Adrián toreó como los mismísimos ángeles. Enfrente un gran toro de Juan Pedro Domecq, todo hay que decirlo, una de las pocas excepciones en el capítulo ganadero.
Una vergüenza el tema del ganado, para un festejo como éste en la llamada "primera plaza del mundo", cuya organización es responsabilidad -habrá que aclarar todavía si directa o indirectamente- de la empresa arrendataria, Plaza 1, pues, no obstante, la supervisión y beneplácito final es de la propietaria del inmueble, el Centro de Asuntos Taurinos de la CAM (Comunidad Autónoma de Madrid), a cuyo frente está el que fuera matador de toros Miguel Abellán. Aquí valdría parafrasear el dicho de que "entre todos la organizaron", en resumidas cuentas, para asegurar el fracaso.
Se escucharon voces a coro exigiendo dimisiones, de la empresa y del torero que ahora va de politico sin dar una a derechas, y no es juego de palabras. La presidenta Ayuso sabrá si le interesa cargar con esta rémora. Aunque por fortuna ya apunta la rumurología a que en breve habrá un más que posible cambio. Sin duda que será para bien.
Y lo que ya ha cambiado, no solamente para bien, si no para muy bien, es el futuro de Fernando Adrián, que hasta hace unos días que salió a hombros en esta plaza, un triunfo un tanto generoso, no hay que engañarse, estaba considerado como torero modesto, muy modesto.
Y, por donde, aquel triunfo le sirvió para verse anunciado en esta corrida, que a priori se planteaba "de triunfadores (de la Feria de San Isidro)". Una oportunidad que por nada del mundo se dejaría pasar, cono así ha sido. Ocurrió en el sexto de la tarde, cuando más necesitada estaba la corrida de que ocurriera algo importante.
Y como ya no vale entretenerse en más críticas si no pasar a contar lo bueno que al final tuvo el festejo, decir que Adrián toreó como los mismísimos ángeles. Enfrente un gran toro de Juan Pedro Domecq, todo hay que decirlo, una de las pocas excepciones en el capítulo ganadero. Toro con fijeza, repitiendo las embestidas por abajo y yendo largo. Premio gordo, no obstante, había que saber apostar. Y Adrián lo imantó en su muleta desde el primer momento sobre las tres premisas fundamentales del toreo, entiéndase la distancia o colocación, la velocidad o temple y la altura para dibujar el trazo de los pases de arriba abajo. Así es como verdaderamente domeñó el torero al toro. Y poniendo un sentimiento de lo más exquisito, toreando lo que se dice "con el alma". Ni una sola interrupción, y todo en un metro cuadrado de terreno, prueba irrefutable del dominio. Sobresaliente en derechazos y naturales, y matricula de honor en otra tanda de naturales pura seda. Lo dicho: Adrián va para figura.
Y después del estremecimiento por la apoteósis, ¿vale la pena volver para contar el desaguisado de corrida en los otros toros?
Resumiendo: el mismo Adrián estuvo a punto de pagar los platos rotos ajenos en su primero, una birria de toro cuya lidia transcurrió con el escándalo a todo meter. Castella toreó fino al primero, muy armado pero que por estar demasiado escurrido fue origen de las primeras protestas. En el cuarto, con altibajos, sin embargo, por matar a la primera le pidieron una oreja, finalmente denegada. Y De Justo se amontonó en sus dos toros, confuso sobre todo en el buen quinto.
FICHA DEL FESTEJO. - Corrida extraordinaria de Beneficencia. En el Palco Real, el rey Felipe VI, acompañado por la presidenta de la CAM, Isabel Díaz Ayuso, y el torero retirado Luis Francisco Esplá. Sonó el himno nacional rubricado con grandes ovaciones y vivas a España y al rey a la entrada y salida del monarca en el palco.
Más de media entrada. No hubo adornos en barandillas y balconadas, sin gallardetes ni guirnaldas de ramas, flores y hojas, como era costumbre en este festejo.
Dos toros de Daniel Ruiz (primero y tercero); tres de Juan Pedro Domecq (segundo, cuarto y sexto); y uno (quinto) de Victoriano del Río. Un conjunto desigual en todo, en el que abundó la escasez de trapío y de bravura. Se salvaron con buena nota los dos últimos.
Sebastián Castella: pinchazo y estocada (silencio tras aviso); y estocada (vuelta tras aviso).
Emilio de Justo: estocada (silencio); y pinchazo, estocada y descabello (silencio tras aviso).
Fernando Adrián: estocada y descabello (silencio); y estocada (dos orejas con salida a hombros).
No hay comentarios:
Publicar un comentario