no, se debe a los inescrutables manejos genéticos de la Naturaleza, del mismo modo que unos somos rubios y otros morenos; uno pertenece al grupo de los estúpidos de igual manera que otros tienen pertenencia a un determinado grupo sanguíneo. O sea, que uno nace estúpido por designio inescrutable e irreprochable de la Divina Providencia.”
“Uno de los misterios indescifrables de la Naturaleza es la constante proporción varón-mujer entre los recién nacidos, independientemente de si los humanos se reproducen en el Polo Norte o El Ecuador. Se desconoce cómo la Naturaleza obtiene este extraordinario resultado, pero para obtenerlo debe operar con grandes números.
Y la prueba de que la educación y el ambiente social no tienen nada que ver con la personalidad de cada uno, la encontró Cipolla analizando distintos grupos de individuos, pertenecientes a diversas capas sociales: desde las más profundamente iletradas a las élites más instruidas.
Los resultados obtenidos fueron sorprendentes y por ello considera el autor del ensayo que esta segunda Ley es una Ley de Hierro. Los experimentos llevados a cabo (detallados en las páginas del ensayo en el apartado Intervalo Técnico) permiten afirmar a Cipolla que los individuos estúpidos son proporcionalmente tan numerosos entre los hombres como entre las mujeres; y que los pueblos llamados “desarrollados” no son al fin y al cabo tan desarrollados puesto que, “tanto si uno se dedica a frecuentar los círculos elegantes como si se refugia entre los cortadores de cabezas de la Polinesia; tanto si se encierra en un monasterio como si decide pasar el resto de su vida en compañía de mujeres hermosas y lujuriosas, persiste el hecho de que deberá siempre enfrentarse al mismo porcentaje de gente estúpida”.
La estupidez humana
(Resumen de las Leyes que la rigen)
En la introducción a su ensayo Cipolla, afirma que los seres humanos, igual que las demás especies animales, a lo largo de la vida tenemos que soportar adversidades, penas, temores y frustraciones, “pero nosotros, los humanos, gozamos el privilegio de tener que cargar con un peso añadido, una dosis extra de tribulaciones debidas a un grupo de individuos pertenecientes a nuestro género humano.”
Este grupo, según Cipolla es más poderoso que la Mafia o que la Internacional Comunista. Está organizado, no se rige por ley alguna, no tiene jefe, ni estatuto, pero actúa en perfecta sintonía, como dirigido por una mano invisible.
La naturaleza, el carácter y el comportamiento de los miembros de este grupo es lo que Cipolla desarrolla en su ensayo para investigar, conocer, y en la medida de lo posible neutralizar, una de las más poderosas y oscuras fuerzas que imposibilitan el crecimiento del bienestar y de la felicidad humana.
Para ello, establece cinco Leyes Fundamentales, y vamos a reflejar en esta publicación inicial la tres primeras:
1.- La primera Ley Fundamental asevera que “Siempre e inevitablemente, cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo.”
Ya en el Antiguo Testamento quedó registrado que el número de tontos es infinito (Stultorum infinitus est numerus). Sin embargo, Cipolla considera exagerada la aseveración puesto que el número de personas vivas es finito. Lo que sí tenemos constatado, en el día a día, es que hay personas pelmas y cargantes que entorpecen y obstaculizan nuestra actividad. Individuos obstinadamente estúpidos, que aparecen de improviso e inesperadamente en los lugares y en los momentos menos oportunos.
2.- La Segunda Ley Fundamental (Ley de Hierro) enuncia lo siguiente: “la probabilidad de que una determinada persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona”.
La afirmación de que todos los hombres, por naturaleza, somos iguales, hay que atribuírsela a la educación y al ambiente social, y no a la Madre Naturaleza. Cipolla no la comparte. Opina lo contrario: los hombres no somos iguales, porque entre la población humana hay una considerable porción de estúpidos.
“El hecho de que algunos sean estúpidos y otros no, se debe a los inescrutables manejos genéticos de la Naturaleza, del mismo modo que unos somos rubios y otros morenos; uno pertenece al grupo de los estúpidos de igual manera que otros tienen pertenencia a un determinado grupo sanguíneo. O sea, que uno nace estúpido por designio inescrutable e irreprochable de la Divina Providencia.”
“Uno de los misterios indescifrables de la Naturaleza es la constante proporción varón-mujer entre los recién nacidos, independientemente de si los humanos se reproducen en el Polo Norte o El Ecuador. Se desconoce cómo la Naturaleza obtiene este extraordinario resultado, pero para obtenerlo debe operar con grandes números.
Y la prueba de que la educación y el ambiente social no tienen nada que ver con la personalidad de cada uno, la encontró Cipolla analizando distintos grupos de individuos, pertenecientes a diversas capas sociales: desde las más profundamente iletradas a las élites más instruidas.
Los resultados obtenidos fueron sorprendentes y por ello considera el autor del ensayo que esta segunda Ley es una Ley de Hierro. Los experimentos llevados a cabo (detallados en las páginas del ensayo en el apartado Intervalo Técnico) permiten afirmar a Cipolla que los individuos estúpidos son proporcionalmente tan numerosos entre los hombres como entre las mujeres; y que los pueblos llamados “desarrollados” no son al fin y al cabo tan desarrollados puesto que, “tanto si uno se dedica a frecuentar los círculos elegantes como si se refugia entre los cortadores de cabezas de la Polinesia; tanto si se encierra en un monasterio como si decide pasar el resto de su vida en compañía de mujeres hermosas y lujuriosas, persiste el hecho de que deberá siempre enfrentarse al mismo porcentaje de gente estúpida”.
(Seguirá)
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