Silverio Pérez y César Girón reunidos en Caracas en un festival. La foto es de Enrique Lander, y muy representativa. Es la reunión del toreo americano, México en su ídolo Silverio, y Maracay en la persona del gran maestro César Girón
Cuando el pueblo francés levantó cadalsos,
el pueblo español construía plazas de toros
EL VITO
José Casanova, imponiendo su autoridad en la amistad, cuando fue gobernador del Estado A ragua me encargó el libro sobre los 50 años de la inauguración de la plaza de toros de Maracay. Lo que proponía el doctor Casanova Godoy era que descubriéramos entre los acontecimientos el espíritu de escuela que debía encontrarse en alguno de los rincones de su historia. Se empeñaba el buen amigo que lo que expresaron profesionalmente “los Girón” era una forma de decir el toreo de Maracay.
No le faltó razón a Joseíto, aunque sí tiempo en su vida para lograr la misión taurina que se había propuesto.
Al emprender la misión impuesta por el querido amigo Joseíto Casanova, tropezamos con la evidencia de que el toreo nace cuando se bajó del caballo. Hecho que ocurre cuando fueron expulsados los moros de Iberia. Epílogo al drama de la Reconquista, que dejó el suelo de la península poblado de cadáveres, de sombras.
Sin embargo quedaron dos muertos en pie: la aristocracia y la caballería. Situación que resume con brillantez don José Alameda: “La tragedia del caballero como personaje histórico se consuma. Y aparece el hidalgo menesteroso, con cien blasones y ningún maravedí”. Sigue Alameda y dice que “aquel muerto en pie, aquél toreo aristocrático a caballo sólo necesita un empujón para derrumbarse”.
Y el empujón se lo da Felipe V, que precipita la caída del toreo a la jineta. La monarquía no puede con el toro, aunque prohíba el toreo, el toro se planta en mitad de España. Frente al toro, el pueblo. Pueblo y toro van a hacer la fiesta nueva.
Al alba de la democracia, con la luz del sol de la Revolución, el pueblo francés levanta cadalsos, mientras que el pueblo español construye plazas de toros. Los caballeros le dejaron en el oficio de someter a las reses, dejaron el camino libre a los mozos del pueblo.
Había ocurrido una auténtica revolución social, la oligarquía había sido destronada del caballo. Era la rebelión de la plebe en la plaza de toros. La gente de las orillas y márgenes de las ciudades, que ahora ocupaba el sito que ocupó el hidalgo. Antes lo hicieron por una paga, por un jornal, y antes expusieron su vida por salvar la del señor. Entre el populacho que ahora se divertía destacó en Ronda un burlador de los toros, Francisco Romero, que “burlaba los toros sin auxilio de nadie, sin oponerle al toro la fuerza por la fuerza, sino al ímpetu brutal de la fiera, la inteligencia...” Romero era de oficio zapatero y con la gracia de burlar al toro fundó la Escuela de Ronda. Era muy hábil y por su habilidad fue siempre requerido por los maestrantes de Ronda.
Francisco Romero provocó con su conocimiento la evolución de la técnica vascongada (Escuela de Navarra), y dio pie al nacimiento de la Escuela de Sevilla. Fue el primero en matar, cara a cara y con una muleta por engaño, a un toro. De allí que uno de los elementos que más distingue a los alumnos de la Escuela Rondeña sea la de matar bien a los toros. Mientras que la Escuela Navarra, escuela de los toreros del País Vasco, en su fundación representada por Manuel Bellón, Leguregui y Martín Barcáiztegui “Martincho” eran hábiles en desjarretar las reses, las que alanceaban o mataban a cuchilladas, pero que jamás entraron a matar con estoque y utilizando muleta por engaño.
Joaquín Rodríguez “Costillares”, natural del barrio de San Bernardo de Sevilla, fue un gran observador de las para la ejecución de la lidia y adquirió buena fama y pronto, como eficaz banderillero y por ello Manuel Bellón le dio la alternativa, siendo Joaquín muy joven. Costillares preparaba las reses para la estocada, y lo hacía citándolos en corto, o recibiéndolas. Para entrarle en cortó, inventó el “volapié”. Fue maestro de la Escuela Sevillana, que se caracteriza por ejecutar la técnica con elegancia, con arte. Tuvo entre sus discípulos a Pepe – Hillo, quien escribió en una Tauromaquia las enseñanzas impartidas por su maestro. Pepe- Hillo fue autor de la primera tauromaquia, un texto de reglas y recomendaciones para la lidia que se hizo muy famoso pronto. Cuando murió “Illo” fue de una cornada de un toro de Peñaranda de Bracamonte, siendo uno de los testigos de aquel acontecimiento el joven caraqueño Simón Bolívar quien se encontraba en Madrid.
Pedro Romero fue el auténtico fundador de la Escuela de Ronda con su modo de torear: “parado, tranquilo, sereno y ceñido, preparando a su antojo a las reses para la muerte con sólo la muleta, pero haciendo quites a los picadores oportunamente, pero con calma y sin acelerarse”.
Así que tenemos tres escuelas que fundan el toreo como oficio, la Navarra, que basaba el dominio de fiera con la fuerza y por la fuerza. La Escuela de Ronda, que pone de lado la fuerza y que con el recurso de la inteligencia domina a la res, hasta llevarla a la muerte con el engaño. Y la de Sevilla, que tiene la técnica de Ronda, aderezada con la gracia en la expresión de lidiador. Son aceptadas por algunos tratadistas la Escuela de Castilla, que es como eran los toros castellanos, como la tierra: seca, árida, sincera, y la Escuela Mexicana, la forma de expresión del indio, la que nace con Bernardo Gaviño – español – para resolver los problemas de los toros criollos, y penetrar los gustos del pueblo indio. Escuela que pule Gaona, torero que llegó a brillar, a pesar de sus desigualdades, refulgente en medio de Belmonte y de Gallito.
Sin embargo, José Casanova tuvo razón en su perspicaz intención. Existe una Escuela Taurina de Maracay, la que fundaran entre Perdomito y el maestro Pedro Pineda y de la que serían sus exponentes más acreditados los hermanos Girón.
Inspirada en los triunfos de César Girón, no cabe duda alguna, Pedro Pineda prodigó su cartilla entre aquellos muchachos de la Escuela. Torerillos que se iniciaron en La Ganadera – el matadero de Maracay-, gracias a la complicidad de “El Cabo” Irene. ¿En qué consiste el planteamiento de esta Escuela? Es muy simple, comienza con el capote de manos bajas con la intención de someter al criollo, dejarse ver en banderillas, pares al cuarteo y de poder a poder para aprovechar los arreones del descastado animal y una muleta de poder, muleta que impida la huida al toro cobarde. Cobardía que se convierte en peligrosa fiera a la hora de la estocada, en corto y por derecho, provocando que la chorrera de la camisa de torear envuelva la pala del pitón al jugarse la vida.
Así de simple, está esta Escuela de Maracay, escondida entre los escaños de la plaza.
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Blog A los toros
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