“el nacimiento de la Fiesta coincide con el nacimiento de la nacionalidad española y con la lengua de Castilla……… asi pues, las corridas de toros…….. son una cosa tan nuestra, tan obligada por la naturaleza y la historia como el habla que hablamos.”. R. Pérez de Ayala
miércoles, 31 de agosto de 2022
Poema a "Manolete"
Las espadas / por Sertorio
JOSÉ ANTONIO VALENCIA REALIZA FAENA DE APOTEOSIS E INDULTA UN NOVILLO EN SANLUCAR DE BARRAMEDA / por José López EL VITO
- La crónica de Burladero de la novillada de Sanlucar de Barrameda:
Linares: La broma de Morante / por Pla Ventura
Pla Ventura
Toros de Lidia / 30 agosto, 2022
El festejo aludido tuvo su historia. A priori, por la mañana se rechazaron cuatro toros de Miura y, al final, entre dimes y diretes y todo lo que por allí sucedió, se aprobaron tres de los que estaban rechazados, un fraude de ley, pero como toreaba Morante todo le estaba permitido. Salvo el primero de Rafaelillo que era un Miura de verdad –qué cosas que el único toro serio cae en las manos de Rafaelillo- el resto eran “miuritas”, es decir, resquicios de lo que siempre fue una corrida de Miura que, don Eduardo y su hermano, ellos sabrán las triquiñuelas que aportaron para que se lidiara semejante parodia.
Para colmo se devolvió uno de los animales por enclenque y salió un toro de Núñez del Cuvillo en el que Rafaelillo estuvo genial. Pero, a su vez, había como sobreros dos toros de Juan Pedro. ¿Será casualidad? O sea que, Morante se apunta a la de Miura en Linares y se trae dos sobreros de Juan Pedro “por si acaso”. Justo lo mismo que hizo en Sevilla durante la feria que, mató un Miura y allí se acabó la historia; en Linares sucedió lo mismo, Morante los mató, pero en el acto, sin darles opciones para que demostraran que eran malos. Y aún siguen quedando memos que a esa parodia la califican como gesto. Hay que tener muy poca vergüenza para comulgar con estas corruptelas que, a lo largo de la historia, tanto daño le han hecho al toreo.
Bronca y gran bronca, fue el resultado que cosechó Morante en Linares pese a que sus enemigos, más que toros parecían gatos salvajes; sin opción alguna, es cierto, pero Morante tampoco puso la menor actitud para que aquello resultara más decente. Vaya homenaje que le hizo a Manolete rememorando su trágica muerte en dicho ruedo setenta y cinco años atrás. Claro que, lo peor de todo es que la gente ya no traga en anzuelo porque, como sabemos, había tres cuartos de plaza, con Morante como artista total, Curro Díaz como artista local y Rafaelillo, un tío con toda la barba que hasta pudo ejercer de artista, algo que sorprendió a muchos mientras lidiaba el toro de Núñez del Cuvillo.
Morante es un gran torero, yo diría que el mejor en la actualidad pero, siempre con el medio toro acorde a su arte; no le pidamos peras al olmo que jamás las tendremos. Queda claro que, la proeza que tan bien supo vender como era la corrida de Linares, al final quedó todo en la parodia de siempre y, en esta ocasión todavía mucho peor porque no los quiso ni ver. ¿Cómo sería todo aquello que me han contado porque en el sorteo se rechazaron cuatro Miuras? No me lo quiero ni imaginar y, lo que es más sangrante, ¿qué harían para que la autoridad cambiara de actitud y accediera a sortear tres de los toros rechazados?
Sin lugar a dudas, si nos mostraran todo lo que ocurre entre bastidores cuando actúan las figuras del toreo, de saberlo todo, no íbamos nadie a una plaza. Lo de Linares es un poco de lo mucho que se cuece a diario por esas plazas de Dios. Mejor así, Sigamos viviendo en la ignorancia y de tal modo seremos más felices. Sin embargo y pese a todo, a cualquiera, en calidad de aficionado se le parte el alma al comprobar hechos como los acaecidos en Linares de los que, para desdicha suya y del toreo entero, Morante fue el auténtico protagonista, pero no toreando que es lo que de él todos anhelamos; lo fue como motivo de toda la discordia que allí se sembró y de la que al final de la contienda, Morante se llevó las broncas y se quedó más ancho que largo. ¡Una corrida de Miura con sobreros de Juan Pedro! Que baje Dios y lo vea.
