viernes, 6 de marzo de 2020

No amigo no es enemigo / por Carlos Bueno



Es momento de demostrar unión en el sector taurino, más si cabe entre los aficionados. Hay que aparcar rencillas, fobias, rencores, manías, hostilidades y envidias entre peñas y asociaciones. Toca aceptar que estamos en el mismo barco -cada cual con sus gustos, prioridades y preocupaciones- y que todos suman y hacen falta. Pensar que aquel que no es nuestro amigo es enemigo se trata de un disparate que debilita a la Fiesta.

No amigo no es enemigo

Carlos Bueno
Avance Taurino / 4 Marzo 2020
La siempre anhelada unión entre los profesionales taurinos para reclamar soluciones a los problemas actuales de la Fiesta ante las Administraciones y exigir garantías de futuro es pura quimera, una total utopía. Nada tienen que ver los intereses de un torero de la parte alta del escalafón con los de otro que pretende abrirse camino. El primero ya pasó por la situación del segundo y piensa que, como él hizo en su día, éste debe arreglárselas por sí mismo sin esperar a que otros se lo pongan fácil. Y todavía son más antagónicas las pretensiones de los empresarios con las de los ganaderos, banderilleros o matadores.

Sin duda ir al unísono y de la mano facilitaría mucho que las demandas del sector fuesen escuchadas por las altas instancias, pero, seamos realistas, eso nunca llegará a producirse mas que de manera testimonial y de cara a la galería. Más preocupante resulta que ciertos grupos de aficionados no entiendan que, entre este colectivo, el del público, ir todos juntos y ser una misma voz es fundamental para la buena salud de la tauromaquia. En el espectro de los espectadores taurinos hay Peñas, Uniones de aficionados, Asociaciones de abonados, Federaciones, Clubs, Foros, Tertulias, Agrupaciones y no sé cuantos tipos de grupos más que deberían unir a todos los simpatizantes del toreo.

Pero resulta que también entre ellos hay guerras encubiertas. Algunos llegan a afirmar que los otros son auténticos enemigos, sin duda una sentencia muy desafortunada. Lo que ocurre es que cada cual tiene prioridades diferentes, y mientras hay quien aboga por organizar fiestas camperas, otros prefieren celebrar un coloquio, y si a uno le seduce la idea de cenar con un torero, otro se desvela si en su plaza no sale el tipo de toro que estima oportuno o si algo no está acorde con la categoría que debería tener. Al final todo es cuestión de preferencias, pero a todos les une la pasión por el toro.


Y la tauromaquia sigue existiendo y evolucionando porque, como dijo El Gallo, “hay gente pa tó” y, además, todos son indispensables para que el mañana sea una realidad. Es necesario que haya quien monte saraos con toreros y ganaderos y que acerque a los protagonistas al pueblo llano. Resulta vital que se fomenten las charlas para llevar la cultura taurina hasta el público. Y es fundamental que la liturgia del rito continúe respetándose al máximo para que todo tenga sentido. Así que aquí no hay antagónicos sino compatibles, nada de adversarios sino camaradas. Por supuesto que cada cual con sus inquietudes, deseos, tendencias y predilecciones. Y los hay más guapos y más feos, con saber estar o peor presencia, muy cordiales y totalmente estúpidos. Pero que nadie se atreva a sentenciar que unas asociaciones son contrincantes de otras, porque pensar así sí que es un verdadero problema para la Fiesta. 

Que el presidente de la peña de enfrente no sea un amigo, no significa que sea enemigo. Nada menos oportuno en estos momentos que a la desunión de los profesionales se añada la de los aficionados.

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