Según las estadísticas, en 2023 hubo en Alemania —sin contar los accidentes de cocina— 8.951 lesiones graves y peligrosas ocasionadas por un cuchillo. Los números en 2024 crecen. Aumentan los ataques de «cuchillo borgiano».
Por ello, Nancy Faeser, de la SPD, ministra federal de Interior, quiere endurecer las leyes. Como haría todo gran gestor, si el problema es de cuchillo, hay que hacer una ley de cuchillo y si ya hay una ley de cuchillo, hay que hacer un reglamento y si ya hay un reglamento, entonces hay que endurecerlo.
Se van a prohibir las armas blancas en público y en los transportes. Especialmente en los transportes, porque por alguna razón los ataques de/con cuchillo se producen mayormente en estaciones de tren.
No cabe descartar que las estaciones ferroviarias reciban otra regulación, pero mientras llega, no se podrá llevar en ellas nada más allá de los seis centímetros de hoja, que es el tamaño del lápiz gastado que tiene todo frutero cuando anota las cosas en papel de estraza.
Si a algún individuo le da por hacer un tsujigiri, irse aleatoriamente a acuchillar a alguien, ya le podrá hacer como mucho una acupuntura, pues legalmente solo podrá llevar esas agujitas.
¡En casa del herrero (Schmid), cuchillo de madera! ¡Toma vida el refrán!
Esto es una genialidad porque no va a la raíz del problema. Ni siquiera al tronco del problema. Esto va a la rama del problema. Quizás el cuchillo se venía utilizando tanto y tan mal por no estar clara la legislación. Había una confusión con el liberalismo cuchillístico, se pensaba que todo se podía, que no había tampoco límites y frontera para los cuchillos; la gente los compraba y los portaba alegremente, según el más natural y benigno librecuchillismo y de repente, sin comerlo ni beberlo, se veían en medio de la vía pública con un machete (en alemán se dice macheten), y ahí ya, al albur de las ultraderechas, la situación se descontrolaba.
Quien más quien menos se ha llevado alguna vez al metro la katana. Era una de esas libertades que dábamos por hechas, pero el cuchillo, o esa espadita con la que todos salíamos de casa, nuestro estilete, es algo a lo que también tendremos que renunciar. En realidad, todo parte de un esquema similar, de un malentendido similar. Los grandes enemigos de Europa: Putin, los cuchillos y Elon Musk, lo que han venido haciendo ha sido aprovecharse de nuestra libertad. Alemania da un suave puñetazo en la mesa con esta reforma de la regulación cisoria.
Era muy común en la España que heredamos (pero que aun no nos habíamos dado) ver a un señor por la calle con una navaja pelándose a lo mejor un melocotón. El huevo de la serpiente estaba ahí. Europa no tenía armas, pero aún le quedaban cuchillos. Y Alemania, por fin, apertura ese melón (aunque no sabemos con qué).
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