domingo, 14 de julio de 2024

PAMPLONA / 9ª San Fermín Juan en el umbral Jorge Arturo Díaz Reyes

Pamplona. Juan de Castilla con el 3º. Fotograma: OneToro

Un lidiador Rafaelillo y un centrado Juan de Castilla cortan oreja en sus dos primeros toros. Gómez del Pilar silenciado. Escolares auténticos…

Juan en el umbral

Jorge Arturo Díaz Reyes
CrónicaToro/Cali, VII 13 2024
Metemiedos, por la mañana habían vapuleado a los mozos en las calles y enviado al menos media docena al hospital. Serios, astifinos, cornalones, enhiestos, bien comidos. 565 kilos promedio, cárdenos en diversa gama, del claro al muy oscuro entrepelado. Cinqueños quinto y sexto, y con toda la gama de genios y malgenios que da la viña de don José. Desde el ennoblecido tercero hasta el mansurrón rascatripas cuarto. Una corrida con alto grado de dificultad, una corrida para lidiar, y una corrida, como estaba la plaza, para triunfar con ruido y argumentos. Si no sucedió no fue por su culpa.

El primero, “Corralero”, atacó a Rafaelillo como una exhalación, en ráfaga repitiendo fiero. El pequeño murciano, como si nada, le salió al paso con larga cambiada de rodillas y le bajó los humos y la carota con seis lances genuflexos y un recorte airoso. Primera gran ovación y el anuncio de que la pelea era peleando de parte y parte. Empujó y romaneó en la primera vara barrenada de Collado, pero la otra ya no le gustó. Comportamiento de casi todo el encierro. La vara que vale es la segunda, decía el sabio Victorino viejo. Estos no se la tragaron. Pero el quite de Gómez del Pilar a la chicuelina fue majo.

Sierra y Mellinas cumplieron bien el tercio, y el brindis fue a la distancia para el banderillero malherido José Mora. Luego las búsquedas, cabezadas y revolturas fueron siendo sometidas sin alivio, con pases veraces de doma y castigo. Tauromaquia, esencial, no coreográfica. Hoy no se lleva, no es “in” aplaudirla, pero una plaza básica, donde el instinto aflora, donde los mozos corren los toros, cala porque cala como caló esta grave lidia. Nada de pendejadas. Toreo. Al final el toro sabiéndose dominado arrió banderas y Rafael sin adornos igualó, se lanzó con su valor sordo a la cuna y brindó la estocada de la tarde. 

Oreja, claro, exigida por el público que acompañó la brega con voz y corazón. Pero no oreja solo a la estocada, como dijeron. A la lidia toda, de la cual la suerte suprema es parte integral. Fue de gran afecto y reconocimiento la vuelta, un afecto que el valiente ha pagado casi con su vida. El cuarto le obligó aún más porque era manso, medidor, avieso. Le anduvo al unipase obligado y cuando iba camino de la cruz, un traspié del animal ofreció los bajos descalificando todo.

El paisa Juan de Castilla, siempre anda de buen humor, pese a que a veces a los toros les haga mala cara. Debutó con “Escribano” número 23, 595 kilos, el más pesado, voluminoso, pero también a la larga el más noble, claro y desplazado de la corrida. Suerte y mérito. En las cinco verónicas y media tiraba los pitones arriba. Las varas de García Marugán fueron marradas, repuestas y bajas. Castellanos y Goria pasaron las de San Quintín para ponerle los palos de cualquier manera. Mejor dicho, nadie daba nada por el toro.

Sin embargo, Juan, Se fue al platillo, brindó a la concurrencia y allí mismo se puso de rodillas en los medios para esperar el galope desde las tablas. Lo aguantó y embarcó en cuatro derechas en redondo que descubrieron una embestida franca y una repetición de aeroplano, con las que nadie contaba. Las dos primeras tandas alegres y planchadas metieron la banda en el jolgorio. La gente, causa común con Colombia, estaba francamente receptiva. Más que receptiva. La casta del toro y el compromiso del torero les justificaban. Los naturales argumentaron y la faena en vuelo llegó a la estocada total en sitio que hizo los honores al que fue más a más en la tarde. Arrastrado con gran ovación.

Con el muy enrazado y exigente sexto, y el aliento público, las cosas daban para un triunfo. Uno, como guardadas proporciones, obtuvo Rincón hace treinta y dos años exactos aquí mismo (estuve). Todos lo queríamos. A portagayola se fue a recibir el cinqueño, 540 kilos. Y le saltó haciendo eses, como Messi en el área. Tragó y tiró la larga cambiada y el cuerpo a tierra para evitar la cogida y luego corrió tras él para lancearlo con más ganas que tino. Ya en suerte de puyas, Teo Caballero, le recibió a brazo y en sitio dos veces, en la mejor actuación montada de la tarde. Más Juan no le dejó picar. ¿Error? Era un cinqueño escolar con mucho poder. Luego se vió. González y Goria, esperados y cortados cumplieron tercio a duras penas.

Luego, decía, del brindis televisivo y reivindicativo con el cual no se podía más que ser solidario: “Por la libertad del toreo en mi país. No nos rindamos, dijo, yo no me rindo”. Entonces el cárdeno, crudo y altanero, se le subió a las barbas desde los primero pases de tanteo ya así rodó la faena con la balanza inclinada para el sublevado. Ganando terreno, descolocando y amenazando. Juan no se arredró, no se descompuso, pero tampoco logró ponerse al mando de una situación que lo hubiese lanzado por la puerta grande a la gloria. Para peor, el pinchazo, la estocada contraria sin efecto y los dos descabellos. La ovación y el saludo en el tercio hicieron pensar que Pamplona estaba quizá más con su brindis que con su faena.

Gómez del Pilar. Arriesgado, oficioso y solvente fue aplaudido con el bravucón segundo e ignorado tras naufragar con el geniudo quinto al cual infirió cinco pinchazos, media espada tendida y cinco descabellos, oyendo dos avisos.

FICHA DEL FESTEJO

Pamplona. Sábado 13 de julio 2024. 8ª de San Fermín. Sol. Lleno total. Seis toros de José Escolar; cinqueños 5º y 6º cinqueños, 565 kilos promedio, parejos, encastados y diversos de juego.

Rafaelillo, oreja y silencio

Gómez del Pilar, silencio y silencio tras dos avisos

Juan de Castilla, oreja y saludo.

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