martes, 30 de agosto de 2022
Recordando a José Cubero YIYO. 37º aniversario de su muerte en la plaza de Colmenar Viejo
Manolete. "Soñando en un sueño soñé" / escultura de Puente Jerez
A porta gayola, tarea inútil / por Pla Ventura
Escribo estas letras con toda la pena del mundo porque, si alguien admira a Manuel Escribano, ese soy yo, sin el menor género de duda porque, como el mundo sabe se trata de uno de los toreros más honrados que hemos conocido en los últimos cincuenta años. Para colmo, esa honradez que aludimos se traduce en la lidia de sus toros que, desde siempre, Escribano se ha enfrentado a divisas míticas que, por supuesto, las figuras del toreo huyen sin el menor remilgo.
Es de agradecer todo lo que haga un torero para satisfacer al público que ha pagado una entrada pero, como digo, recibir al toro a porta gayola tiene un riesgo elevadísimo que, si a fin de cuentas puntuara para el triunfo final del diestro se podría entender el gesto pero, conforme está el toreo en la actualidad, la poca memoria que tiene el aficionado y mucho menos la gente que acude a los toros de forma casual, jugarse la vida en el primer lance es una barbaridad sin recompensa alguna.
Es cierto que, Escribano, con toda seguridad, hace lo que le dicta el corazón, algo hermoso por otra parte, como es el hecho de jugarse las femorales en el recibo indicado cuando sale el toro por toriles pero, la pregunta es obligada, ¿merece la pena tanto riesgo a cambio de nada? ¡Seguro que no! Para mayor desdicha, en dicha suerte –nunca mejor empleada la frase- Escribano ha corrido serios riesgos al ser cogido por sus enemigos, razón por la que desde nuestro corazón de aficionados le suplicamos que prescinda de semejante riesgo que, lo único que puede lograr es una fuerte cornada, algo que nadie le agradecerá.
Cierto es que, si de riesgo hablamos, Manolo Escribano se juega la vida en todos los tercios, de forma arriesgadísima en el lance citado pero, tras la suerte de varas, empuña los palos para que no quede el menor atisbo de duda sobre el diestro. Como digo, un caso casi único en la historia actual del toreo en que, un torero es capaz de darlo todo, absolutamente todo, y muchas veces a cabio de nada.
Por supuesto que no hay el menor atisbo de crítica hacia este espada que, ante todo, está cosido a cornadas y, una vez repuesto, como hace a diario, es capaz de darlo todo por aquello de conseguir un éxito que, en muchas ocasiones por culpa de los toros, se torna inalcanzable. Yo diría que es un consejo el que quiero darle a tan admirable matador que, sin remilgo alguno, pone su vida al servicio de su arte, de profesión y, por encima de todo, para satisfacción de todos los aficionados que acuden a verle. Buscando un paralelismo que pueda definir todo lo que digo ante el riesgo asumido por el diestro sabedor que no tendrá premio, digamos que podríamos equipararlo en aquel futbolista que, -a excepción del riesgo de jugarse la vida- sabedor de que está en fuera de juego, mete el gol con la esperanza de que se lo validen, tarea complicada por otra parte y mucho más con los medios que ahora gozamos en todos los órdenes.
Manolo Escribano, portador de una grandeza fuera de lo común, como digo, debe de olvidarse de esos riesgos inútiles e innecesarios y, a poder ser, seguir firmando tardes apoteósicas como la que logró en El Puerto de Santa María con los toros de Adolfo Martín que, como nos contaron testigos presenciales, hizo una de las grandes faenas de su historia, solo comparada a la del toro Cobradiezmos que indultó en Sevilla, justamente, con otro toro de Albaserrada.
Damián Castaño en Cuéllar: lección ante ‘Profesor’ de Partido de Resina
Mucho respeto se vivió en la segunda corrida -tercer festejo- del ciclo cuellarano tras la grave cornada a Manuel Diosleguarde la tarde anterior. Antes del paseíllo, el respetable brindó una calurosa ovación al equipo medico dirigido por Marta Pérez López.
