Amancio Amaro Varela, su nombre nada habitual y sus dos apellidos, junto a su fecha de nacimiento (16 de octubre de 1939) y su condición de «Internacional A», aparecían siempre en los cromos que coleccionaba.
La Galerna/21 febrero, 2023
Se fue. En silencio. El ídolo de la infancia de quien les escribe.
Mi padre me regaló teniendo yo 9 años una camiseta inmaculada del Real Madrid (blanca y con el escudo donde brillaba el oro de la corona real) y mi madre me cosió un 7 de tela negra al dorso. Yo siempre quise ser Amancio, nadie como él driblaba en el campeonato español.
Amancio era realmente el “galáctico” de finales de los 60 y principios de los 70 en España. La gente iba a verle a él. Driblaba, fintaba y goleaba como pocos (ganó 2 trofeos Pichichi).
En los partidos de casa, el equipo rival le hacía siempre unas marcas individuales. En los partidos de fuera, los contrincantes se pasaban el partido dándole patadas sin descanso, porque era a la vez admirado y temido.
AMANCIO ERA REALMENTE EL “GALÁCTICO” DE FINALES DE LOS 60 Y PRINCIPIOS DE LOS 70 EN ESPAÑA. LA GENTE IBA A VERLE A ÉL
Fue jugador de la primera plantilla 14 años, recogió el testigo de Zoco como capitán en 1974, sacó del tarro de sus esencias futbolísticas (no en vano era El Brujo) a la gloriosa Quinta del Buitre, hizo campeón de Segunda División al Castilla (nadie podrá igualar ese hito), entrenó al primer equipo.
El presidente Florentino Pérez recuperó a Amancio para el club en 2000, tras su etapa en Kelme, y le asignó entre otras tareas la celebración de distintos actos del club en su centenario, en 2002. Pocos han sido los elegidos en nuestros 121 años de historia de haber sido jugador, entrenador y directivo del club, culminando su trayectoria en 2022 al coger el testigo de su admirado y respetado capitán, Paco Gento, como Presidente de Honor en sus últimos meses de vida.
Mi cariño, mi estima y mi admiración hacia uno de los más grandes, posiblemente junto a Paco Gento los dos mejores jugadores nacidos en España de toda la historia. Y jamás olvidaré la comida que tuve honor de compartir con él, ya contada en esta revista, donde su calidez y su sabiduría elevaron su condición de ídolo para mí a la de auténtico mito por sus valores humanos, su sencillez y su refinada inteligencia gallega.
El mismo día de la conquista de la 14, por la mañana en el hotel Hilton de Saint Lazare, pude saludarle por última vez y darme un pequeño paseo junto a él. Fumó y disfrutó con su pequeño puro, se le notaba feliz, recordó aquella final de 1966 en Bruselas donde, tras una jugada de ensueño, logró igualar 1-1 al Partizán, y, con su infinito saber y su embrujada intuición nos dijo, a mis tres compañeros de viaje y a mí: “Para esta noche, tranquilidad. Después de lo que han hecho estos chicos, el partido de hoy está ganado. Confianza total”.
Descansa en paz, querido Amancio, ya estarás en el cielo dispuesto a echar un partido con tantos de tus compañeros que están por allí arriba.
Getty Images.
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