Abría el cartel el veteranísimo Rafaelillo que, como siempre, ha tenido una actuación más que digna. En su primero, que no tenía un pase, lo ha matado y en paz. En su segundo, con atisbos de querer entrar al trapo, todo ha sido una declaración de intenciones porque el Miura miraba a Rafaelillo con ojos de enemigo, mala cosa puesto que, el lidiador tiene que tomar precauciones. Pese a todo, Rubio Luján ha estado muy digno. Lo ha matado de estocada caída y todo ha quedado en la consabida ovación porque todo el mundo se ha dado cuenta que, Rafaelillo, como sus compañeros, se estaba jugando la vida.
Juan de Castilla venía de realizar la proeza de matar dos toracos en Vic Vezensac y, la proeza que ha tenido que hacer para llegar a tiempo a Madrid ha sido algo admirable. Estos hombres son de hierro, nada que ver con el resto de los mortales. Su primer enemigo no tenía mala condición, dentro de lo que es un toro de Miura pero, adoleció de fuerzas desde el primer momento, lo que le restó méritos a la faena que, pese a ello, todo el mundo comprendió que el chico de Colombia se estaba jugando su bien más preciado, su vida. Por falta de actitud no será, como muy bien ha demostrado en su segundo enemigo que, incluso le ha sacado alguna que otra serie estimable. ¡Qué difícil debe ser estar frente a un Miura! Su estocada ha caído baja porque, de haber estado más fino, posiblemente, le hubieran pedido la oreja. Por encima de todo hay que destacar la actitud de este hombre que se gana la vida trabajando ocho horas diarias y, en un día como el de hoy, mata dos auténticas corridas de toros a más de mil kilómetros de distancia de una plaza a la otra y, todo ello sin despeinarse.
Para que nos hagamos una idea de las intenciones de los Miura, por ejemplo, durante toda la tarde, si del capote hablamos, solo tenemos que reseñar tres verónicas de Colombo y dos chicuelinas por parte de este venezolano que hace honor a la estirpe de todos los toreros de aquel país minado por una dictadura criminal, incluso más grave que la nuestra. En su primer toro, Colombo ha puesto tres pares de banderillas, sin duda, los mejores que ha puesto hasta ahora en Madrid que, los mismos, han cautivado al gentío, no era nada baladí lo que el chaval ha hecho porque ha cuadrado en la cara en los tres envites, sufriendo un empellón como dirían los mexicanos que pudo haberle costado muy caro. Aquello de asomarse al balcón en los tres pares, su mérito ha sido sublime y todo ello ante un Miura que se lo quería comer sin asarlo antes.
El Miura, en la muleta, pese a su fiereza, Colombo ha sabido darle distancias para que entrara al trapo en varias series que, por cierto, le han salido limpias como una patena. ¿O acaso alguien esperaba florituras? No, por Dios. En todos y cada uno de los muletazos se veía claramente el riesgo que asumía el diestro. Ha caído baja la estocada y todo ha quedado en una ovación; pero sí, con las banderillas ha levantado a la gente de sus asientos, nada que ver con El Fandi que, siempre, se las endilga a sus enemigos a todo pasado.
El último de la tarde le ha querido hacer pasar a Colombo un mal rato y, aunque con los palos no ha tenido tanto eco como en el anterior, salvo un par, en el resto se ha asomado al balcón de nuevo. Actuación muy digna, de una firmeza extraordinaria, lo que certifica que, Colombo, con este tipo de corridas tiene que coger el relevo de Rafaelillo, por ejemplo. Palmas a su voluntad, a todo su quehacer porque, insisto, estos toros no eran los de Juan Pedro que reapareció el viernes Ponce para irse. Mientras que en Francia reinaba la parodia, hoy, en Madrid, tres hombres se han jugado la vida con un rotundidad inmensa. Y lo más triste es que se han ido sin premio.
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