martes, 14 de mayo de 2024

LOS TOROS Y SU ESTUDIO / por Pepe Campos

Faltan en la universidad española investigaciones antropológicas esclarecedoras sobre el origen de la fiesta

LOS TOROS Y SU ESTUDIO

Por Pepe Campos
La Gaceta/12 de mayo de 2024
Que los toros tienen como tema vital un componente mítico y ritual debería entenderse como una evidencia. Y para convertirlo en una certeza —con su demostración— necesitaría que se penetrara en su estudio desde la esfera de la historia de las religiones y desde la etnología. En nuestro país todo lo que sea la seriedad de la investigación y de la indagación, de querer examinar con ahínco toda materia profunda, da como pereza, personal e institucional. Más aún esta última. Sí, pero no olvidemos que en el plano más humano, a los españoles, nos acompaña como una aflicción y una desidia que nos aleja de querer desentrañar los secretos o raíces que esconden las verdades, o simplemente un deseo de dejarnos llevar simplemente por el río de la vida. En definitiva, pertenecemos a una sociedad poco dada al trabajo científico, por el sacrificio que conlleva, y con un sentido de Estado sobre este particular muy vacuo, porque no se entiende desde las estancias directivas la conveniencia de proteger la ciencia, ni la sabiduría, ni los beneficios de invertir en ellas.

En el estudio de la temática taurina poco se ha avanzado y queda casi todo por hacer. Es cierto que existen muchos historiadores del toreo, de sus entresijos y de sus anecdotarios, de las vivencias y de la parte erudita del asunto. Pero encontramos ausencia de investigaciones antropológicas esclarecedoras sobre el origen de la fiesta de los toros, de su mitología, de las causas y evolución de su ritualidad, del proceso seguido desde sus inicios en las interioridades del festejo taurino; de aquello que ha convertido el trato con el toro en la Península Ibérica, en juego, en espectáculo, a partir de la presencia de ritos ancestrales en torno al toro como tótem; unos ritos y su transformación que deben ser explicados a partir del examen de las costumbres, de las leyendas y de la mitología. Viene a ser prioritario en este territorio tan importante de lo español darle una interpretación racional al hecho de las corridas de toros, que muchos intelectuales foráneos han situado, al mismo nivel que establece Johan Huizinga, en Homo ludens (1938), «como (una) función fundamental de la cultura española».

Tendríamos que reconocer la clarividencia que tuvo Ernest Hemingway, que cuando llegó a España intuyó, tras asistir a su primera corrida en la plaza vieja de Madrid, en 1923, que la fiesta de los toros transparentaba un ritual antiquísimo y encarnaba «una tragedia», en el sentido clásico, alrededor de la muerte del toro: «representada mejor o peor por el toro y el hombre que participaban en ella y en la que hay peligro para el torero y muerte cierta para el toro» (Muerte en la tarde, 1932). También percibió que los toros comprendían un suceso «histórico-religioso» en el que se revelaba un tránsito desde el rito y la tragedia hacia el juego en que consistía la propia corrida. Nos lo dice José Luis Castillo-Puche en su significativo libro, Hemingway, entre la vida y la muerte (1968), donde además ya apunta que ese aspecto relevante, ese indicio religioso antiguo que guarda y conserva la moderna fiesta de los toros, años más adelante, desde la exigencia académica lo estudió e interpretó debidamente el admirable historiador Ángel Álvarez de Miranda (1915-1957) en su pionera y actualísima obra Ritos y juegos del toro (1962).

