martes, 16 de enero de 2024

Apuntes al natural:El respetable público / por Francisca García

 

"..A los que amamos la Fiesta de los Toros nos gusta que se ganen aficionados, pero aficionados de verdad, no aficionadillos, para que esta responda a lo que se dio en llamar hace ya muchos años Fiesta Nacional por excelencia, por ser algo tan ancestralmente nuestro. Y sí, es cierto, es vieja, española y castiza y, sin embargo, en contra de la lógica, por lo que percibimos en el tendido, bastante desconocida para los aficionados de nuevo cuño.."

Apuntes al natural:
El respetable público

Estamos en el letargo en el que cada año se sumerge la Fiesta Nacional, cuando se cierra en España todo espectáculo taurino. En los dos últimos meses nos han llegado las noticias procedentes del otro lado del Atlántico con respecto a nuestros toreros que hacen la temporada americana y como novedad inmediata, la noticia de la próxima apertura de la Monumental de Méjico, con inquietantes perspectivas. Para la afición española queda sólo el recuerdo de la campaña pasada y las sensaciones vividas. Quien más, quien menos, se hace su composición de lugar con respecto a lo realizado por los espadas, el grado de interés que unos y otros han despertado y las expectativas que han generado.

En el transcurso de todo el pasado año la Tauromaquia ha ido ganado muchos adeptos porque los festejos han sido numerosos y por lo general con buenas entradas. No descartamos que también haya perdido aficionados, hastiados quizá de los derroteros por los que algunos quieren deslizar el devenir de los acontecimientos, que no puede gustar y de hecho no gusta a los buenos seguidores, y habrá otros que, se quedaron anclados en aquellos felices años de sus lejanos recuerdos y han optado por renunciar.  

En el tema que concierne al público, el panorama no es pesimista porque se han ganado muchos aficionados. Gente joven lo está descubriendo y muestra interés por el espectáculo. Por contra hay quien lo toma como una opción más de pasar el rato en día de fiesta. Opción que quizá en otro tiempo ni siquiera la contemplara. 

A los que amamos la Fiesta de los Toros nos gusta que se ganen aficionados, pero aficionados de verdad, no aficionadillos, para que esta responda a lo que se dio en llamar hace ya muchos años Fiesta Nacional por excelencia, por ser algo tan ancestralmente nuestro. Y sí, es cierto, es vieja, española y castiza y, sin embargo, en contra de la lógica, por lo que percibimos en el tendido, bastante desconocida para los aficionados de nuevo cuño. El pueblo no domina o confunde muchas cosas en la lidia, mostrando tantas veces su ignorancia. El turista extranjero atraído por un espectáculo tan original para él es ignorante a todas luces. Es un público expectante, ávido de aprender y casi siempre callado. Pero el público español cuanto más ignorante, más vocinglero. Así somos, con la salvedad de que en algunas provincias y en algunas ciudades, el público es más entendido que en otras.

Existen tres factores imprescindibles en la Fiesta: el toro, el torero y el público. De los tres, el más vulnerable es el torero y no siempre por causa del toro, sino por razón del llamado respetable, que a veces es todo menos respetable y es que el público de los toros no se parece en nada al de cualquier otro espectáculo, sea del tipo que sea. En Los Toros el público no es sólo espectador, sino también actor, es decir, forma parte de la representación y de su actitud puede depender la suerte del matador: el infierno o la gloria. De la conducta y psicología del público que se sienta en el graderío podrían llenarse páginas enteras: de cómo existen diferencias en el comportamiento entre los tendidos de sol y los de sombra; cómo soportan dos horas casi siempre en asientos de piedra, estrechos, incomodísimos, como los que existen en buen número de plazas españolas, que no se aguantarían en ningún otro espectáculo; cómo el público, mudable, puede ser en una tarde, generoso, despiadado, indulgente, apasionado, exigente… No quiero meterme en honduras pues tampoco soy competente para explicar los motivos y razones que justifican conductas tan diversas, pero sí contrastar cómo era el público hace unos años y cómo es ahora.

Por lo general el público que llenaba los tendidos de las plazas lo integraba gente de mediana edad, en su mayoría buenos seguidores. Los jóvenes acudían en minoría por el elevado costo de las entradas en buena parte. Hoy, sin embargo y eso lo hemos visto especialmente el pasado año, la Tauromaquia se ha ganado a la juventud. Hay un sentir, una curiosidad, un interés por el mundo taurino como no se conocía. Las plazas de provincias se llenan no solo con jóvenes, también con familias enteras: padre, madre, hijos menores e incluso niños de pecho. Eso puede significar que los padres han tomado conciencia de que hay que defender la Fiesta y recuperar su vivencia y se llevan a toda la familia a pasar una tarde, unidos en el festejo. Luego se ha incorporado esa masa de aluvión que va a los toros, como pudiera ir a cualquier otro espectáculo en días de fiesta. Por lo general son personas que han visto muy pocas corridas, no es público entendido y de ahí que se aplauda tanto la baratija.

Para el interés de la Fiesta es buena la incorporación de las generaciones futuras, pero al ser inexpertas, en tantos casos por mor de su edad, y otros por su ignorancia, se comportan de una manera muy arbitraria. Se confunden con frecuencia faenas verdaderamente meritorias con otras que son solo mantazos para la galería y gestos de falso arrojo. A veces se piden trofeos inmerecidos y otras se escamotean no sólo vueltas al ruedo que son en algunos momentos tan importantes o más que el corte de orejas e incluso saludos desde el tercio, que apenas ya se solicitan al matador. Es decir: o hay triunfos o hay silencios. No caben medias tintas, o es blanco, o es negro y eso no es obrar con justicia. 

Cuando un matador da la vuelta al ruedo, en la euforia de lanzarle flores o prendas para que él las vaya devolviendo al público, al no tener mejor cosa a mano, con mucha frecuencia se le lanzan almohadillas. Esto se ha dado en múltiples ocasiones en 2023 y quienes lo hacen debieran saber que el tirar almohadillas a los diestros fue antaño signo de reprobación hacia el matador. Pues bien, para que nada de esto, que son meros ejemplos, ocurra, los aficionados, creo yo, estamos en la obligación de mostrar a las nuevas generaciones el toreo de verdad. La fiesta ha cambiado y en algunos aspectos ha mejorado. 

El buen aficionado debería señalar cuánto se ha ganado y cuánto hay de bueno en el toreo hoy, que es bastante. Y, además, cómo podría mejorar y ser más justo, ecuánime y honesto el mundo de los toros.

Se necesita savia joven en el ruedo y en el tendido. Se debe inculcar a los chicos y más grandes el verdadero sentido del toreo para que mañana sepan lo que ven y estén preparados para profundas impresiones e intensos sentimientos y lleguen a formar parte de un inteligente colectivo que va a la plaza, no a divertirse o a pasar la tarde, en los toros esos términos no deben emplearse porque no son adecuados. Como anticipada disposición está el no obviar que los toreros se juegan la vida. A la plaza se va a sentir unas emociones que solo se hallarán en una fiesta tan grandiosa como una corrida de toros.

Francisca García
Toros de Lidia/15 enero, 2024

1 comentario:

  1. Para la memoria dé Julio Robles yo Alfonso Ordóñez tuve el torear a)gunas corridas co el sustituyendo a Rondeño y aparte de gran torero una exelente persona y un caballero y en su trato personal

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