El encierro pasó factura al primer astado de la ganadería sevillana, que despertó los aplausos del público por su presentación, y pronto evidenció problemas en una pata, una circunstancia que obligó a dar paso a un sobrero, que salió entre dormido y aturdido. Aun así se empleó en la embestida en el capote de Robleño, al que ganó en tablas, pero el trato recibido por el picador apagó sus pocas opciones. Puso complicaciones en banderillas, pese a un buen par de Fernando Sánchez, y en la muleta resultó un animal soso y sin gracia que rápido pasaportó el diestro madrileño. Robleño pudo mostrarse algo más con el ejemplar que hizo cuarto, en una obra, en la que dejó ciertos detalles, pero no hubo lucimiento. Otro silencio.
Gordo y recogido de cuerna fue el segundo, que salió metiendo la cara en los burladeros. Lo saludó Escribano con una larga cambiada desde el tercio y una buena media verónica. Brindó a la doctora Pérez López y al resto de los servicios asistenciales para proseguir con una faena de oficio y experiencia. Sin ser un toro de mala condición había que medir los terrenos y el sevillano dejó una faena firme, que terminó sin emoción y sin rédito a espadas.
El segundo de su lote llamó la atención de salida por su morillo, cuello y las puntas hacia arriba, pero Escribano no pudo acoplarse por el enrazado comportamiento del animal y pegó sainete con el uso de los aceros; escuchando incluso pitos.
Salió el cárdeno claro, tan de Partido de Resina tan de Pablo Romero: aplaudido en la salida, entró largo en tres ocasiones al caballo. Toro bravo y encastado ante un seguro y asentado Castaño, que tras brindar al diestro local Javier Herrero, fue todo seguridad y aplomo. Estuvo muy valiente; sabiendo canalizar la enrazada embestida del animal, ‘Profesor’, que fue reconocida con arrastre lento. Faenón del salmantino, que terminó pinchando. Saludó una merecida ovación en el tercio.
Con la misma entrega continuó con el toro que cerró plaza. Se mostró hasta relajado frente a un antagonista de buen juego y condición, que tomó con nobleza los engaños. Acoplado Castaño, se abandonó en tandas compuestas. Dominó las alturas del último astado y rubricó detalles por abajo de corte artista. Espadazo caído y golpe de verduguillo para recoger una oreja al cómputo global de la tarde.
Orden de lidia de los toros de Partido de Resina en Cuéllar
1.- ‘Excitado’, n- 21, del 2018, cárdeno oscuro; lidiado por Fernando Robleño.
1 bis.- ‘Notario’, n 26, cárdeno oscuro; lidiado por Fernando Robleño.
3.- ‘Profesor’, n 10, del 2018, cárdeno claro; lidiado por Damián Castaño: arrastre lento.
4.- ‘Garrofero II’, n 27, del 2018, cárdeno; lidiado por Fernando Robleño
5.- ‘Chicarrero’, n 29, del 2018, cárdeno; lidiado por Manuel Escribano: aplaudido en arrastre.
6.- ‘Altramuz’, n 25, del 2018, cárdeno oscuro; lidiado por Damián Castaño.
Cali. Por aquí pasó Manolete / por Jorge Arturo Díaz Reyes
Bueno, los caleños también podemos consolarnos diciendo algo parecido. Lo vimos, ya qué toreara o no, es aleatorio. Esa fue otra de sus revoluciones. De él, en adelante las figuras de moda no necesitaron torear para poner patas arriba las ciudades y boca abajo las plazas. Y sin necesidad de ser Manolete, ni siquiera de parecérsele, algunas con solo presumir de ser su evocación o su caricatura lo han conseguido.
“El Monstruo” estuvo por aquí unos minutos, en el viejo aeródromo, “Calipuerto”. También extinto. Estaba ubicado en las afueras de la ciudad, donde ahora queda el gran mercado mayorista de alimentos “Cavasa”. Allí aterrizó en DC3, haciendo escala, en su viaje de Lima hacia Bogotá. Venía con su séquito, sus consabidas gafas de sol y una camisa liviana de trópico, dicen.
