Todo pasa, nada queda… excepto el recuerdo. La memoria es fiel servidora y guarda y custodia, principalmente, de lo bueno. O así debería ser. Manzanares, a quien marcó su origen, entró no ya en la historia, sino en la leyenda.
Esencia mediterránea
Paco Delgado
Avance Taurino / 26 Junio 2021
El tiempo, al contrario que la mayoría de nuestra clase política, no hace dejadez de sus funciones -y, por supuesto, está preparadísimo para llevarla a cabo, no como la mayoría de esta tropa…- e, inexorable, cumple con su cometido sin que nadie sea capaz de escapar a su eficacia. Pero, como San Agustín, si nadie me lo pregunta, sé qué es el tiempo; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé. Lo que sí digo sin vacilación es que sé que si nada pasase no habría tiempo pasado…
Y lo que pasó hace medio siglo, y ahora se recuerda, con emoción y gratitud, es que un novillerito de muy buena planta y mejores maneras, que tenía encandilados a los aficionados de su tierra y pronto a los de todo el mundo, se convertía en matador de toros tras una tan breve como brillante etapa novilleril.
Sí, parece que no hayan pasado ya cincuenta años -¡cincuenta años!, que se dice pronto, una vida…- desde que aquella tarde de San Juan un ya veterano y reaparecido Luis Miguel Dominguín, con una plaza llena hasta las banderas de un público fiel y entregado a la causa, daba la alternativa a un jovencísimo Manzanares que no defraudó y ya se hizo conceder las orejas y el rabo del primer toro de su carrera, “Rayito”, que así se llamaba el ejemplar de Atanasio Fernández con el que se doctoró en Tauromaquia.
Como recordar es volver a vivir, aunque la memoria de este torero siempre ha estado presente en el imaginario colectivo de sus paisanos, coincidiendo con esta efeméride se suceden homenajes y actos para conmemorar y festejar como merece este cincuentenario que se antoja clave para una ciudad cuyo nombre paseó en triunfo por todo el mundo uno de los matadores cuya trayectoria estuvo activa durante 35 años y que dejó una estela que no se pierde.
Hijo de un banderillero que no logró el sueño de su vida, desde bien pequeño vivió muy de cerca el ambiente taurino y dejó ver unas extraordinarias condiciones e inmensas posibilidades que no se vieron defraudadas. Enloqueció a sus vecinos cuando todavía llevaba pantalón corto y tras su breve ejercicio como novillero, deslumbrando en su competencia con Galloso, se convirtió enseguida en referencia y estandarte no sólo de la torería clásica y asolerada, sino de su tierra, azul y salada, y de la que hizo bandera y testimonio.
El Mediterráneo fluía por sus venas, inspiraba su mente y guiaba sus muñecas, piernas y cintura haciendo girar en torno suyo a un animal totémico para las gentes que han tenido la suerte de ser bañadas por este mar que también inspiró a Juan Manuel Serrat, y de cuya obra principal se cumple asímismo medio siglo.
Nada es casualidad y ese puñado de versos musicados describen una serie de sensaciones y sentimientos con los que a la mayoría de los españoles nos gusta identificarnos, aunque hayamos nacido en terreno de secano o crecido en costas más recónditas -como recordaba Xavier Quirarte-, explican a la vez la tauromaquia cálida y esplendente de este diestro al que Juan Antonio Polo describió como “El torero de más clase del momento actual. Tanto con el capote, como con la muleta y- cuando quiere- con la espada, el gran estilo del alicantino se impuso desde su alternativa y, sobre todo, a raíz de los grandes triunfos alcanzados en Madrid y en Sevilla, ciudad en la que disfruta del mismo carisma que los más caracterizados diestros de la tierra”.
Fue uno de los toreros clave del siglo XX, y de los que mas han toreado en la historia, y su imagen sigue siendo, impregnada por ese Mediterráneo que le inspiraba, la que más se acerca al ideal y al canon. Inmortal.
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