Y es que nada fue de plástico. Entiéndanme, nada era figuración en esa interpretación que se hace de figura en el diccionario: la apariencia o el aspecto externo de un cuerpo u objeto. Lo que veíamos era real, veíamos a un toro y un torero de tú a tú.
Eso fue real y pasó durante la faena del quinto de la tarde, un remiendo de Montalvo. Tenía de todo el animal, desde agresividad a aspereza, del genio al incómodo calamocheo, de las embestidas a oleadas hasta el arrollar por arrollar. Ya ven nada bueno para ponerse a lucir la figura el torero. Hacía falta otra cosa que no fuera el clásico plástico que todo lo confunde hasta llegar a lo cursi. Hacía falta un torero dispuesto a plantear la faena de poder a poder. Y ese fue Román, el torero valenciano travestido de héroe durante diez minutos. Eso sí, todo de verdad.
Sufrió el diestro, pero se impuso con firmeza y determinación a las condiciones del toro. Sí, condicionantes que a otro hubieran echado para atrás en el planteamiento de la faena. Román aguantó y a base de coraje y de otra cosa que todos conocemos como valor, y que otros llaman cojones, impuso su ley al toro hasta tumbarlo de una estocada. Esta faena hecha por una de las figuras hubiera supuesto que se les cayera a la mayoría el cubata que llevan en la mano en los días que torean los llamados ‘elegidos’, pero eso no se ve ni lo veremos, mantienen sus cuerpos bien alejados de esos peligros.
Román cortó una oreja a su entrega y su tesón y también a buenos muletazos que pudo arrancar después de aguantar aquella fiereza desatada que se le venía encima. No es de extrañar que muchos no lo entiendan, pues suelen ir solo el día que torean los del plástico. Hoy no era eso lo que dominó en el ruedo.
También hubo otro espada, casualmente llamado Espada, que se atrevió a dar respuesta, impertérrito, a las embestidas de sus dos astados. Tanto que llegué a pensar que Roca Rey había venido un día antes, dado el planteamiento de faena ejecutado por el torero madrileño en su primero. Faena irregular pero compuesta de distintos momentos, con muletazos de calidad, así como también ese toreo de pasarse al toro por la espalda a lo Roca Rey. El presidente no debió de entenderlo como el público que pidió el trofeo tras una contundente estocada y le negó la opción de dar la vuelta al ruedo con una oreja en la mano.
En el último comenzó de rodillas toreando primorosamente con la diestra, seguramente deseando convencer al Usía, siguió con determinación y arrojo y terminó siendo cogido, con cornada de pronóstico grave, manteniéndose en el ruedo hasta despachar, ahora mal con la espada, al cierraplaza.
El mexicano El Payo mostró, tras los años de ausencia de España, que está más maduro y sosegado para ejecutar el toreo, pero ni tuvo suerte con el lote ni tampoco quiso traspasar ninguna línea arriesgada como sus compañeros.
No fueron de plástico ni los toros ni los toreros y eso deseamos para los dos días siguientes, pero nos tememos que los que llegan gozarán del privilegio de un público ensimismado que han venido a verles a ellos, no a los toros aguerridos y que miran de tú a tú como los de esta tarde.
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