miércoles, 11 de agosto de 2021

La leyenda de Ignacio Sánchez Mejías en el 87 Aniversario de su muerte / por Pla Ventura

 

 Tras muchos años de inactividad y de haber llevado una vida apasionada en tres mil quehaceres, en 1934 decidió reaparecer, quizás espoleado por Juan Belmonte, toreó varias corridas con enorme éxito, hasta tal día como hoy llegó a Manzanares, plaza en la que el toro Granadino acabó con su vida. Dos días después, Ignacio Sánchez Mejías moría en Madrid a consecuencia de la mortal cornada.

La leyenda de Ignacio Sánchez Mejías

Pla Ventura
Toros de Lidia /11 agosto, 2021
Cumplimos en el día de hoy el fatal aniversario de la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, ochenta y siete años, un personaje que, tantísimos años después sigue conservando la leyenda que un día se forjara. Por supuesto que, para hablar de este mítico torero, nos tenemos que apoyar en la historia, justamente, la que nos habla de un personaje genial e irrepetible.

Es curioso que, en su época, toreros mejores que él los hubo, algunos, caso de Joselito y Belmonte, le superaron en las cuestiones meramente artísticas pero, ambos genios aludidos ninguno de ellos logró esa inmortalidad de la que hace gala Ignacio Sánchez Mejías. No es menos cierto que, en el tiempo en que estuvo en activo, Sánchez Mejías estuvo a la altura de aquellos genios que no era cualquier cosa.

Sánchez Mejías se diferencia del resto de los toreros en la singularidad de su carrera puesto que, muy pocos, por no decir nadie, empezaron como él comenzó. Cierto es que, en su vida, todo era singular, único, irrepetible. Le entró la afición a los toros y tuvo la feliz idea de hacerse banderillero con el que sería su cuñado, José Gómez Ortega; una batalla que duró tres años en que, como dice la historia, nadie sabe quién obtuvo más gloria, el matador, Joselito, o Ignacio Sánchez Mejías como banderillero.

Pasaron casi diez años desde que Ignacio comenzara su singladura por aquello de ser torero hasta que se doctoró en Madrid, precisamente de manos de Joselito con Juan Belmonte como testigo. Tras todo lo sabido, entendemos que Sánchez Mejías era hombre de retos y, una vez conseguidos emprendía otras tareas, Apenas estuvo un par de años como torero, recorriendo, eso si, todas las ferias de España.

Se retiró siendo un chaval en 1920 para emprender otras actividades que tanto le subyugaban, entre ellas, obtener el bachillerato que, en aquellos años era un sueño para cualquiera. 

La literatura era su pasión, por ello entró a formar parte de la llamada Generación del 27 en que, tras una mítica reunión en el Ateneo de Sevilla para conmemorar los trescientos años del nacimiento de Luis de Góngora, Ignacio, junto a García Lorca, Luis Cernuda, Gerardo Diego, Dámaso Alonso y otros literatos del momento, desde aquel instante quedó formada la generación aludida.

Igualmente, el diestro, fue corredor de automóviles, presidente de Real Betis, novelista, dramaturgo y, como algo muy curioso y que nadie ha logrado en el mundo, como torero, fue contratado para hacer las crónicas de toros, especialmente la suyas por el Diario de Sevilla, como sabemos, un caso único en la historia de la crítica taurina. Reproducimos uno de los párrafos de su crónica en una actuación hispalense en la que escribió sobre su persona:

Ignacio, hoy debiste quedarte en casa. Tu cuerpo lo vimos en la Maestranza, pero tu mente estaba en el Ateneo. Has estado fatal, peor es imposible; ni con las banderillas que siempre fuiste un fenómeno, has estado acertado. Te libraste de la cornada porque Dios estaba contigo, menos mal que las broncas se las llevó el viento.

Hay que tener mucho valor, inmenso carisma para narrar sobre sí mismo y contar la verdad. Leyenda, como digo, Ignacio la tuvo toda. Tras muchos años de inactividad y de haber llevado una vida apasionada en tres mil quehaceres, en 1934 decidió reaparecer, quizás espoleado por Juan Belmonte, toreó varias corridas con enorme éxito, hasta tal día como hoy llegó a Manzanares, plaza en la que el toro Granadino acabó con su vida. Dos días después, Ignacio Sánchez Mejías moría en Madrid a consecuencia de la mortal cornada.


Recomiendo a todo el mundo seguir leyendo la antología poética que García Lorca le dedicó a su amigo Ignacio Sánchez Mejías, amén de tanta literatura como quedó escrita al respecto de este diestro singular y único en su género.

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