Con la competencia los partidiarios discuten. Los toreros torean. Los periódistas opinan y la polémica está servida.
Es lo que digo yo:
Falta pasión y competencia en los ruedos.
En las últimas semanas hemos visto y escuchado comentarios acerca del torero sevillano Juan Ortega y su gira en México. El que más ha sonado es que no está llevando mucho público a los tendidos, como se pudo ver en sus dos últimos compromisos en Aguascalientes y Monterrey. Sin embargo Ortega es un gran torero y creo que el día de su confirmación en La México su actual situación podría cambiar radicalmente.
Pero, ¿Qué pasa con los toreros mexicanos? ¿Por qué la mayoría siguen sin llevar gente a las plazas si no están acartelados con una figura europea?
Para nadie es un secreto que gran parte de nuestra baraja de matadores no esta pasando por su mejor momento por varios motivos, pero uno de los principales es la falta de competencia en los ruedos, esa que genera pasión en los tendidos y obliga a los toreros a superarse. Desafortunadamente, las grandes competencias taurinas actualmente se están haciendo más en los despachos de las empresas que en el ruedo. Pero para que la fiesta en México reviva necesita diestros de esos que se digan a la cara unas cuantas veces “yo soy más torero que tú” con el lenguaje del orgullo, del valor y del arte, que siempre serán componentes esenciales de la torería.
La desilusión de muchos aficionados mexicanos es proporcional al tamaño de la esperanza de que surja un joven como Bruno Aloi que una vez que tome la alternativa, pueda mover al escalafón. Decía en alguna de sus últimas entrevistas el Maestro Paco Camino, que “lo peor que le puede pasar a un espectáculo es que aburra” y es que falta pasión en los ruedos, eso es innegable, pero sin competencia es difícil que pueda surgir la pasión. Porque ésta solo surge cuando de verdad compiten los toreros en el ruedo y no se reservan nada por ningún motivo, al contrario se entregan generosamente a la concurrencia, hasta más allá del límite del toro.
Las rivalidades siempre han sido claves para que los nuevos aficionados se enganchen a la fiesta. Las competencias generan emoción en el público y antipatía entre los compañeros. Por eso casi siempre nos viene a la memoria la rivalidad entre Manolo Martínez y Eloy Cavazos, dos pilares de la gran generación de toreros de la década de los años 70s y 80s del siglo pasado, que escribieron páginas históricas y revitalizaron la afición en México. Pero al día de hoy no existe ninguna dupla en la que exista competitividad entre ellos, ni tardes en las que se realicen todo tipo de quites entre sus alternantes y con la muleta se jueguen de verdad el vientre.
Con la competencia los partidiarios discuten. Los toreros torean. Los periódistas opinan y la polémica está servida. Por todas estas razones los toreros mexicanos contemporáneos tienen la obligación de revivir la pasión, para que regrese nuevamente la afición a las plazas. Ya es hora de que varios se despeinen y transfieran la rivalidad de los despachos al ruedo, para animación de la fiesta y disfrute del público. Ya después el público decidirá qué torero compite directamente contra quien, porque las verdaderas rivalidades las establecen los públicos y no los empresarios.
Luis Cuesta
Ilustración Alejandra de Argos