miércoles, 1 de julio de 2015

4ª de San Pedro en Burgos. Subidón ambiental con una gran corrida de Capea y un intratable Fandi que salió en hombros / por J.A. del Moral.


"...El Fandi terminó siendo el gran protagonista de la tarde junto a los estupendos toros de Capea. El Fandi se dio en toda su mejor y mayor dimensión con capote, banderillas y muleta. Y los toros murubeños del matrimonio Gutiérrez-Lorenzo un premio muy grande..."

 Subidón ambiental con una gran corrida de Capea y un intratable Fandi que salió en hombros

J.A. del Moral · 01/07/2015 / FOTOS DE JAVIER ARROY
Coliseum de Burgos. Martes 20 de junio de 2015. Cuarta de feria. Tarde muy calurosa en plaza cubierta con casi lleno.

Seis toros de Capea, muy bien presentados y de excelente juego en distintos grados de fuerza y de bravura. Muy huidizo de salida y luego docilísimo el primero. Algo apagado el segundo. Magnífico el tercero. Venido a menos el cuarto. Nobilísimo el quinto. Completo el sexto.

Manuel Díaz El Cordobés (burdeos y oro): Pinchazo hondo y tres descabellos, ovación. Pinchazo hondo y descabello, saludos por su cuenta.
Juan José Padilla (corinto y oro): Estocada casi entera trasera, oreja. Estocada tendida caída y descabello, saludos por su cuenta.
El Fandi (grana y azabache): Gran estocada, dos orejas. Estocada corta y cuatro descabellos, gran ovación con paseo y salida en hombros.


La tarde se presentía alegre y bulliciosa por las características toreras de la terna y, sobre todo, a cuenta de la en Burgos anual celebración del cumpleaños de Manuel Díaz El Cordobés que las peñas celebran como si el simpático torero fuera de estas tierras. Adoptado lo tienen aquí hace muchos años y en cada ocasión, en el paseíllo suele comenzar la celebración con el tradicional cántico “Cumpleaños, feliz…” coreado por la mayoría de los espectadores. Además, como Manuel encabezaba ayer la terna y abrió la tarde, cuanto hizo con el primer toro fue tomado con un tópico y enlatado entusiasmo. Un vale todo como si cuanto hizo fuera excepcional. Pero nosotros sabemos que Manuel vive inmenso en un ostensible declive profesional que poco tiene que ver con lo que este torero fue por facultades y capacidad. Los años no pasan en balde para nadie.

El Cordobés Díaz mantiene intacta su desbordante simpatía pero, lo demás, no. Por eso se ve obligado a teatralizar sus recursos en un baldío intento de ser quien fue. Ayer le duró el teatro durante la lidia del primer toro y en su faena brindada a nuestra querida amiga, la simpar Eva Peña. El nobilísimo ejemplar de Capea también ayudó lo suyo dejándose dar infinidad de pases que Manuel vendió como si fueran buenos aunque no lo fueron por excesivamente distantes e inevitablemente vulgares hasta llegar los ranazos que fueron celebrados como oro caído del cielo. La cosa iba para oreja. Pero la perdió por pinchar.


Cuando llegó la lidia del cuarto toro y ya celebrado el cumpleaños tras ser arrastrado el tercero con la tarta y sus velas portada en parihuelas por miembros de peña Los Gamones, ya habían pasado cosas importantes que, en cierta medida, habían debilitado el disfrute de Manuel Díaz. La media corrida de Capea había dado un juego más que notable. Padilla había cortado una oreja. Y El Fandi dos con un toro para cantarlo en latín que el granadino aprovechó de cabo a rabo en los tres tercios. Los dueños de la tarde, pues, ya eran los toros de don Pedro Moya y de su esposa Carmen Lorenzo y don David Fandila. Por eso lo que hizo Manuel con el también excelente cuarto toro apenas llegó a los tendidos, ciertamente desencantados cuando vieron con sus propios ojos cómo le daban estopa en un excesivo puyazo y cómo Manuel no pasaba con la muleta de un decaído intérprete atenazado por su aburrida y otra vez distante pulcritud. Los aceros tampoco funcionaron debidamente y el cumpleaños quedó sepultado en un natural olvido.


Poco que decir de lo hecho ayer por Juan José Padilla, más feliz y lucido en los tres tercios con su primer toro del que cortó una oreja, que por lo mal que le vimos en el quinto al que apenas quiso ver en banderillas. No fue este quinto tan buen toro como sus hermanos. Pero tampoco tan malo como le debió parecer al apagado y cauteloso Ciclón de Jerez que ayer no pudo pasear ninguna bandera y terminó ignorado por las masas. Como si no hubiera estado en la plaza.




Por el contrario, El Fandi terminó siendo el gran protagonista de la tarde junto a los estupendos toros de Capea. El Fandi se dio en toda su mejor y mayor dimensión con capote, banderillas y muleta. Y los toros murubeños del matrimonio Gutiérrez-Lorenzo un premio muy grande porque su corrida de ayer no solo consiguió hacernos olvidar los desastres ganaderos que habíamos padecido y lamentado en esta feria, sino quedar en nuestras cabezas como una de las mejores corridas de la temporada hasta el momento. Un corridón de toros, señores. Un corridón que solamente supo aprovechar y lucir el espada granadino.

Si buena y completa en los tres tercios había sido su labor con el estupendo tercer toro del que cortó dos merecidísimas orejas como ha quedado dicho, lo del sexto fue memorable. Gran capotero en un soberbiamente templado recibo por verónicas y en un vistosísimo quite por zapopinas. Banderillero fuera de cualquier serie en un tercio que puso la plaza en pie y del revés. Gran muletero en un recital por naturales irreprochablemente interpretados. Fue este toro de cierre más de izquierdas que de derechas. Y aunque asimismo bien en su intención de matar como ya lo había hecho en el tercero, la estocada quedó corta y como El Fandi tuvo que usar el descabello varias veces, se esfumó lo que iba para otras dos orejas y, quién sabe, si también para un rabo… Pero bueno, ahí quedó la grandiosa tarde de David Fandila como una de las mejores que le hemos visto en su ya larga carrera.

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Mi enhorabuena más cariñosa para los Capea y otro tanto para El Fandi. Antenoche me encontré con Pedro y con su esposa Mari Carmen y el gran torero además de gran ganadero me dijo que quería volver a lidiar más corridas para la lidia a pie y olvidarse de las de a caballo. La de ayer fue la clamorosa demostración de que sus deseos tenían toda la razón dser.

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