jueves, 6 de agosto de 2020

Real Madrid, el retorno del campeón / por Antonio Valderrama

Zidane, ante la oportunidad de reescribir su propia historia

Un equipo para el que la derrota, al contrario de lo que habría pasado de disputarse este partido en marzo, no supondrá el cataclismo de todos los años, el borrón y la cuenta nueva. Un equipo nuevo que conserva eso tan del viejo Madrid que es esperarlo todo, lo grande y lo terrible...

Real Madrid, el retorno del campeón

Antonio Valderrama
La Galerna - 5 agosto, 2020
Escribía yo aquí mismo, en ese febrero de 2020 el que parece hayan pasado ya varios siglos, que el Madrid de Zidane se enfrentaba en una misma semana a las dos némesis de la historia contemporánea del club, Guardiola y Messi. La bauticé como la semana del pánico, la semana del Gran Miedo. Aquella semana empezó muy mal y terminó muy bien, resumiendo perfectamente la trayectoria del Madrid de Zidane, segunda parte, hasta que el coronavirus interrumpió la vida humana en la Tierra. ¡Qué diferentes son las sensaciones ahora! La literatura que rodeará esta Liga número 34 del Real Madrid deberá incluir una nota al margen que mencione, aunque sea sucintamente, la chamanería cabileña, que compare a Zidane con Josué, quien oró para que Dios parase el sol y le concediese el tiempo que necesitaba para vencer a los gabaonitas. Si aquel Madrid de febrero era un equipo aturdido e inestable, inseguro, en incierto camino a alguna parte, el Madrid que afronta el reto de remontarle un 1-2 al City es un equipo campeón. Y lo más importante, un equipo que no tiene ya nada que perder.

Zidane da instrucciones durante un partido.

Esto de no tener nada que perder es algo importante y que no merece ser desdeñado a la ligera. El Madrid volvió del parón como un tiro, sin dudas. Ganó la Liga metiéndose treinta puntos seguidos en el bolsillo, que es algo muy parecido al aplastamiento. Como dice Hughes, preparó esta mini-temporada como si de una Copa de Europa se tratase, un torneo corto donde la forma física y la autoridad moral de sus jerarcas iban a marcar la diferencia. Y la marcaron. Ahora que llega la Copa de Europa de verdad, el equipo parece en plena forma para afrontar lo que históricamente a este club, y especialmente a estos jugadores, les pone cachondos, que es la excitación del alambre, el funambulismo: a un lado la gloria, al otro, la muerte, y enfrente, Guardiola sosteniendo un hacha.

Un equipo viejo y nuevo a la vez
Ganar una Liga cimenta siempre, pero ganar esta Liga ha sido aún más especial. Lo cuenta Hermel en la entrevista que le hace Jesús Bengoechea: Zidane estaba emocionado como nunca al conquistar la 34 porque este título era el más difícil de todos. Nunca como en esta temporada se ha dudado tanto no ya de la conveniencia de que entrenaran y jugaran en el Madrid, sino de la misma naturaleza genial, del estatus de gente como Zidane, Modric, Kroos, Sergio Ramos, Marcelo, Varane… La exigencia permanente está en la condición de los imperios con vocación universal y de los organismos aún vivos, pero todo lo que rodeó al Madrid entre agosto de 2019 y este mismo febrero, rozó el paroxismo. Se leyeron y se escucharon cosas sonrojantes, lo que constituye un verdadero hito en el entorno mediático, periodístico y social del Madrid, tan acostumbrado per sé a la esquizofrenia. La incertidumbre y una sensación de juicio continuo han rodeado esta segunda fase de Zidane como entrenador desde aquel 11 de marzo del año pasado en que asumió el cargo de un equipo muerto. Esa nebulosa cargada de miradas esquinadas, de murmuraciones, de portadas extravagantes y de confidencias extemporáneas a periodistas de cámara, después de once partidos que fueron cicuta pura, un verano extraño y un comienzo tambaleante, se condensó en una nube muy negra que a punto estuvo de descargar ácido sobre el proyecto a mitad de otoño. Si hay dos clases de triunfos, los centrífugos, los que abrochan una época, como el sexto anillo de Jordan o la Copa de Europa de Kiev, también los hay centrípetos, que galvanizan.