Para qué fue eso. Todo el que pudo se desplazó a verle bajar y subir al avión, me contaba mi padre. Yo no, estaba recién nacido, pero es como si hubiese ido pues la historia la escuché muchas veces desde que tengo memoria. Además, no necesita ser cierta para que la crea.
Ese fugaz paso le inscribió en la mitología taurina de la ciudad, hoy a punto de ser declarada herejía. Dieciocho años después, otro torero, también cordobés, o de cerca (Palma del Río), sin haber toreado, aunque luego si lo hiciera con gran éxito, causó un impacto similar solo con ser anunciado. ¡Qué revuelo! Entonces, la revolución manoletista ya no era revolución, era tradición.
Hoy lunes 29 de agosto, a las cinco y siete minutos de la madrugada (Linares), y a las doce y siete minutos de la tarde (Cali), Manuel Laureano Rodríguez Sánchez cumplió setenta y cinco años de muerto, de gran muerto, y acá tan lejos, en la ribera del Cauca, donde nunca toreó, le seguimos recordando con tanta devoción como si lo hubiese hecho. Qué importa que no, en él creemos.
Pasé por Linares... y mereció la pena / por Antolín Castro
Era muy importante estar en el 75 aniversario de Manolete, el torero que perdió la vida allí, pero que ganó el recuerdo para siempre de esa localidad jienense
Calurosa ciudad… añado yo, si bien también es caluroso el recibimiento de sus gentes, de los amigos con quien he disfrutado estos días.
El coso de Santa Margarita ha acogido dos festejos y los dos parecían que pertenecían a tauromaquias muy diferentes. Los tendidos han registrado buenas entradas, pero sin llegar al lleno. El sábado hubo público verbenero, istas para ser más exacto y preciso, de esos que van a ver a su torero preferido y punto. Cuanto hace el ídolo se corea y así pasa la tarde aplaudiendo a rabiar al suyo y gritos despectivos para el que no lo es.
Por la baja de Roca Rey le ofrecieron el puesto a Morante y no encajaba para nada para el público que allí se congregó. El rejoneador Diego Ventura y Manzanares eran los que sí les cuadraban a los asistentes y los aplausos atronaban el espacio. Jamás me había tapada los oídos hasta este día, pero no se imaginan qué forma de aplaudir los que tenía detrás. Logré salir ileso.
El domingo era el día que me movió hasta allí y la ilusión que celebrar ese 75 aniversario con los toros y los toreros anunciados era todo un aliciente. Una corrida de Miura y una terna inédita en una tarde así: Rafaelillo, al que podemos llamar ‘el maestro de Zahariche’, Morante y su atrevimiento y el ‘joven’ Curro Díaz, a quien esos toros siempre le ofrecen triunfos. El público era otro, se respiraba seriedad, y quienes estaban sentados en los tendidos tenían todas las papeletas de ser buenos aficionados, no seguidores de toreros.
Cómo para no estar presente me dije. No solo acudí yo, otros grandes aficionados, Lázaro, Jean-Charles, Antonio, Cecilio y José Luis (estos desde más cerca) se acercaron también y cubrimos los tiempos hablando de toros y toreros antes y después del festejo. Un placer disfrutar los conocimientos de grandes aficionados.
Lo de Miura resultó así así, bueno el ganadero estuvo más pendiente de Bilbao y menos comprometido con una fecha tan histórica. El sabrá porqué lo hizo, pero el encierro enviado tuvo dificultades para pasar el reconocimiento y finalmente se remendó con uno de Joaquín Núñez.
El atrevimiento de Morante se quedó solo en eso, en hacer el paseíllo. Los toros no fueron oponentes adecuados, pero tampoco él fue el oponente adecuado para ellos. Otra actitud podría haberle ayudado, al menos para que aquello lo presidiera el decoro, pero se lo dejó en el hotel.
Sin embargó sí estuvo, y cómo estuvo, Rafaelillo. Actitud, esa que echamos de menos en el párrafo anterior, para abrir la tarde con dos largas de rodillas en el tercio y continuar a la verónica como si no tuviera un Miura, el más miura de todos, delante. El murciano está en vena, disfruta toreando y mostrando el Rafaelillo que lleva dentro. Mueve capote y muleta de forma clásica y con verdad, lo que le hace casi imprescindible en el escalafón. Bajo sus dos caras, la heroica y la clásica, no tiene rival. Da gusto verle y, además, se disfruta viéndole disfrutar en la cara del toro.
