Pena que no hubiera televisión de por medio; ahora, alegría por no haberse televisado. Hay una fiesta de los toros, cada vez más usual, por cierto, que es mejor no mostrar…
Con todo, el saludo a la verónica de Urdiales al que abrió plaza fue un canto de grandeza. Temple, cadencia, compás y gusto en cuatro lances, los centrales, que parece como si aún no hubieran acabado. ¡Qué manera de torear con el capote!
Un oreja del quinto cortó Juan Ortega y ya. El resto, faenas a media altura con el único propósito de que los toros no se cayeran. Una pena. Y más pena si, como acostumbran, nadie reflexiona para que estos despropósitos no vuelvan a tener cabida en una plaza de toros.
Es la terna, pero no es el cartel. Y no por la imagen de Curro Romero.
Así lo ha visto la prensa:
LA RAZÓN (Patricia Navarro):
‘La torería de Ortega encontró el muro de la falta de casta del toro de Murube. Más o menos algo parecido le había pasado a Diego Urdiales con el primero. El sabor de las cosas bien hechas, sin necesidad de la vulgaridad fue lo que quedó. Las ganas de más, también’.
ABC (Jesús Bayort):
Ni armónica ni igualada, la corrida parecía una escalera. Los veedores prevalecieron la comodidad de pitones por encima de cualquier otro matiz, como si de ello dependiera el triunfo de los matadores. Y encima aparecían con las puntas floreadas. Un significativo petardo que no se mermó ni por la oreja arrancada a base de verdad y exposición de Juan Ortega. Un despropósito ganadero: tres desfondados animales de Murube y otros tres marmolillos de Juan Pedro fueron los protagonistas.
Un ramillete de verónicas duró el primer toro, el de mejor presentación y composición de la corrida. Y fue lo que más se pudo paladear: Urdiales bajando las manos, sin ceder terreno ni dar esas ventajosas carreras entre lances que tanto se estilan, con las palmas extendidas y el mentón sobre su pecho.
MUNDOTORO (Emilio Trigo):
‘Se esperaba más de una corrida que creó gran ambiente con un “casi lleno” y que al final tan sólo hubo apuntes de Urdiales y Aguado ante dos lotes vacíos de contenidos’.
‘Abrió la tarde ‘Amistoso’, de Murube, agradable de cara y de buenas hechuras. Salió suelto de inicio, trotando, pero cuando se fijó en el capote de Urdiales demostró su clase que fue aprovechada por el riojano para dejar un ramillete de verónicas templadas, con empaque, despaciosidad y lentitud’.
CULTORO (Pablo López Riobo):
‘El ganado arruina la tarde del arte. Un imposible encierro de Juan Pedro Domecq y Murube enturbia una terna de toreros con personal concepto compuesta por Diego Urdiales, Juan Ortega y Pablo Aguado’.
‘…El cinqueño la tomó con ritmo en el capote de un Urdiales que se durmió a la verónica. Ralentizó los capotazos, meció a la verónica a un ejemplar al que no se le podía obligar. Un monumento al toreo de capa’.
APLAUSOS (Carlos Crivell):
‘Juan Ortega, única oreja en tarde de fracaso ganadero. Los toros de Murube y los de Juan Pedro Domecq echaron al traste las ilusiones del cartel de artistas’.
El primero, de Murube, cinqueño, fue un toro con muy pocas fuerzas y mucha bondad. Diego Urdiales lanceó con buen gusto a la verónica. Realizó una faena con mimo a un toro muy flojo.
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