"...Mi padre fue mi maestro, en el toreo y en la vida. Yo lo comparo como un auténtico profesor. Me recuerda cuando veo alguna película sobre el maestro que viene del pueblo y hace tanto por el chaval. Y al final lo lleva a la universidad en la capital..."
P.- ¿Qué recuerda de aquel 3 de abril de 1983?
R.- El recuerdo es el de un día maravilloso porque para todo chaval, que se propone ser torero, ser matador, el día de la alternativa, es el primer objetivo y cuando llega, pues lo vives de una manera como si estuvieses levitando. Fue en Sevilla, en La Maestranza, con Manolo Vázquez de padrino y Curro Romero de testigo. Toreros a que a mí me habían deslumbrado siendo un niño y siempre quise emularlos. Y bueno, pues eso fue el inicio. Digamos que es el primer puerto de montaña; porque a partir de ahí es cuando ves que todo es volver a empezar y ya de otra manera, con el toro con el de los rizos… Y hay que plasmar tu arte, ya todo es más difícil. El toro cambia al novillo; el volumen, toda la seriedad. Pero claro es lo que uno quería hacer. El día fue muy bonito y lo recuerdo de esa manera.
Y prosigue Juan: Cuando la tierra era más nueva, 3 de abril de 1983, Domingo de Resurrección, Sevilla, La Maestranza. Mi investidura. Primero tuve luces en casa con mi padre y luego en la plaza, recuerdo de niño a toreros como mi padrino y testigo que fueron luces para mí, los observaba deslumbrados.
Esa ceremonia, y como la viví desde la mañana hasta la noche, perdura de una manera indeleble. Ya era lo que soñaba: torero de alternativa, algo que sentía muy adentro llegar a serlo por aquello de la vocación.
P.- Háganos un repaso somero de esas actuaciones que usted guarda en su personal baúl de los recuerdos
R.- Nunca me he preocupado mucho de los números, de las estadísticas. Soy más de sentimientos, de letras…, y aunque han sido 40 años y muchas actuaciones, pues al final, siempre, te quedas con unos cuantos detalles escogidos.
P.- Tenemos que recordar a su padre, “El Mirabeleño”, y las lecciones magistrales de la vida que le enseñó a su hijo Juan.
R.- Mi padre fue mi maestro, en el toreo y en la vida. Yo lo comparo como un auténtico profesor. Me recuerda cuando veo alguna película sobre el maestro que viene del pueblo y hace tanto por el chaval. Y al final lo lleva a la universidad en la capital
P.- Uno guarda en la retina aquella deliciosa faena a un toro de Victorino en Valladolid en 1988. ¿Sigue usted aún cabreado por haber pinchado esa tarde?
R.- Con el paso del tiempo, uno aprecia mucho más las cosas. Mucho más significado que tiene la palabra torero. Y el toreo es un arte. El toreo, como el amor, hay que esperarlo y no extrañarlo, porque, repito, es un arte y el arte está sujeto a la inspiración, que es muy escurridiza y no siempre se configura en la inspiración artística.
Yo, aquella faena de Valladolid, la sigo disfrutando tanto como el primer día. Y lo que más me apasiona es que, cuando me junto con alguien que estuvo presente, la tenga tan latente. Esa es la magia del toreo. Y luego no se remató, pinché al toro, no corté las orejas, ni el rabo, pero yo creo que queda como cuando lees un libro y luego ves la película; pero te gusta más el libro porque la imaginación está más libre.
Yo creo que no haber rematado aquella faena me hace pensar mucho en ella, porque si la hubiera rematado igual no pensaba tanto.
P.- ¿Qué le ha dado el toreo y qué le ha quitado, Juan?
R.- A mí me ha enseñado, me enseña cada día, y sobre todo he visto que, el éxito eterno no significa nada, a no ser que haya éxito interno. Y eso lo he aprendido en el toreo, en las entrañas del toro, con las gentes del toro, donde había una gran bonhomía en su comportamiento y en su manera de transmitir los principios de lo que debe ser un ser humano, con sus valores. Y todo eso lo he aprendido del toro.
P.- ¿Y habrá corte de coleta algún día?
R.- ¡No hace falta! -nos dice Juan con indiferencia- porque yo no toreo más ni menos. Sigo haciendo todo lo que he hecho en mi vida, con mis hábitos, que son buenos y era un lema de mi padre: estar fuerte y preparado como si fueses a torear mañana, que la vida regala poco, y únicamente la dedicación y preparación pueden dar buenos resultados. ¡Y sigo pensando lo mismo!
P.- Usted, que nunca lo tuvo fácil en su carrera, aconseje a los que empiezan en esta difícil profesión.
R.- Que es una profesión muy seria, por el toro, y porque es una profesión de valores que hay que demostrarlos cada día con tu manera de estar, de hablar. Pero les digo, a todo aquel que quiera dedicarse a esto, que lo sienta, que sienta la llamada interna porque han elegido una profesión que les va a enseñar a ser personas de bien, que es lo primero que hay que ser en la vida, y después torero, porque serán actores de su propia película.
También se refirió nuestro protagonista a su amigo Eladio Vegas, el ganadero al que, desde que se conocieron toreando juntos en Laguna de Duero, allá por 1996, cuando Eladio rejoneaba, siempre le mostró su amistad y nunca falta a sus tentaderos y onomásticas, a veces acompañado de su esposa. Pero siempre acude a la llamada del ganadero de Rueda.
Gracias a Juan Mora por atendernos. Y mientras medita sobre su retirada definitiva (que no será nunca), seguiremos disfrutando de su toreo en los tentaderos; ese toreo de terciopelo, de cadencia, de embrujo y de ensueño.
Como lo definió Luciano Nuevo en su libro: “Juan Mora, el toreo en verso”, 2019.
O Antonio Lorca, también en 2019: “Juan Mora, filósofo del misterio del toreo”. A lo que el placentino contestó: "Solo soy un soñador".
Nota bene: Juan estuvo sensacional con las becerras que tentó. En una de ellas, tras rematar una primorosa faena, le echaron varias gorras al albero acompañadas de un olé. Las recogió con parsimonia y las devolvió a sus dueños con una amplia sonrisa.
Chapó, Juan Mora. Un abrazo, maestro.
Juan Mora : Gran torero y mejor persona y Español
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