Cerró la terna un ‘joven’ torero nacido en Linares, en la misma habitación en la que se marchó Manolete, y algo debió de heredar del monstruo para sentirse tan torero como se siente. Día muy especial para él, dejando constancia de que no es un torero más, es un torero artista de cuyas muñecas surgen momentos de belleza inigualable. Las dos tandas relajadísimas con las que nos obsequió en el último marcaron, de qué manera, esa torería innata que atesora el linarense.
Pasé por Linares y, por muchas cosas sucedidas en la plaza y fuera de ella, mereció mucho la pena.
Media o tres cuartos / por Pla Ventura
Yo creo que, los taurinos, nadie se pregunta los motivos por los cuales la gente ha dejado de ir a los toros, se conforman con esa media plaza aludida y en base de dicho boletaje se hacen los números para el desarrollo de los festejos. Digamos que, todo se organiza sin el menor atisbo de ilusión puesto que la monotonía y la rutina son los componentes que viven dentro del mundo de los toros. Sigo creyendo que existirán remedios para dicha enfermedad ya que, si la feria de Huesca ha sido todo un éxito si de público hablamos, ¿cómo es posible que en el resto de las ferias de España no ocurra lo de la capital oscense? ¿Será su empresario el más sagaz y listo de España? Sospecho que detrás de todo ello hay algo que este hombre ha hecho y que los demás no le secundan. Si con los mismos toros y toreros de las demás ferias, Huesca se ha llenado, la gran mayoría de los coliseos de España debería de colgarse el no hay billetes, cosa que recordamos solo en una ocasión este verano en El Puerto de Santa María.
A los taurinos de España debería darles rubor comprobar que en nuestra vecina Francia, los llenos siguen siendo históricos y, en muchos lugares, hasta con carteles llamados humildes. Es cierto que, en el país galo el toro sigue siendo el auténtico protagonista en la mayoría de las ocasiones y, como quiera que dichos aficionados aboguen por el toro, cuando se lo sirven en bandeja acuden prestos al festín. Dax y Beziers son los últimos ejemplos que nos vienen a la memoria y, precisamente con todos de Miura. Fijémonos que, sin estar en dichos carteles ninguna figura del toreo de España, los llenos fueron apabullantes. Lo dicho, algo estamos haciendo mal para que, tan cerquita de nosotros se llenan los coliseos mientras que, en nuestro suelo patrio, el toreo vive prácticamente de la “caridad” de los aficionados.
Nuestro mal es endémico y, lo más sangrante de todo es que no lo queremos reconocer, nos hemos acostumbrado a esa mediocridad de aforo y lo demás no nos importa para nada. Quisiera ver las liquidaciones de muchos toreros de los que actúan todos los días puestos que, las mismas deben ser horrorosas, cuestión que, por vergüenza ajena nadie es capaz de difundir. Claro que, el problema es de los demás. En mi caso, como en el de cualquier aficionado nos importa muy poco lo que cobren los toreros, como si quieren torear gratis –cosa que hacen muchos-. La cuestión estriba en que, por unas causas u otras, vemos el deterioro de la fiesta porque, ver mucho cemento en los toros es sinónimo de pobreza en todos los órdenes. Y si queremos ver una plaza llena a rebosar tenemos que contratar a José Tomás que, con sus correligionarios que no saben nada de toros, como son adeptos al ídolo de barro, ellos si son capaces de llenar un coso taurino, algo que tampoco nos sirve porque eso es flor de un día.
Si en la feria del 2019, la última que se celebró en Bilbao, sus entradas fueron dramáticas, este año salvo en la corrida en que participó Roca Rey que se congregaron tres cuartos de aforo, el caos ha sido de época. Y, como se comprobó, el llamado toro de Bilbao tampoco tuvo repercusión alguna puesto que, tanto los toros de Dolores Aguirre como los propios Miura apenas concitaron la atención de muy pocos aficionados. Como tantas veces dije, estamos en la triste época de la media plaza, si acaso con la máxima figura del momento un poquito más, pero todo ha quedado en la nada.