A Iván Fandiño, que se ganó en San Isidro su inclusión en las Ferias, se le espera con interés en todas las Plazas
Andrés Amorós / Pamplona
ABC.- Día 12/07/2011
En el apartado de las reses, se rinde homenaje al fotógrafo Cano, tan querido por todos. A sus 98 años, sigo viéndole en todos los paseíllos. Se acuerda siempre de Manolete, de Luis Miguel, de la belleza única de Ava Gardner... Lo encuentro por la calle, me abraza, me previene contra los carteristas y me hace una foto. ¡Dios quiera que sea por muchos años!
Sólo en Pamplona un toro se hace famoso antes de ser lidiado. El pasado San Fermín, fue uno de Fuente Ymbro, que pesaba 675 kilos. Aseguraban muchos que, con ese peso, no se podría mover pero no paró de moverse, con nobleza. Hoy le han entregado el premio al mejor de la anterior Feria.
Este año, un fuenteymbro se ha hecho famoso por su velocidad en el encierro. Los pastores le llaman«el AVE»; otros, «el Induráin». Se lidia en quinto lugar, le toca a César Jiménez y logra con esfuerzo cortarle una oreja (como había hecho Iván Fandiño con el tercero). Nunca un «Denunciante» fue menos anónimo. Es serio, como sus hermanos; luce espectaculares defensas: «media luna las armas de su frente», decía Góngora. Como ellos, embiste con nobleza pero con excesiva suavidad, flaquea. A los fuenteymbros, este año, les han faltado más fuerzas y algo de picante.
Antonio Ferrera es un ídolo en Pamplona, por varias gestas: aquí fue herido, cortó un rabo y dio a conocer su par al quiebro, de espaldas. Hoy, la suerte le da la espalda, los mozos parecen olvidar su cariño. El primero, bien armado, es noble pero flaquea y, sobre todo, escarba continuamente. A pesar de su poca codicia, Ferrera brilla al banderillear: con quiebro en tablas y jugueteo posterior, el tercer par. La faena de muleta es limpia, reposada, pero tiene poca emoción; la desluce el toro, con la cara continuamente entre las manos. No se estrecha al matar y falla con el descabello.
En el cuarto, consigue un par por dentro emocionante. El toro va bien si no se cae; embiste con clase pero se apaga. Antonio no acaba de conectar con el público, que se impacienta por el largo trasteo. Tarda en cuadrar y suena un aviso; a la segunda, se vuelca, saliendo prendido, pero, nervioso por el segundo aviso, falla reiteradamente con el verduguillo. No ha sido una de sus brillantes tardes pamplonesas.
En el segundo, otro flojo y noble, César Jiménez comienza con sus habituales muletazos de rodillas... hasta que el toro se cae. El animal va de dulce pero flaquea demasiado; incluso, antes de llegar a la muleta. Se deja hacer todo lo que el diestro quiere y éste consigue buenos naturales. La estocada queda baja y el presidente niega la oreja.
Dos velas aparatosas
El quinto es el famoso «Denunciante», que luce dos velas aparatosas. Embiste suave, distraído; sale con la cara alta. Logra hacerse con él César, en una faena que va a más, y conectar con un público que ha estado coreando no sé qué, al margen de la lidia (¿). Como el trasteo es largo, suena un aviso. La estocada es desprendida pero acierta con el descabello y esta vez sí le conceden la oreja. Parece claro que, dentro de su concepto, está en un momento de solvencia.
A Iván Fandiño, que se ganó en San Isidro su inclusión en las Ferias, se le espera con interés en todas las Plazas. Le veo esta tarde muy dispuesto y seguro, además de valiente. Recibe al tercero de una forma inusual, con gaoneras a portagayola. Desde el centro, da tres muletazos cambiados a un toro que embiste con nobleza. Liga bien los muletazos, deslucidos por alguna caída del toro, que protesta, por falta de fuerzas. Se esfuerza en remontar con bernadinas y logra una gran estocada que desata el entusiasmo: oreja. Recuerdo la zarzuela: «Fiel espada triunfadora». Así ha sido siempre, en la Fiesta.
Veroniquea Fandiño con clasicismo al sexto, que pierde enseguida los cuartos traseros, se raja a chiqueros. En ese terreno, con inteligencia, consigue derechazos muy lentos. Las manoletinas ya son un error, sale trompicado. Esta vez, culmina peor con la espada pero está en un gran momento.
Una advertencia que vale para todos los días: algunos se indignan en cuanto el toro no muere al momento, pitan si hay que descabellar. ¿Es simple ignorancia o buenismo? ¿Son «indignados» que piden, para el toro, una muerte digna? Si fuera sólo cuestión de rapidez, mejor sería una ametralladora. Hay que matar de acuerdo con unos cánones, aunque el toro tarde en caer. Eso puede tener la belleza que cantó Miguel Hernández: «El toro sabe al fin de la corrida / en que prueba su chorro repentino / que el sabor de la muerte es el de un vino / que el equilibrio impide de la vida». Los toros bravos no son los de Walt Disney.
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