No es mi pretensión quitar ni un ápice de hierro al comportamiento del presidente de la RFEF, aunque sí es llamativo que su posible destitución llegue tras este episodio y no por haber encubierto años de corrupción generalizada en el seno de directivos y árbitros, por un palmario conflicto de intereses con un jugador en activo o por los evidentes indicios de haber usado dinero federativo en actividades absolutamente escandalosas. Una vez más, se hace patente que es más importante la viralidad que la magnitud del delito. Y que la política nacional vive instalada en una demagogia que provoca reacciones en cascada en cuestión de minutos por un gesto de acoso sexual, mientras la corrupción del caso Negreira apenas recabó un puñado de timoratas reacciones apelando a la limpieza de las instituciones.
En el cálculo permanente que es la actividad mediática de un responsable político, atacar sin piedad a Rubi era un movimiento básico. Al fin y al cabo, prácticamente nadie va a posicionarse a favor de actos tan abyectos como los que se vieron en la celebración de la victoria en el Mundial femenino. En cambio, un escándalo mayúsculo como el caso Barça-Negreira solivianta a una buena parte de la población que cree de verdad que es todo una operación en contra de su equipo, ignorando las pruebas y las estadísticas. Como hay riesgo de perder cierto apoyo popular, la política gira y se pone de perfil.
CÁLCULO POLÍTICO: ATACAR A RUBI ERA UN MOVIMIENTO BÁSICO. CASI NADIE VA A POSICIONARSE A FAVOR DE ACTOS TAN ABYECTOS. EN CAMBIO, UN ESCÁNDALO MAYÚSCULO COMO EL CASO BARÇA-NEGREIRA SOLIVIANTA A UNA BUENA PARTE DE LOS VOTANTES
A nuestros amigos antifútbol, esos que antes del domingo despreciaban este deporte y consideraban a sus aficionados como una suerte de trogloditas, habría que decirles que Rubiales no es un caso aislado. Es uno más de entre tantos personajes tóxicos, ineptos y desagradables que pueblan el fútbol patrio. Ahí tenemos también al jefe de una patronal que, mientras su producto no deja de empeorar cada segundo, se dedica a entablar guerras tuiteras con los pocos periodistas a los que no tiene silenciados a base de dádivas. Flexibiliza leyes para favorecer a aquel que las incumple sistemáticamente, y se enfrenta al único que sigue trayendo estrellas al campeonato. O al máximo responsable del arbitraje, capaz de amenazar a un subordinado con un lenguaje más agresivo que el de la Cosa Nostra, mientras considera que el principal problema de un gremio cuyas prácticas y vínculos con un equipo mueven al vómito son unos videos de la tele oficial del club al que se ha perjudicado sistemáticamente.
No nos olvidemos del predecesor de Rubiales en el cargo, bajo el que floreció y alcanzó sus años de plomo el Negreirato. Y de numerosos presidentes, o del tenedor de los derechos televisivos. La realidad es que en fútbol español personajes como Rubi están lejos de ser un caso aislado.
Tampoco puedo ignorar a los medios de comunicación, regados por dinero de instituciones como la Liga o la RFEF, y por algunos equipos concretos (esto no es una conjetura, existen facturas) que marcan la línea editorial y liquidan así el posible prestigio que les pudiera quedar. La prensa, supuesto elemento fiscalizador, carece de toda fiabilidad desde el momento en que no fue capaz de ver y de contar (¿o quizás cerró los ojos?) un escándalo arbitral constante, evidente con números y hechos. De hecho, se insistió en que sucedía todo lo contrario a lo que ahora se juzga con una gigantesca cantidad de pruebas.
No, Luis Rubiales no es un garbanzo negro, todo el potaje hiede. Y lo que hacían las abuelas (o al menos la mía) cuando el guiso no estaba saliendo como se deseaba era empezar de cero con ingredientes completamente nuevos. Mantener elementos contaminados acaba emponzoñándolo absolutamente todo.
PD: Como ‘stoniano’ que soy creo que sería poético que Rubiales cayera un martes, pudiendo dedicarle así un caluroso y sentido ‘Goodbye Rubi Tuesday’.
Getty Images.
No hay comentarios:
Publicar un comentario