domingo, 15 de mayo de 2016

Madrid. Octava de mi Feria. Gran corrida de Flor de Jara, afeada por los veterinarios picaflores, y un verde Soraya / por José Ramón Márquez


Cigarrón, número 26, de San Martín

El programa se lo quitó de un plumazo como cárdeno, que hoy el veterinario no tenía ganas de echar mano de los apuntes, y cárdeno entrepelado era,pero además calcetero, colín, meano, bragado corrido, girón y careto.
Una prenda para que Roca Rey hubiese ensayado sus monerías históricas.

Gran corrida de Flor de Jara, afeada por los veterinarios picaflores, y un verde Soraya

Después de la “jornada histórica” vivida el viernes y antes de la “jornada histórica” de mañana domingo, que estamos a mediados de mes y ya llevamos lo menos seis o siete jornadas históricas de diverso pelaje en lo que va de mayo, sin contar el” incendio histórico” de Seseña, había que dar un poco de respiro al personal, que no damos abasto en ser testigos de excepción constantemente de momentos que el día de mañana llenarán las páginas de los manuales que tendrán que estudiar los niños del futuro. Para hacer un paréntesis antihistórico, la Empresa que, aunque parezca mentira, aún gobierna los destinos de esta especie de zoco lleno de tabernas y chiringuitos antes Plaza de Las Ventas, decidió poner una corrida de toros de las que llaman la atención de los aficionados como yo, concebida bajo la base de un encaste reconocido como de interés que está en manos de un ganadero con afición y con ganas de hacer bien las cosas y tres toreros de los que se avienen a ponerse enfrente de lo que se sale del sota, caballo y rey, del tedio juampedresco de cada día.

Para esta corrida de la víspera del Patrón se trajeron de Colmenar Viejo un encierro de la ganadería Flor de Jara, Santacoloma-Buendía, los antiguos Bucaré. Como era de esperar, la corrida no superó entera la auditoría veterinaria. Podíamos haber apostado que esto ocurriría así, porque ya tenemos observado que los Profesores Veterinarios siempre aprovechan estas ganaderías para sacar pecho y poner de manifiesto que no-se-casan-con-nadie. El hecho de que el toro de Santa Coloma, salvo lo que queda de la línea de Graciliano, sea un toro de menor volumen e incluso de cabeza más pobre que lo que normalmente se ve por ahí, pues esa característica es la que persiguió Buendía primando en su selección lo asaltillado sobre lo ibarreño, no mueve a la consideración de los expertos en buiatría, que cada día se tragan lo que cada día vemos que se tragan, a considerar que no deberían aplicar la misma vara de medir a los bueyes bobos del Puerto de San Lorenzo, morucho salmantino, que a los cárdenos de Buendía. El caso es que los de la buiátrica echaron atrás dos de los de Flor de Jara y la corrida se remendó con unos de San Martín, que son los antiguos Hernández Pla -siempre el toro Capitán en el recuerdo-, pasados por las manos de ese interesante personaje que fue Pepe Chafik.

Cada cual irá a la Plaza a lo que vaya: unos a comerse medio kilo de pipas, otros a darle al trago, otros a ver si consiguen extasiarse y otros a ver los toros. El que vaya a esto último hoy no se ha aburrido porque la variedad de comportamientos, lo cambiante de los humores de los toros, la inseguridad que provocaban en los que andaban por el ruedo hacían difícil quitar los ojos del ruedo. El que en los toros busque a Cobradiezmos, abriendo besanas con su nariz, echará pestes de los Flor de Jara y de los San Martín, pero los que aprecian el toro que crea problemas, que crea peligro, que aprende y que pone las peras al cuarto habrán pasado una tarde de lo más entretenida.

El primero, Callejito, número 50, fue más grande de lo debido y más soso de lo esperado. Acaso sea el único de los del encierro que pudo exasperar un poco al respetable. Fue bregado de manera harto sobria y eficaz por Raúl Ruiz, de verde Soraya (sic) y plata. El toro no se comía a nadie y daba la impresión de que lo suyo era buscarse un fresco soto donde dormitar, más que lo de andar por una Plaza de Toros detrás de la muleta de Fernando Robleño, que tampoco puso en su relación con Callejito un argumentario como para encumbrarle. Robleño, lo hemos dicho más veces, se achica en Madrid, donde tiene una buena fila de partidarios, y a duras penas encontramos en él retazos del Robleño que se viene arriba en la Francia del Terror. No se fió mucho del toro y tampoco dio el paso adelante, y así se fue pasando el tiempo hasta que llegó el momento de tumbarle de un metisaca de efecto letal que fue incluso aplaudido por bastantes insensatos.

