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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 14 de mayo de 2024

Jeremías vuelve a triunfar / por Paco Delgado

 

El gobierno ha vuelto a demostrar que no todos somos iguales ante su ley y, a través del Ministerio de ¿Cultura?, ha suprimido la limosna que sus PGE destinaba a la tauromaquia, lo que ha generado un alud de manifestaciones, críticas y reacciones que, sin embargo, no entran en el fondo del asunto.

Paco Delgado
AvanceTaurino/13 Mayo 2024
Lo bien cierto es que todo esto se sabía desde que Ernest Urtasun fue nombrado titular de este Ministerio que no hace honor a su nombre. Nunca negó su aversión a la tauromaquia, a la que califica de “actividad injusta, sádica y despreciable” y que, según él,  “no merece ser legal en el ordenamiento jurídico”. Tampoco engañaba su sonrisa de hiena cuando, hace unos días, entregó a Miura la Medalla de Oro a las Bellas Artes de 2022; poco después confirmó su fobia  e intenciones, malas, anunciando la supresión del Premio Nacional de Tauromaquia.

Para intentar justificar este nuevo agravio aportó estadísticas publicadas por el propio Ministerio de Cultura, que indicaban que sólo un 1,9% de los españoles asistió a algún espectáculo o festejo taurino entre 2021 y 2022 y que si en 2007 se celebraron en España 3.651 festejos taurinos, en 2022 fueron solamente 1.546. Para nada hacen alusión a la pandemia, al confinamiento ni al trastorno que todo aquello provocó y que tanto afectó al espectaculo taurino en esos años. No hay premio que valga y ya veremos qué pasa con la fiesta. Y se arma la mundial.

“Las calzadas de Sion tienen luto, porque no hay quien venga a las fiestas solemnes; todas sus puertas están asoladas, sus sacerdotes gimen, sus vírgenes están afligidas, y ella tiene amargura…” se lamentaba el profeta Jeremías por la supuesta caida del del reino de Judá y acuñaba lo que luego se ha tenido como llanto superficial, lloriqueo o gimoteo visiblemente exagerado o incluso falso. Pero que se ha demostrado de plena vigencia y actualidad.

Se quejan, contritos, taurinos y aficionados, algunos tirándose de los pelos, otros rompiéndose la camisa y hasta quien alanceando a moro muerto, por una miseria (la dotación del premio son 30.000 euros), pero nadie pone el grito en el cielo, ni mucho menos monta la de Dios porque a estas alturas siga sin haber toros en la televisión nacional, que en los informativos de todas las cadenas el tema taurino -el segundo espectáculo en audiencia en nuestro pobre país- no exista, que nada se haga por fortalecer y estructurar un sector en el que cada cual va a lo suyo y a su aire, por libre, que se tome el pelo a la gente tan a menudo, que, otro ejemplo, en Cataluña siga sin haber toros o que en Asturias haya plazas que se dejan morir a propósito, que en una región tan taurina como la valenciana el canal autonómico de televisión siga teniendo vetada a la tauromaquia… y así se podría seguir hasta que el profeta se durmiese.

Urtasun se ha quitado la careta pero lo hace con la anuencia de su jefe, que sólo se mueve en busca de su único y exclusivo beneficio. Luego decimos que no hay que mezclar la política con los toros… ¿Se imaginan que, por uno de esos inexplicables vaivenes políticos, el PACMA, Dios no lo quiera, tuviese alguna llave para que el fatuo Sánchez pudiese seguir pavoneándose? No es que se suprimiría el premio: los toros desaparecerían en cuestión de segundos.

Y entonces los responsables de las comunidades autonómicas afectadas por la prohibición dirían que en sus áreas de influencia el espectáculo ha perdido ya su tirón y hay que arreglar situaciones de convivencia. Y entonces, cuando se pidiese su parecer a alguna de las figuras por el asunto, antes de contestar, que no lo hizo, preguntaría si ya había hablado cualquier otro colega, no vaya él a quedar mal. Y entonces no quedaría asociación, entidad o peña sin emitir su correspondiente comunicado quejándose amargamente de lo ocurrido y pidiendo responsabilidades. Y entonces los taurinos esconderían la cabeza bajo el ala. Y entonces se rogaría al aficionado que se movilizase en protestas y manifestaciones, que se echase a la calle y les salvase su negocio. Para darles luego la patada y seguir igual, permitiendo, otro ejemplo, la lidia de animales que no se sujetan sobre sus patas y con menos casta que un perro fí fí, etcétera. Y entonces nos habremos quedado sin toros como yo sin abuela.

Sigue siendo más cómodo y práctico emular a Jeremías que dar la cara. Ya la darán otros. Y se la partirán. Pero, recuerden, los toros son cultura, claro que sí. Urtasun, no.

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