El análisis emprendido por Álvarez de Miranda, que fue catedrático de Historia de las Religiones de la Universidad Complutense de Madrid, en torno al toro en España, a las leyendas y creencias existentes en la Península Ibérica sobre sus virtudes mágicas, derivaron en la demostración de que en su comunicación ritual con los hombres se produce la «transmisión de su potencia genésica», y ahí se ancla el propio valor y origen de la actual tauromaquia —que es un juego y una lucha, ya en vigor, durante la larga etapa del toreo caballeresco, y que éste, tal vez, depare la suerte de varas de la corrida moderna—. Si bien, nos dice el historiador, ese culto, primero fue, desde el medievo —siglo XIII—, una costumbre popular y rural, que encerraba un modelo con ingredientes religiosos, por medio de la ceremonia del toro nupcial, en la que se escenificaba una función mágica, en la que el hombre en contacto con el toro bravo, con su sangre: que brotaba por medio de las armas arrojadizas —adornadas por la novia— que el novio prendía en su lomo —las actuales banderillas—, producían el sangrado del animal, cuyo líquido era buscado, para impregnarse de él, por el novio —luego, esposo— y por sus amigos jóvenes, con sus vestimentas —es decir, el actual toreo de capa—.

En ese inicio, refiere el ensayista, no se daba el sacrificio del animal totémico. Sólo existía esa demanda popular de magia ritual genésica (un asegurarse la propiedad fecundativa). Más adelante, por la influencia del toreo caballeresco entra en la costumbre popular la muerte del toro —en un tiempo indefinido y dilatado—, que se traspasará de ahí a la corrida de a pie contemporánea mediante el uso del estoque por el matador —en la suerte suprema— ayudándose de la muleta —el palo— que soportaba el lienzo usado en el desenlace del proceso táurico, y vestigio de la intención mágica, genésica, originaria. Hasta aquí parte de la investigación de Álvarez de Miranda, que queda como una contribución a la aclaración del misterio que atesora la corrida de toros española o andaluza, vigente en parte del mundo ibérico y en el sur de Francia. Un mundo ritual y lúdico, un juego, que, a su vez, merece ser estudiado relacionándolo con la propia historia de España y de ese mundo hispánico referido, para que surjan «libros de tauromaquia» con peso historiográfico, que no prescindan del «trasfondo coyuntural, económico y social, e incluso político, del que la sociedad taurina no puede abstraerse», según demanda Bartolomé Bennassar en su sugerente Historia de la tauromaquia (2000).

Igualmente, pensamos, que para que se atienda su estudio desde la etnología, para que descubramos los orígenes exactos y las causas; para analizar la filosofía del hecho taurino; para ello, es necesario, como ayuda, emprender investigaciones de fundamento desde la misma historia de la tauromaquia; para que así se fortalezca la observación y reconocimiento cultural antropológico de los toros, según lo entendía Julio Caro Baroja, en Los pueblos de España. Ensayo de Etnología (1946). Llegados a este punto debemos reconocer que en los últimos tiempos han existido aportaciones desde la etnografía (Pedro Romero de Solís) o desde la antropología social (Julian Pitt-Rivers) —entre otros—. Aún así, faltan válidos análisis, e indagar más en la verdad que explique la evolución del mito de la tauromaquia, las raíces, principios y orígenes de su juego. Por eso, sería deseable que se emprendan ensayos sobre este tema crucial de nuestra sociedad. Y para que sea una realidad, desde la universidad española, se debería dar cabida a propuestas, en ese ámbito, desde el plano histórico, filosófico o social.

Pero por lo que sabemos sucede todo lo contrario, pues muchos profesores, desde las universidades públicas, por su ideología personal, se niegan a llevar tesis doctorales de temática taurina que les proponen muchos alumnos de doctorado, frustrando averiguaciones legítimas que pudieran ser esenciales para el conocimiento de nuestros orígenes, singularidades, características sociales, e identidad cultural, tan sorprendente y potente; y no tener que estar a expensas de juicios que nieguen o pongan en duda nuestra solidez histórica y derecho a ser.

(Ilustración: «Juego y rito táurico en Villars, 24.000 A.C». José Manuel García Hernández. Lápiz compuesto y técnica mixta, 2024)

Pepe Campos

Bujalance (Córdoba), 1957. Doctor en Historia. Profesor de Historia de España y Cultura popular española en la Universidad Wenzao, Kaohsiung, Taiwán. Autor de El toreo caballeresco en la época de Felipe IV: técnicas y significado socio-cultural (Real Maestranza de Caballería de Sevilla, Universidad de Sevilla, 2007), y Toreo clásico contemporáneo (Ediciones Catay, Taichung, Taiwán, 2018).

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