En estos tiempos tan revueltos y anormales, con casi todo patas arriba y sin que nadie parezca muy bien para dónde tirar, el mundo de los toros, de por sí independiente y en cierto modo anárquico, tiene ante sí un tremendo reto.
Visibilidad y normalidad
Paco Delgado
Avance Taurino / 20 Junio 2021
No es un secreto que nunca antes la fiesta había pasado por un momento tan delicado y peligroso. La pandemia, de manera inesperada y sorpresiva, dejó ko al sector y cerca de escuchar completa la cuenta.
Afortunadamente, la extraordinaria fuerza del espectáculo, basada en un arraigo milenario en lo español, ha permitido -con la ayuda de muchos, no todos, profesionales- capear en cierto modo el temporal.
Pero no está todo resuelto ni arreglado, como parecen dejar ver mensajes interesados de quienes pretenden que todo permanezca igual. La pervivencia de la fiesta, al margen de su anacrónica estructura y organización, se ha visto en grave peligro por los ataques de un muy significado y representativo segmento de activistas de la izquierda más radical ante la pasividad e indiferencia de casi todas las demás fuerzas políticas, que, por si acaso y cuando alguno de ellos intentaba echar una mano, dejaban caer la muletilla de que ningún partido debe apropiarse de la tauromaquia. Naturalmente que no es de ningún partido. Ya se ha dicho hasta la saciedad. La tauromaquia no es de derechas ni de izquierdas. Ni de centro. Pertenece al pueblo, a la gente. Y, parece mentira que haya recordarlo a cada poco, este concepto ya lo explicó y aclaró hace ya casi dos siglos el que fuera alcalde de Valencia José Campo, aunque todavía haya quien cuestione la expresión fiesta nacional y la relacione con dictadura y fascismo.
Tampoco es muy de recibo que se ataque y cuestione un espectáculo legalmente establecido, declarado patrimonio cultural del pueblo español, por ¿políticos? que, curiosamente, reniegan de España, de lo español y la españolidad cobrando, y muy bien por casi nada -o por nada, en no pocos casos- de un Estado del que buscan su desaparición y al que insultan y perjudican constantemente.
Es por todo ello muy de agradecer la postura que están adoptando en los últimos meses políticos de distinto signo, grado y condición acerca de la cosa taurina.
De siempre ha sido notorio y notable el apoyo dado por la Diputación de Valencia a los toros en sus más diversos aspectos, reforzando su filosofía al recibir su presidente a los novilleros valencianos que toman parte en la Liga de Novilladas. Como ha hecho el alcalde de Salamanca, o el de Palos de la Frontera. O como hacen los de Villaseca de la Sagra, Algemesí y todos los que con no poco esfuerzo y sacrificio organizan novilladas y apuestan por el futuro del toreo.
También es muy importante el que se haya visto cómo se arropaba y daba visibilidad a la tramitación de la proposición no de ley que Partido Popular y VOX han urdido en la Comunidad Valenciana buscando ayudar a ganaderos y profesionales de la tierra y que la Fundación del Toro de Lidia busque alianzas y defensa a nivel nacional, si bien en este aspecto hay mucho camino por recorrer y trabajo por hacer. Aunque luego hubiese agua…
Ahora más que nunca es cuando hace falta unión y que la gente vea que esto se mueve, que sigue siendo algo vivo y que nuestros representantes lo defienden y tienen en consideración. Que los toros no sean tenidos como algo marginal, escondido y casi pecado. Al contrario, es algo grande, muy grande, una manifestación cultural extraordinaria y que representa a nuestro país más que cualquier otra cosa. No dejemos que políticos a los que sólo interesa su bolsillo, en nombre de una falsa progresía -no se olvide que esta actividad es una de las más grandes conquistas sociales del pueblo español, que arrebató su titularidad a la nobleza y aristocracia para uso y disfrute de todos- arruinen un hecho tan antiguo como el hombre.
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