Y el Madrid, ahora, es un bloque tan duro y fascinante como un quintal de piedra lunar. Es un equipo nuevo y viejo a la vez, una promesa mezclada con certezas conocidas, un entramado que palpita y que por fin transita hacia un futuro brillante a medio plazo. Zidane, que como Kipling escribió en su poema, hizo al regresar un montón con todas sus victorias y las arrojó al capricho del azar, se halla ahora, año y medio largo de trabajo ingrato, ante la oportunidad de reescribir su propia historia, su incomparable historia como director del Madrid de la Edad de Plata, sin Cristiano, en Europa, allí donde vive el mito.

Zidane y Bettoni celebran el título de Liga.
Zidane y Bettoni celebran el título de Liga

Al regresar del confinamiento, Ramos dijo que ganar esta Liga 2019-2020 les estimulaba especialmente porque iba a ser la Liga del Coronavirus, y sólo habría una. No parece que vaya a haber tampoco otra Copa de Europa del Coronavirus, la Copa de Europa jugada en agosto, la Copa de Europa que regresa a una España deprimida y al borde del colapso emocional, una España de rebrotes y de reyes autoexiliados, una España llena de parados que mira al otoño como un paciente de diálisis mira la puerta de un cementerio. Esta Copa de Europa, desde la perspectiva española, de comunidad nacional (¡anatema!), me recuerda un poco a las primeras Copas de Europa, las que ganó el Madrid de seguido, incluso a la Sexta, en el sentido de la esperanza y el orgullo, al menos la evasión, que puede devolver a la gente: si entonces el Madrid representó a España de verdad, llenando los estadios alemanes, belgas y suizos por los que jugaba de emigrantes que veían en la camiseta blanca un trozo de su patria moviéndose (el trozo de tela que no vale nada para tanto idiota), ahora puede levantar ese estandarte, recuperar su identidad de club-nación no sólo para los madridistas españoles sino para los que en todo el mundo asisten a diario al derrumbe de proyectos y certezas. Que al menos les quede el Madrid.

El Madrid lo intentará de rosa, color ligado a la gloria en Europa
Recordaba Enrique Ortego en El País que el Madrid nunca ha levantado a domicilio una eliminatoria que empezara perdiendo en el Bernabéu. En Manchester, icono fabril de la Inglaterra que aprovecha la histeria colectiva española para descabellar nuestro turismo con la amenaza de una cuarentena, el Madrid campeón de Zidane lo intentará de rosa. El rosa es un color muy ligado en la tradición europea al campeón, a la gloria: el que gana el Giro lleva la maglia rosa, el color de uno de los dos diarios deportivos cuya portada consulto cada vez que el Madrid gana algo, por darme el gusto de pensar que así nos ve Europa, Il Real campione y todo eso. La palabra rosa llegó al Mediterráneo desde Armenia y está emparentada etimológicamente no sólo con la flor y con su olor fragante, sino con “la gloria” indoeuropea, “lo que crece”, “lo que germina”. Se parece tanto al amor que la perspectiva de remontar en Manchester con la camiseta verde Greta, la camiseta de la sumisión al ecologismo de las multinacionales, parece ahora una broma de mal gusto. Antipoesía.

Benzema y Zidane hablan durante un partido

El Madrid se vestirá en cambio de luces, oro de la corona, rosa de la camiseta, para torear un miura en el mes taurino, agosto. La ocasión no puede ser más propicia para un equipo colmado por una Liga que se parece mucho al espaldarazo que recibían los caballeros en la Edad Media, al ser ordenados: una Liga de consagración, una Liga de confirmación, a la que ha seguido una semana de desconexión total, muy al estilo Zidane, como cuando mandó a la Yeguada SR4 a medio equipo antes de la final de Milán y a Ronaldo a tomar el sol en Madrid mientras Simeone concentraba en un búnker a su Atlético. Un equipo, en fin, donde Vinícius parece lanzado, donde Rodrigo vuelve a sacar la cabeza; incluso Hazard tendrá su oportunidad para quitarle el lazo a su primera noche grande en el Madrid, al lado de este Benzema maduro y pleno, consciente de todo su poder, de su lugar en el mundo. Un equipo para el que la derrota, al contrario de lo que habría pasado de disputarse este partido en marzo, no supondrá el cataclismo de todos los años, el borrón y la cuenta nueva. Un equipo nuevo que conserva eso tan del viejo Madrid que es esperarlo todo, lo grande y lo terrible...

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