La corrida aludida, como ya dije en su momento, de no haberlo visto con mis ojos, en mi caso como en el de cualquiera, todos teníamos derecho a pensar que Morante había tenido una tarde memorable y, como pudimos apreciar, el ridículo fue de espanto, por eso no debemos nunca de fiarnos del parte o resultado escueto de un festejo determinado puesto que, en la mayoría de los casos nos dan gato por liebre. Lo de Jaén, insisto, clamó al cielo. Eso sí, el presidente absurdo de la corrida de Jaén que debe ser un mal aficionado, está que trina por las críticas recibidas. ¿Se puede ser más torpe que dicho señor? ¿Quién pidió aquellas orejas? ¿Y la vuelta al ruedo al burro de Sancho Dávila, me refiero al toro, claro?
Pero Morante está en estado de gracia y se le perdona todo, hasta que no tenga toro enfrente. Apenas nadie exige nada y de tal modo, el de La Puebla, se siente como pez en el agua a sabiendas de que los ignorantes no le censurarán nada a nivel de la prensa y los aficionados que acuden a los tendidos, de ello mejor que no hablemos. Eso sí, nadie pone en tela de juicio la genialidad de este hombre, lo que tratamos de explicar es que sus grandes triunfos han tenido lugar frente a “hermanitas de la caridad” que le han dejado estar muy cómodo y a gusto.
Debemos recordarles a los aficionados actuales, incluso a los periodistas que, en su día, allá por los años cuarenta, Pepe Luis Vázquez ya emitió, como sentencia, que si el toro no tiene trasmisión nada de lo que haga el torero tendrá sentido, es el caso de Morante que se ha pasado la temporada matando los burros desvalidos, ha disimulado con un toro de Miura, ha fracaso con los de Prieto de la Cal que el ganadero debería de explicarnos por qué se arrodilló ante Morante para que los animales del puerto salieran totalmente escobillados y no precisamente por haber derrotado contras la tablas, como se arrodilla Pedro Sánchez ante los independentistas, y todo se ha circunscrito con los animalitos de Juan Pedro que, como se ha demostrado, son su caldo de cultivo. Y tiene gracia la cosa cuando Morante dijo este verano que ya estaba hastiado por matar siempre lo de Juan Pedro y que iba a cambiar su rumbo. Declaraciones grotescas puesto que, tras aquellas palabras, ni se sabe los toros de Juan Pedro que ha matado que, en realidad, han sido la inmensa mayoría.
Pero no todo tiene que ser malo porque, en este caso, cuando me cautivó Morante fue en Madrid, justamente por lo que digo, porque tenía enfrente un toro encastado que le pidió sus credenciales, las que el diestro mostró con todo el orgullo del mundo. Aquella si era una faena de premio porque además del arte que mostró Morante, en cada pase se notaba que se estaba jugando la vida, de ahí el gran mérito que tuvo. Queda claro que, de nuestra parte, no existe animadversión alguna, todo lo contrario porque lo que se pretende es ser justos y, resaltar la épica de Morante en Madrid creo que es la mejor justicia que podamos impartir sobre este genial artista. Si todas tardes en que actúa Morante, todos sacamos el botafumeiro, ¿qué tendremos que hacer cuando llega una ocasión como la descrita de Madrid? Seamos serios, por favor. No nos dejemos llevar por las corrientes triunfalistas que, en definitiva no conducen a nada, salvo al engaño a los lectores y a los que menos conocimientos tienen sobre la materia taurina.
Eso sí, que todo el mundo se derrita con este torero, precisamente cuando carece de ese toro encastado, sin peligro, sin alma, sin fuerzas y sin nada que se le parezca a un toro bravo, es ahí cuando me pongo muy triste porque, de tal modo, actuando como hacen todos, ¿en qué momento se le ensalzará a Morante como Dios manda? Para la mayoría, todas las tardes, para lo que amamos el toro, fue en Madrid donde consiguió los honores de “capitán general” del toreo porque, insisto, en aquella tarde otoñal, su arte fue capaz de brillar frente a un toro auténtico que, tampoco nos engañemos que no era de Pedraza de Yeltes, pero ti tuvo la movilidad, la casta y la fiereza de un toro bravo.
En la imagen de Rafael Villar Moyo que mostramos, vemos a uno de los toros que mató Morante en el Puerto. Que cada cual saque sus conclusiones. Nadie sabe los motivos por los cuales, Tomás Prieto de la Cal, se arrodilló ante Morante para que salieran aquellos toros sin apenas pitones y totalmente desmochados.
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