
'..su persecución a los cárteles mexicanos y los políticos involucrados pueden tener un efecto inesperado y paradójico, al obligar al gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo a asumir su responsabilidad frente a la violencia que nos devora, y de paso podría liberar a la tauromaquia del rol que le han impuesto como chivo expiatorio..'
Trump puede salvar al toreo en México
Juan Antonio Hernández
Mientras la Plaza de Toros México se ha vaciado por decreto, las calles del país se llenan de sangre humana y miedo. Prohibir la tauromaquia ha sido para el gobierno anarquista actual un recurso eficaz para dividir a la opinión pública, desviar la atención y disfrazar de moralismo una profunda incapacidad de gobernar. En un país donde el crimen organizado controla territorios completos, el gobierno autodenominado de la 4T ha encontrado en el toreo un enemigo cómodo, inofensivo, pero útil como cortina de humo. Sin embargo, en un giro irónico del destino, es posible que la salvación del espectáculo taurino venga de los vecinos del norte, donde por cierto se incrementa la actividad taurina año con año, y sería en la figura de su presidente Donald Trump.
Trump, quien se ha comprometido ante sus votantes a descender las brutales defunciones causadas por el consumo de fentanilo, podría provocar una serie de efectos colaterales en México, donde los políticos en el poder inmiscuidos en la producción de la letal droga, están escapando de a poco como ratas por las coladeras. El más inmediato mensaje del presidente estadounidense ha sido muy directo, obligando al gobierno federal mexicano a asumir las responsabilidades que ha eludido bajo el manto de un discurso ideológico que mezcla el resentimiento, la manipulación mediática y el populismo punitivo. En ese escenario, el régimen se ve forzado a enfocarse en los verdaderos problemas que nos consumen -la inseguridad, la corrupción, la impunidad, las promesas incumplidas y la falta de medicinas- y no en simulacros de moral pública como prohibir corridas de toros.
Desde hace años, la tauromaquia ha sido usado por este gobierno como un distractor estratégico, sobre todo por un partido ‘travesti e improductivo’ como el verde ecologista, el que presenta con frecuencia debates sobre la protección animal mientras los secuestros, feminicidios, desplazamiento forzado y el colapso institucional lo ven como un paisaje cotidiano.
Al toreo lo han convertido así en el enemigo número uno, no porque haga daño social real, sino porque genera titulares, pasiones, confrontaciones y, sobre todo, entretiene a una sociedad desgastada, justo lo que se planea desde el poder.
La intervención estadounidense -política, económica e incluso militar- está sacudiendo el tablero. El régimen tiene, de una vez por todas, que dejar de simular, y la opinión pública comienza ya exigir soluciones reales. En ese contexto, el debate taurino podría perder centralidad. Tendrá que ser visto de nuevo como lo que es y ha sido en este territorio durante 500 años, una tradición cultural con derecho a existir, no un tema de Estado. La censura y anarquía disfrazada de compasión está quedando en evidencia.
No se trata de idealizar a Trump, cuyas políticas han sido polémicas y brutales. Pero su persecución a los cárteles mexicanos y los políticos involucrados pueden tener un efecto inesperado y paradójico, al obligar al gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo a asumir su responsabilidad frente a la violencia que nos devora, y de paso podría liberar a la tauromaquia del rol que le han impuesto como chivo expiatorio.
Al final, quizá no sea un político mexicano quien devuelva la libertad a las plazas de toros, sino un empresario neoyorquino que probablemente nunca ha pisado una de ellas. La historia está llena de ironías.
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