El tratamiento, digno del guion de una película de la NASA, ha sido un éxito. Pero nada se hubiera conseguido sin la raza de un torero empeñado en seguir mostrando su verdad y su pureza en los ruedos, frente a los toros que dan la gloria y que cogen, dispuesto a grabar su nombre en los anales de la tauromaquia y ascender a sus altares. Emilio de Justo está de vuelta. Una alegría. Un milagro emocionante.
Emilio de Justo en Almería - Baltasar Gálvez.
El milagro de Emilio de Justo
Carlos Bueno
Burladero / 23 de agosto de 2022
Todos los aires parecían soplar a favor. Emilio de Justo estaba en su mejor momento. Madrid le esperaba con expectación después de haberse ganado el respeto de la plaza más exigente del mundo que le avalaba con tres salidas a hombros anteriores. Seis toros para él, en solitario. Seis oportunidades para consagrarse. Su nombre ya estaba por méritos propios entre la élite del escalafón, entre los imprescindibles en todos los carteles, entre los predilectos de los aficionados. Sin embargo, el torero extremeño pretendía subir un peldaño más y el pasado 10 de abril hacía el paseíllo en Las Ventas para convertirse en el centro del toreo. Pero el primer astado de la corrida le cogió de forma violenta al entrar a matar truncando todas sus ilusiones.
El drama sobrevoló el albero de la capital. El resultado de la espeluznante voltereta fue la fractura de dos vértebras, una gravísima lesión que le pudo dejar tetrapléjico. Sólo uno entre 1.000 casos se libra de quedar postrado en una silla de ruedas para siempre. Y ese uno fue él. Un milagro.
El festejo no terminó como se esperaba. En esta ocasión se marchó por la puerta de la enfermería y no por la grande. Entre los animales que a continuación salieron por chiqueros los hubo más que propicios para que la tauromaquia de Emilio de Justo brillase radiante, sobre todo uno de Victoriano del Río que traía consigo las llaves de la gloria, de eso no cabe la menor duda. Pero él iba camino del hospital con la espalda partida y el alma rota. Su estatus no decayó porque al único ejemplar que pudo lidiar le cortó una oreja tras demostrar su disposición, su claridad de ideas y su valor. Se tiró en rectitud en la suerte suprema, sin aliviarse, a cara o cruz. Y salió cruz. Su crédito subió enteros a pesar de la frustración que supuso no poder verle rubricando una tarde que se presagiaba para la historia.
De aquello han pasado más de cuatro meses. Tiempo de incertidumbre, de miedos, de dolores, de dureza, de amargas espinas. Lo lógico era pensar que la posible reaparición sucedería la próxima temporada. Pero Emilio era ese uno, el del milagro. Y después de 133 días de inmovilización, de corsés insoportables, de convalecencia cruel y de rehabilitación severa el torero ha vuelto a hacer el paseíllo. Otro milagro. Sucedió el pasado 21 de agosto, en la feria de Almería. De Justo regresaba para poner un punto y seguido a su trayectoria, para retomar su carrera donde un toro de Pallarés le había obligado a dejarla cuatro largos meses antes en Madrid. Hubo toreo bueno, orejas y salida a hombros. Pero el triunfo verdaderamente importante fue el personal, el del hombre frente al sufrimiento y a los pronósticos más inclementes y agoreros.
El doctor Eduardo Hevia confesaba su asombro ante la reducción de los plazos de restablecimiento de un tipo de fractura que en buena lógica necesitaría de mucho más tiempo. Su fisioterapeuta, Javier Alfonso, declaraba que los secretos del éxito han sido la disciplina y las condiciones físicas de Emilio, “un verdadero atleta de élite” que se ha sometido a un programa de súper alta tecnología con un acelerador de protones de hidrógeno alemán, compaginado con dos equipos traídos de Estados Unidos y de Corea que limpian la mitocondria y aumentan la energía de las células para que las vértebras suelden con la mayor rapidez posible, todo ello ayudado de una cámara hiperbárica y de sistemas de neuromodulación y láseres para que no queden secuelas.
El tratamiento, digno del guion de una película de la NASA, ha sido un éxito. Pero nada se hubiera conseguido sin la raza de un torero empeñado en seguir mostrando su verdad y su pureza en los ruedos, frente a los toros que dan la gloria y que cogen, dispuesto a grabar su nombre en los anales de la tauromaquia y ascender a sus altares. Emilio de Justo está de vuelta. Una alegría. Un milagro emocionante.
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