Corrida de Beneficencia
GRANDIOSO ADRIÁN EN SU TERCER "PORTAZO"
Juan Miguel Núñez Batlles
Ahora sí. Por fin, en el último momento y para sorpresa de los incrédulos, que prácticamente venían siendo todos los abonados al largo, aburrido y hasta desesperante ciclo que debería marcar el rumbo de la temporada, por fin, hay que insistir, se arregló. La Feria de San Isidro ha quedado a salvo gracias a la triunfal actuación, verdadero zambombazo, de Fernando Adrián, este domingo, en la Corrida de la Beneficencia. No vale excluir del ciclo este festejo ni el del día anterior, que fue corrida también con título propio, de Homenaje a la Policía Nacional, porque ambos se han celebrado como epílogo continuado y en el ambiente característico del serial.
De modo que habrá quien todavía quiera negar el honor de triunfador de este San Isidro-2024 a Fernando Adrián, que, en lenguaje popular, ha puesto el toreo patas arriba. Pues menudo cambio tiene que asumir desde ya "el sistema" si realmente lo que se pretende es ofrecer en ferias y plazas importantes carteles atractivos y atrayentes, con verdadero tirón, con alicientes como los que se aventuran con Adrián en el ruedo, y para ello dejando ya a un lado el repetitivo y nada sugerente sota, caballo y rey, que, con tanta habilidad como poco éxito en las taquillas, suele manejar el compadreo del monopolio. Pónganse las pilas, y sálvense. Ese rescate, que ha de llegar cuanto antes, será la redención de todos, empresarios, ganaderos, los mismos toreros que harán el paseíllo con Adrián en muchas tardes de llenazos, de mucho dinero en taquillas a repartir; incluso habrá bonanza para los medios de comunicación, generalistas y especializados, que hasta ahora o dan directamente la espalda al espectáculo sin apreciar sus notables connotaciones sociales y de varias clases, o tratan de vender una mercancía sin comprador porque falta credibilidad con la filfa que hay en sus relatos, muchos falsos dogmas. Así les va a los medios. Y a buen entendedor pocas palabras bastan.
De tal manera hay que adivinar un futuro inmediato y definitivamente esplendoroso para "la Fiesta". No a base de los desastres consecutivos que la vienen definiendo. Y, por dónde, la luz de la esperanza que ha de guiar el camino, se ha encendido en esta corrida, sorprendentemente cuando peor estaba el panorama.
Un mano a mano de escaso interés sobre el papel, de dos toreros con nada pendiente de dilucidar entre ellos, hasta el punto de que posiblemente a día de hoy ni habrían coincidido en un mismo cartel. Nada en común ni que no se parezca entre ellos, por paradójico que resulte la indicación. Alguien llegó a bromear señalando que, al "caerse" del cartel Morante por una rara y preocupante enfermedad psiquiátrica -hay que venirse arriba, maestro, con lo que le quiere la afición- la tarde iba a quedar en un mano a mano entre amigos. Pero, ni eso. Iba a faltar lo esencial: el toro. Tanto que, a pesar de una primera oreja lograda por el mismo Adrián en su primero, segundo de la tarde, por una faenita un poco acorde con la escasa importancia del animal, aquello se estaba pareciendo a un derby futbolístico jugado sin balón.
Hasta que llegó la sorpresa. Extraordinaria y gratísima conmoción la que se dio en este último toro al cabo de veintisiete días de festejos, incluidas tres novilladas y dos de rejones. ¿Un milagro, o recompensa por tanto desengaño padecido?
Lo cierto es que fue la salvación de esta Feria y de lo que ha de venir. Naturalmente la salvación asimismo del propio Adrián, que con treinta y dos años de edad, y hasta la pasada temporada, cuando llevaba diez años de alternativa, era un perfecto desconocido. Se dice pronto cómo ha sido su gran salto, primero como triunfador de "la oportunidad" de la Copa Chenel, lo que facilitó su inclusión en el San Isidro pasado, paso resuelto con una primera Puerta Grande, de donde iría en unos días a la Beneficencia, resolviendo con otro "portazo". Pero aún así las empresas no le han querido echar muchas cuentas, como lo prueba que después de estos dos importantes triunfos sólo hizo el paseíllo la pasada temporada en 15 ocasiones, eso sí, con un palmarés de 15 salidas a hombros. Para este San Isidro tampoco hubo acuerdo con la empresa, y la única alternativa que le quedó fue otra vez la Corrida de la Beneficencia. Era por tanto un cara o cruz, jugárselo todo a la carta de una sola tarde.
