Pla Ventura
Toros de Lidia/24 mayo, 2023
El Payo regresaba a Madrid tras varios años de ausencia y no pude reeditar sus constantes éxitos en México donde es ídolo admirado, además de su torería porque tiene e cuerpo cosido a cornadas, alguna de ellas, muy grave. Le correspondió en primer lugar un Algarra apagado, sin fuerzas en que todo lo tuvo que hacer el diestro pero, como era preceptivo, aquello no caló en los tendidos. Lo mató de una gran estocada y aquí paz y allá gloria.
Su segundo, el otro Montalvo lidiado, como dije tampoco tenía entidad el toro, lo intentó el diestro de todas las maneras pero, si el toro no colabora los esfuerzos de los diestros son totalmente inútiles. Gris paso de El Payo por Madrid pero, no podemos culparle de nada porque el material que tuvo enfrente era de auténtica pena.
Román tuvo la cara y la cruz. Lo explico. Su primero de Algarra tenía mucha nobleza, un toro de triunfo que pedía caricias y mimos y, eso, en las manos de Román no es posible. Desaprovechó un toro de éxito endilgándole pases de todas las marcas pero sin el menor eco. La prueba de todo lo que digo no es otra que, tras una monumental estocada todo quedó en unas tibias palmas. Román necesita de ese toro encastado con el que tenga la oportunidad de jugarse la vida y, eso es lo que hizo en su segundo, un Montalvo de aquí te espero, que tiraba tornillazos y pedía un tío delante y, allí estaba Román para demostrar una vez más que, con el toro difícil él se crece ante la adversidad jugándose la vida con una pasión que le desborda. No hubo el menor atisbo de arte, cosa que tampoco podía ser pero, su entrega, voluntad, convicción y valor, todo ello, tras una gran estocada fue premiado con una oreja de pura ley. Un hombre se había jugado la vida de verdad y los aficionados así lo habían percibido, de ahí el premio que se le otorgo.
Francisco José Espada ha podido salir por la puerta grande debido a su decisión sin límites y, como sucedió con su primer enemigo, con pasajes de muy alto nivel como los estatuarios y todo el repertorio que el diestro de Fuenlabrada mostró ante la afición capitalina que le recibió con enorme cariño, algo que se había ganado el chaval con sus ganas enormes, su decisión y su manera tan torera d entender a su enemigo que la brindó la oportunidad del éxito. No fue la faena del año pero, en un muchacho que torea poco, en honor a la verdad, estuvo muy bien, nada que desdeñarle. Mató de una gran estocada y le pidieron la oreja con mucha fuerza que el presidente denegó de forma incomprensible.
En su segundo estuvo hecho un tío, aquella serie de derechazos rodilla en tierra tuvieron enjundia, a su vez, mostrando un valor sin cuentos. Por ambos pitones toreó el diestro a placer, amén de tener el componente de la casta del toro que, desde lejos se evidenciaba el peligro. Sufrió una espeluznante cogida de la que se levantó sin mirarse pero, sospechamos que estaría herido porque al final pasó a la enfermería. Un drama que pudo haber acabado de fatal manera. No tuvo fortuna con el acero y perdió una oreja de ley, esta vez no se la robó nadie pero, su yerro con el acero le ha privado de la puerta grande que con toda justicia merecía.
Actuación muy digna de Román y Espada que nos hemos quedado con las ganas de volverlos a ver. Eso sí, recordémosle a Román que, a poder ser, se enfrente siempre al toro encastado puesto que, con el noblote, como le sucedió con su primero no dice nada. Y respecto a El Payo, dignidad ante un lote inservible.
--Andrew Moore no falta nunca a nuestra cita, esta es la prueba.
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