A Miguel Ángel Delgado le correspondió la lidia y muerte a estoque de Limeño, número 45, que fue uno de los dos mejores toros de la corrida. Se dejó pegar en varas y acudió con presteza al cite en los medios, resuelto en un pase cambiado de bastante poca utilidad en toros que se acaban enterando. Delgado, de quien hemos resaltado a veces su buen concepto, construyó una faena de altibajos en la que consiguió sacar una serie corta con la derecha que nos hizo concebir las esperanzas de que la cosa iría a más, pero en la siguiente tanda el toro no se dejó y la cosa se fue diluyendo. Quizás se equivocó en las distancias, o en no llevar al toro suficientemente toreado, o en alargar el trasteo más de lo que este ganado demanda, el caso es que quedó la sensación de que el torero estuvo por debajo de las condiciones del toro.

El tercero, Fandanguero, número 37, fue el otro buen toro y le correspondió al mejicano Diego Silvetti. Comenzó la faena con pases cambiados por la espalda -¡qué manía!- y luego trató de montar su faena sobre los tres mandamientos del neotoreo: no te cruzarás, con el pico citarás y echarás la pata atrás. Con esos mimbres la faena no llegó nunca a tomar vuelo, por más que el irapuatense echó a volar su imaginación y se lió al final, sin venir a cuento, con unas bernardinas o manoletinas, vaya usted a saber, sin el estoque simulado. En resumen, el torero estuvo por debajo de las condiciones del toro, al que tumbó de una buena estocada que, al parecer a nadie importó pues no le aplaudieron ni los descerebrados que celebraron el metisaca de Robleño.

En el cuarto la cosa cambió. Cantinero, número 57, ibarreño de capa y Coquilla de tipo, no estaba dispuesto a dar la más mínima facilidad. Muchos pensábamos en las monerías que le hizo Roca Rey al chorras de Buzonero el día antes viendo la agresividad de este Cantinero, ante el que Robleño se creció aguantando las tarascadas y asperezas del bicho, un toro muy complicado que no permitió confiarse al torero, pero que hizo que el espectador se mantuviese atentísimo a las circunstancias de su complicada lidia.

Hubo que pedir consejo al catedrático don Juan Galacho, sabio aficionado que hoy se incorporó a San Isidro desde Málaga a dar lustre a la andanada para definir la capa del quinto, Cigarrón, número 26, de San Martín. El programa se lo quitó de un plumazo como cárdeno, que hoy el veterinario no tenía ganas de echar mano de los apuntes, y cárdeno entrepelado era, pero además calcetero, colín, meano, bragado corrido, girón y careto. El bicho empezó a cantar su condición peligrosa y poco franca en el tercio de banderillas. Miguel Ángel Delgado comenzó su trasteo por ayudados por alto que el toro se tragó, pues es bien sabido que todos los toros responden al estímulo del ayudado, y a partir de ahí la cosa comenzó a ponerse complicada, con el toro embistiendo a media altura e incluso frenándose en mitad del pase, creando momentos de gran emoción, pues la posibilidad de la cogida era más que evidente. Delgado no rehuyó la pelea e incluso trató de torear al natural, con idéntico resultado. Otra prenda para que Roca hubiese ensayado sus monerías históricas.

El sexto, Pirata, número 48, segundo de los San Martín, fue el toro más cambiante del encierro. Los dos primeros tercios fue un toro manso que no quería líos y que a la mínima volvía su cara hacia los chiqueros. Al iniciar el trasteo de muleta en el tercio frente al 9 el animal dio la impresión de que había cambiado, abandonando su afición a chiqueros y quedándose fijo con la muleta de Silveti. Por un momento pareció que el toro tendría su faena, y en un par de tandas da la impresión de que la cosa puede funcionar, pero el toro vuelve a cambiar y se pone harto complicado, creando cada vez más situaciones de peligro hasta que Siveti acaba con él de otra buena estocada, la mejor de lo que llevamos de Feria.

Seguramente para los que vean las corridas por la TV -en el pecado llevan la penitencia-, ésta de hoy haya sido un tostón, porque la TV nunca beneficia al toro, salvo que sea excepcional, pero podemos asegurar que en la Plaza la tarde ha sido entretenidísima, una de esas tardes en las que no se pueden apartar los ojos del ruedo.

A la entrada, una charanga en la Primera 
Plaza de Pueblo del Mundo

Paseo

La brega de Raúl Ruiz

Aparcando de oído

Cesto
Quien hace uno, hace ciento

Montera
"¡Qué calle, señor, la calle de la Montera!" (Narciso Serra)

Aperos y herramientas

Instrucciones

Rayas
A la gallega, al horno y a la plancha

Capote

Banderilla

Espá

Desertor de la andanada

Verde Soraya

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