Pero.., dicen que Dios está arriba, y se obró el milagro. Pues no deja de ser asombroso que en una corrida "podrida" de todo, por la invalidez y la mansedumbre, saliera ese sexto toro embistiendo con empuje y luciendo una clase extraordinaria. Un "garcigrande" de categoría. Toro de bandera para poder darle la vuelta a la tarde. Pues efectivamente estuvo Adrián a la altura de las circunstancias, y de qué manera. Se dio la faena recia y muy maciza, con arte, arrojo y mucho sentimiento. Ritmo y ajuste en el toreo curvilíneo de una extraordinaria solidez. Todo empezó con un explosivo inicio de rodillas, y ya de pie una perfecta conjunción del hombre y el animal en el toreo fundamental. Increíble, tanto valor y equilibrio a la vez. Lo más clásico y exquisito, el toreo más auténtico, de una enorme pureza. En el epílogo, muletazos a dos manos y trincheras de una colosal profundidad. La locura con tanta pasión desatada.
Tenía Adrián las dos orejas en la mano, cuando estuvo a punto de estropearlo todo con la espada, fallando a la primera con una estocada "en el segundo sótano". Y menos mal, atacó de nuevo para dejar la estocada definitiva que le valdría el trofeo para la salida a hombros por la Puerta Grande.
Irresistible Fernando Adrián con este tercer "portazo" seguido en Madrid.
A ver qué hacen ahora las empresas con él.
Del resto de la función ya queda apuntado que no hubo nada relevante, o al contrario, todo muy censurable.
Faltó el toro. Y a partir de ahí hay que imaginarse cómo se desarrollaba el pretendido duelo.
Hubo, sí, un conato de rivalidad en quites, en el primero, por tafalleras de Adrián en su turno, y réplica de Castella por chicuelinas y tafalleras. Pero el toro pasó por el caballo como una sombra, sin sangrar apenas. Dócil en la muleta, de embestida suavona, desplazándose largo y humillado. Hasta que se fue apagando, y el trasteo perdiendo interés.
En el tercero, nada destacable de Castella con el capote, volvió a ser una pantomima la suerte de varas. Toro sin fuelle, vacío de todo. No hubo lugar ni para la engañifa, ya que el tendido lo advirtió a tiempo, pitando cuando Castella intentó vender una aparente postura. Y la misma película en el quinto, toro que en el caballo apuntó mejor, sin embargo, igual de enclenque y faltó de motor para la muleta. El tendido de los protestones se tomó la faena a broma con inapropiados olés. La "Fiesta" al revés.
Por faroles de rodillas, cinco, recibió Adrián a su primero. Tercio de varas de puro trámite para cuidar las escasas fuerzas del animal, que en la apertura de faena, al segundo muletazo por alto ya estaba todo lo largo en el suelo. Escena que lamentablemente se iba a repetir dos, tres, tantas veces cuanto intentó el torero bajarle la mano. Hasta que decidió aplicarse a labores de enfermero. Pases por uno y otro pitón aliviándole una barbaridad. Estética, pero ninguna emoción, como esas faenas que tanto se ven en las plazas de provincias, a toros de provincias, astados sin empuje, entre la complacencia de los públicos festivos. Esta vez el tendido "7" protestó lo suyo y con razón. Pero la estocada, en muy buen sitio, fue fulminante y determinante para una oreja. Orejita, debe quedar apuntado, aunque con lo que vino en el sexto, hay que mirar para otro lado.
En el cuarto le tocó luchar a Adrián más contra el vociferante tendido, que pedía a gritos "tooooros, toooooros" ante la endeblez manifiesta del burel, que contra la inexistente energía del mismo. Un escandalo su absoluta invalidez.
Una pena tener que contar de cinco supuestos toros para llegar a la magnífica conclusión de que "esto" lo puede arreglar, como se ha visto la Feria, sólo Fernando Adrian.
FICHA DEL FESTEJO. - Vigesimoséptima de Feria. Corrida de Beneficencia. Lleno sin apreturas.
Cinco toros de Garcigrande y uno, el tercero de El Pilar, mansos, blandos y de poco juego.
Sebastián Castella: dos pinchazos y estocada (ovación tras aviso); pinchazo, estocada defectuosa y descabello (silencio); y espadazo (silencio).
Fernando Adrián: estocada fulminante (oreja); buena estocada (silencio); y estocada en el costado y estocada (oreja).
En cuadrillas, soberbio José Chacón con las banderillas en el tercero, saludó montera en mano.
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