Cierto es que, Ortega y Aguado no desdeñan en ningún cartel, máxime si este es de figuras puesto que atesoran el don de la personalidad, pero ello es muy poco para lograr la rotundidad del éxito que corrobore para siempre esa valía de la que presumen.
A la espera del torito
Pla Ventura
Tras finalizar la temporada llega uno a la conclusión de que, ciertos toreros, como pueda ser el caso de Pablo Aguado y Juan Ortega, esperan sentados a que salga por toriles ese animalito con el que ellos desean para expresar su tauromaquia, por cierto, realmente bella para ambos. Claro que, esa postura entre dos chavales que han surgido apenas hace un momento no deja de ser una frivolidad en los tiempos que corremos. Ambos, Ortega y Aguado parecen cortados por el mismo patrón puesto que a los dos les une la gran causa del arte.
Eso sí, debemos de recordarles a estos toreritos que no solo de pan vive el hombre; el toreo va mucho más allá de componer la figura frente a un animalito medio muerto y con tremenda dosis de santidad. La fiesta de los toros debe ser un hecho gallardo y si se me apura, hasta altanero, pero nunca ese quiero y no puedo de ambos diestros que se pasan la vida a la espera de la burra tonta para expresar su arte. Ellos que este año han toreado mucho junto a Morante deberían tomar lección puesto que, el de La Puebla, cuando la ocasión lo requería se rebelaba con un toro encastado para llevar a cabo la faena ejemplar, cosa que hizo tanto en Sevilla como en Madrid. El ejemplo que digo lo han vivido muy cerquita y, como dato revelador, ellos, Ortega y Aguado, no son Morante.
Ambos diestros de Sevilla han logrado su cartelito, nada es más cierto porque, cada cual a su manera, han sido capaces de mostrar pinceladas realmente bellas pero, ese conformismo que reina dentro de ellos es el que les llevará a la ruina como no cambien de estrategia. Aguado sabe que, aquellos jandillitas que le cupieron en suerte aquella feria de Sevilla del 2019 tardará mucho en volver a repetirse. O el burro medio muerto pero santificado que le salió a Ortega en el 2020 en Linares, por cierto, un becerrote de Juan Pedro. Y, cuidado, pese a todo son dos afortunados del sistema puesto que, los hay mucho más gallardos que ellos y están sentados en sus casas.
Cierto es que, Ortega y Aguado no desdeñan en ningún cartel, máxime si este es de figuras puesto que atesoran el don de la personalidad, pero ello es muy poco para lograr la rotundidad del éxito que corrobore para siempre esa valía de la que presumen. De todos modos, no nos engañemos que los citados matadores han logrado su cenit artístico frente a toritos a modo puesto que, desde que despegaron en el 2019 y 2020 respectivamente, no se han vuelto a enfrentar a un toro como Dios manda y, como dije muchas veces, esos animalitos que exigen matar tienen las dos caras de la moneda y es que, si te sale el santificado puedes tener un orgasmo muleta en mano, pero como salgan los otros, es decir, la otra cara de la moneda que son esos animalitos derrengados, sin fuerzas y sin alma, que no les pase nada. Y eso ha sido justamente lo que les ha sucedido este año que, han apostado en su totalidad por las ganaderías inútiles y bobas, al tiempo que, el torito santificado nos les ha caído en suerte.
No es menos cierto que, ambos espadas citados les hacen un gran favor a las empresas y, sin duda, a los compañeros figuras. A los primeros les viene como anillo al dedo su contratación porque no tienen el repudio de nadie, les pagan lo justo y así una y otra tarde. A los segundos, es decir, sus compañeros de cartel gozan sabiendo que no les quitarán el menor protagonismo, de ahí el cariño con el que son recibidos. O sea que, lo tienen todo para triunfar pero, según mi entender les falta el orgullo de saberse toreros, no solo artistas, pero sí tienen que añadir ese punto de trasmisión que no tienen los toros que lidian.
Es verdad que, la pregunta viene por sí sola. ¿Qué tienen que trasmitir enfrentándose a burros desvalidos? Esa trasmisión llegaría si un día se enrabietaran con ellos mismos y se apuntaran, aunque fuera de forma testimonial, a una ganadería encastada y para mayor dicha, que los citados animales les embistieran. Pero no está hecha la miel para la boca del asno, ellos se conforman con lo que les dan porque, ante todo tienen la garantía de que esos bicornes a los que se enfrentan apenas les darán guerra alguna y mucho menos cornadas.
Cuestión de planteamientos y ellos ha elegido el suyo. Eso sí, recordémosles a los matadores comentados uno de los refranes de España, el que espera desespera y, los aficionados ya estamos hartos de tanta espera. Posiblemente, granito a granito hagan granero, cosa que no dudo en lo más mínimo, pero sus aspiraciones como toreros deben de ser mucho más altas, conformarse con lo que tienen es un signo de pobreza mental, máxime cuando se tienen condiciones artísticas para llegar a lo más alto. De ellos dependerá.
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