La faena de Ortega ha sido bellísima, el único problema es que no tenía un toro de verdad porque, el pupilo en cuestión apenas tenía trapío, solo dulzura por ambos pitones y, como se comprenderá, nadie ha palpado el menor atisbo de peligro por parte del antagonista de Juan Ortega que, con el animalito ha estado sublime si nos quedamos con su toreo que, más que frente a un toro, parecía que estaba en un tentadero de lujo. Previamente le había enjaretado unas verónicas hermosas marca de la casa. Dos orejas ha sido el premio rotundo de una estocada en el sitio exacto. En su primero, un esperpento de toro, el animal no ha querido saber nada de la parodia que se había montado y no ha colaborado en la farsa a la que había sido invitado.
No echemos las campanas al vuelo que, previo a este festival de Ortega, en Sevilla han ocurrido cosas importantísimas, y no precisamente con los toros de las figuras. Recordemos a los “olguitos” a los Juan Pedritos, a los “cuvillitos” y demás reatas a las que se enfrentan las figuras que, como siempre, todos sueñan que salga por toriles la babosa que le ha caído en suerte a Ortega pero, si hablamos de toros la cosa se pone seria y no tenemos más remedio que acordarnos de las corridas encastadas que se han lidiado en la feria, de forma rotunda la de Victorino Martín que, junto a Borja Jiménez y Escribano, firmaron una tarde inolvidable.
Daniel Luque que salió en hombros de forma chistosa con la corrida de Cuvillo, en el día de hoy, una vez más, ha sido capaz de pegarle pases a una farola, lo que ha sucedido en el quinto de la tarde, un animal sin entidad alguna por su mansedumbre, Luque ha sabido sacarle pases sin sentido alguno pero que, tal y como discurría la tarde, a muchos les ha sabido a auténtico manjar los mantazos de Luque. Un espadazo ha calentado a la gente y le han dado una generosa oreja, tan dadivosa como la que le permitió salir por la puerta del Príncipe.
En su primero que parecía el toro de la corrida por la boyantía con la que embistió en las dos primeras series, se apagó muy pronto y ahí murió todo el empeño de Luque. A mí no me ha sorprendido nada de lo que ha sucedido en este festejo en que, todo era previsible; todo lo malo, se entiende. Lo normal en este tipo de festejos es el tedio, los bostezos y la sinrazón de unos animales sin picar, sin casta ni emotividad alguna pero que, las figuras se pegan de hostias por lidiar dichos esperpentos.
El “hermano” mayor de festejo, Morante, ha naufragado por completo pero, él ya lo sabía; toros de rabo como el del año pasado, no son fruta diaria. Domingo Hernández, como sus colegas que alimentan el ego de las figuras saben todas muy bien lo que digo. En su primer enemigo, un animalito sin alma, sin bravura alguna pero que iba y venía, Morante ha intentado ponerse bonito pero, aquello no iba con él; era un burro desvalido y todo lo que hiciera no servía para nada. En su segundo, más de los mismo pero sin la más mínima convicción. Un fracaso en toda regla. Antes, a primeros del siglo pasado, ante festejos como el de hoy, los aficionados arrancaban ladrillos para echárselos a los toreros como era preceptivo. Ahora todo ha cambiado, los aficionados tienen alma de santos, de ahí la paciencia franciscana con la que están dotados.
Tras los visto, uno se acuerda de la corrida de Victorino Martín como antes dije, al igual que las demás que han salido encastadas y le entran los espasmos de la muerte al compararlos con el esperpento antes descrito. Aquello de que un toro haga emocionarse a los aficionados por la casta que derrama, por su bravura, por ese peligro que se palpa desde la bandera; por eso y muchas cosas más, el toro de verdad es diferente a los burros medios muertos de las figuras. Por todo lo expuesto, nos resulta imposible no acordarnos de la grandeza de Escribano, de su faena tan heroica como auténtica y, sin olvidarnos de Borjita que, frente a los Victorinos firmó una tarde importantísima.
Claro que, hasta que llegue el domingo en que se lidiarán los Miura y retornará Escribano, con la herida abierta sin duda alguna, de todo lo que resta no esperamos nada y, mañana llega Cayetano, que Dios nos coja confesados.
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