Debutó con picadores a los 18 años. Tomó la alternativa a los 21, en Castellón, de manos de Antonio Bienvenida. Pronto triunfó en todos los grandes ruedos españoles: Madrid, Sevilla, Valencia... Y en América: en México, compitió con los más grandes diestros en cerca de 200 tardes: quizá, el torero español que más veces ha actuado.
Fue matador de toros 34 años, de 1956 a 1990.
En Barcelona toreó 250 tardes, fue un verdadero ídolo. Don Pedro Balañá tuvo la visión de emparejarlo con Chamaco. Los dos formaron una verdadera revolución: Antonio, más tremendista; Joaquín, más clásico. Toreaban domingos y jueves, muchas semanas. Llegaron a actuar dos días seguidos, 8 y 9 de julio de 1954, con el mismo cartel: Victoriano Valencia, Chamaco y Bernadó.
Evidente clase
Alternó con Luis Miguel y Ordóñez, con Pepe Luis y Manolo Vázquez, con Puerta y Camino... Sus espejos fueron Domingo Ortega y Pepín Martín Vázquez. Poseía una evidente clase: facilidad, elegancia natural, sencillez. Mostraba esas cualidades lo mismo ante toros fáciles que ante los más duros: obtuvo grandes éxitos matando Miuras. Toreaba muy bien con los pies juntos, era excelente lidiador. Inventó una peculiar forma de manoletina, la 'bernadina'. La espada fue su cruz permanente, le privó de numerosísimos triunfos.
Le elogió Néstor Luján:
«Esta faena la hubiera firmado Pepe Luis». Cañabate, en ABC, el 12 de abril de 1959, su faena a 'Campanero', «un tanque con cuernos de Francisco Ramírez», en Las Ventas: «Y Bernadó, nada, con un pedazo de tela, con un juego de brazos, domeña, leve, fino, elegante, a aquel mastodonte de terrible poderío». K-Hito le llamó «torero de tergal: nunca se despeina. Es la elegancia con montera».
Ya retirado, desempeñó una gran labor como profesor de la Escuela de Tauromaquia madrileña y comentarista, junto a Miguel Ángel Moncholi, en las retransmisiones de Telemadrid. El 4 de mayo de 2015, participé en la presentación del libro 'Joaquín Bernadó, hilo de seda y oro', de Juan González Soto. Me dijo entonces: «Ahora se pegan pases mejor que nunca, con gran perfección, pero ahora no se torea bien».
En 1988, a propuesta de María Aurelia Capmany, Pasqual Maragall le otorgó la Medalla de Oro al Mérito Artístico de Barcelona. Nunca pudo entender la posterior deriva antitaurina de los independentistas. En Canencia, esa fue la cruz de sus últimos años.
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